ERNESTO
CARDENAL
“El Vaticano, por medio de su
representante en Managua Waldemar Stanislaw Sommertag, ha confirmado el lunes
18 de febrero del 2019 el levantamiento de todas las sanciones eclesiásticas
que impuso en 1984 el papa Juan Pablo II contra el poeta y sacerdote trapense
Ernesto Cardenal, ex ministro de cultura de la Nicaragua revolucionaria.
Según una carta sellada de la Nunciatura
Apostólica en Managua, el Papa Francisco concedió con benevolencia la
absolución (levantamiento) de todas las censuras eclesiásticas que el Vaticano
le impuso a Ernesto Cardenal desde 1984, asegurando que fue el autor de
‘Cántico Cósmico', quién solicitó la readmisión al pleno ejercicio del
ministerio sacerdotal.
"El padre Cardenal ha estado 35 años
bajo suspensión del ejercicio del ministerio por su militancia política. El
religioso aceptó la pena canónica que le fue impuesta y se ha atenido siempre a
ella sin llevar a cabo ninguna actividad pastoral. Además, había abandonado
desde hace muchos años todo compromiso político", puntualiza la carta de
la Nunciatura, que está firmada por el Nuncio Sommertag. El Nuncio además
presidió en el hospital la Santa Misa de gracia con el padre Cardenal. El
sacerdote expresó su profunda gratitud al Santo Padre y al Nuncio".
Hasta aquí la noticia de la que
indudablemente todos nos felicitamos pero que me suscita una serie de
comentarios personales.
Conocí bien a Ernesto Cardenal cuando fui
embajador en Managua (1986-87). El “Padre”, como todo el mundo le conocía,
fungía entonces como Ministro de Cultura y visitaba con frecuencia la embajada
para tomarnos un café y dialogar con tranquilidad sobre los más variados temas.
Era y es un gran poeta a quien se concedería el premio Reina Sofía de Poesía
Iberoamericana (2012). Además de la poesía, vivía para dos cosas: la primera,
la revolución sandinista, que me permito recordar derribó al dictador Somoza
con el apoyo de todos los sectores nicaragüenses incluidos la Iglesia, los
sindicatos, los empresarios y toda la comunidad internacional que se volcó
entre otras cosas en un “exitoso” plan de alfabetización. La segunda, el
Evangelio a la luz: primero del Concilio Vaticano II que reconoce el derecho y
el deber de oponerse a la autoridad que conculca el bien común. Segundo
siguiendo la línea de la Conferencia General de Episcopado Latinoamericano
celebrada en Medellín, Colombia en 1968 que declararía que “es el mismo Dios,
quien, en la plenitud de los tiempos, envía a su Hijo para que, hecho carne,
libere a todos los hombres de todas las esclavitudes a las que los tiene
sometidos el pecado, la ignorancia, el hambre y la opresión”.
Cardenal, partidario de la Teología de la
Liberación (hoy avalada plenamente por Francisco) consideraba que Cristo era
subversivo y revolucionario y que el
Evangelio enseña desde el amor la plena oposición a cualquier sistema
injusto, dando prioridad a los pobres y más necesitados. De ahí su empeño por alcanzar el Hombre nuevo
en una sociedad nueva que pretende crear contemplativamente en Solentiname
y activamente con la publicación de
Canto Nacional en honor del sandinismo lo que le convierte en la voz profética
que se erige como la esperanza del derrocamiento de Somoza.
Su cercanía a la mencionada Teología de la
Liberación y el ser Ministro de Cultura con el sandinismo motivó,
desafortunadamente, que un Juan Pablo II
mal aconsejado, reprendiera severamente en 1983 con su dedo acusador a
un Ernesto Cardenal humildemente
arrodillado en un gesto que captaron todas las televisiones del mundo. Lo que resulta paradójicamente increíble es
que el entonces antisandinista y luego hasta su fallecimiento impúdico
colaborador de Ortega Arzobispo de Managua, Monseñor Miguel Obando y Bravo,
ascendido a Cardenal en 1985 por el propio Juan Pablo II y que tuvo dos hijos
(uno de ellos llegó a ser Embajador nicaragüense en Costa Rica) jamás fue
amonestado, ni requerido por el Vaticano.
A pesar de ser pública y privadamente
menospreciado y criticado por los sectores más reaccionarios de la curia Cardenal jamás se rebeló contra el Vaticano
aceptando resignadamente su suspensión y continuando como siempre siendo un
cristiano ejemplar. Seguía oficiando en privado nunca en público, En realidad
su actividad pastoral consistía solamente en su ejemplo. Nada más y nada menos.
Me siento obligado a confesar que teniendo en cuenta lo comentado hasta ahora,
el comunicado y presunto perdón al “Padre Ernesto” me parece tardío y
excesivamente paternalista.
La última vez que estuve con él fue en
Viena (2012) donde tuvimos tiempo de comentar de nuevo ampliamente la
actualidad nicaragüense. Me señaló que estaba rabiosamente perseguido por el
Presidente Daniel Ortega cuyos tribunales le habían condenado. Que no se había
atrevido a impedirle a que viniera a Austria a donde había sido invitado por la
Universidad de Viena. Que Daniel Ortega
apoyado por su esposa Rosario Murillo, el ultraderechista José Arnoldo “el
gordo” Alemán (considerado como uno de los personajes más corruptos de
Centroamérica, condenado a 20 años por corrupción e indultado por Ortega) y el
Cardenal Obando Bravo habían traicionado las esencias del sandinismo
democrático y transformado el a país en una férrea dictadura al estilo del más
puro somocismo. Obando (fallecido en junio del 2018) se había “convertido” al
orteguismo (son ambos de Chontales, Nicaragua) con el afán de conservar dinero
y privilegios bendiciendo todas las actividades ilícitas del nuevo dictador
Ortega y suministrándole públicamente la comunión. Fue tremendo en sus palabras
dichas con la suavidad y firmeza que le caracterizan.
Posteriormente declararía en una carta abierta
que “el mundo debe saber lo que pasa en Nicaragua. Daniel Ortega y su mujer son
dueños absolutos del país. Daniel no solo es dueño del Ejecutivo sino también
del Poder
Legislativo, el Judicial, el Electoral, la
Policía, el Ejército y los medios de comunicación.” Terminaba denunciando los
cientos de muertos o desaparecidos que
policías, militares, para-policías y para-militares había causado contra las multitudinarias
manifestaciones.
Sólo puedo añadir que todos mis amigos
sandinistas comenzando por Fernando Cardenal (q.e.p.d.), Ernesto Cardenal y
terminando por Sergio Ramírez (premio Cervantes) han sido perseguidos y
amenazados. Los cooperantes y brigadistas españoles y nicaragüenses que colaboraron
honestamente con la revolución están desolados por los acontecimientos y han
formado una asociación para oponerse con todas sus fuerzas al nuevo Somoza. En
fin, menos mal que contamos con Francisco.
Yago Pico de Coaña, marzo del 2019