La
solidaridad intergeneracional implica que no afectemos las condiciones de vida
de las generaciones futuras en nuestra búsqueda por satisfacer nuestras
necesidades del presente. Una niña de 16 años, Greta Thumberg, le ha abierto
los ojos a muchos sobre la crisis del clima y ha provocado indignación y
protestas. También ha sido blanco de todo tipo de ataques.
Frente al mensaje de Greta nadie se ha
quedado sin una opinión. El primer cuestionamiento que me parece válido es que,
en comparación con la reacción que ha provocado Greta, no le damos la misma
respuesta a nuestros líderes ambientales locales.
Claro, en Guatemala mueren líderes
ambientalistas. Claro que muchos no saben quien fue Berta Cáceres y lo que hizo
en Honduras, o quién era el profesor Rigoberto Lima Choc y su lucha contra la
contaminación de los ríos. Pero eso no es culpa de Greta ni su lucha le quita
nada a la lucha de Berta o a la del profesor. Al contrario, les suma.
Cuando Greta exclama “me quitaron mi
futuro”, este sufrimiento no se compara con el de muchos niños en los países en
vías de desarrollo sometidos al trabajo infantil en condiciones de esclavitud.
Pero lo cierto es que el cambio climático amenaza también con empeorar la vida
de estos mismos niños.
Y mientras tanto nosotros acá, debatiendo
si hay niños que sufren más que Greta aunque tampoco por ellos movamos un dedo.
El otro tema que se le critica a Greta es
que fue diagnosticada con espectro autista de alto funcionamiento. o lo que
algunos llamamos Asperger. Se trata de un síndrome con aspectos positivos y
negativos. Les permite ser sumamente sinceros, transparentes y enfocados.
Cuando ellos encuentran un interés, eso será lo que coman, duerman y sueñen. En
ese sentido, ese es el superpoder de Greta.
La parte negativa es que tienen
dificultades para socializar y para la comunicación no verbal. El lenguaje
corporal es algo que todos moderamos. A los hombres les enseñan a tener un
lenguaje asertivo e imponente: “macho”; a las mujeres nos enseñan a no mostrar
nuestro enojo: “Dios guarde tan bonita pero tan brava”.
Pues a Greta, desde su autismo, esas
claves sociales son incomprensibles e innecesarias y no tiene problemas en
expresar sus sentimientos sin filtro. Está enojada y lo muestra. Además que
tiene todo el derecho de estar tomando en cuenta como los adultos les hemos
fallado a nuestros hijos en la tarea de heredarles un planeta sano.
Entre todo lo que le cuestionamos a Greta,
yo me pregunto:
¿Por qué estamos hablando de que Greta es
blanca? ¿Por qué estamos hablando de su diagnóstico desde el miedo y la
ignorancia? ¿Cómo podemos aportar a una sociedad más solidaria con los
neurodiversos?
¿Por qué no estamos hablando de las causas
del cambio climático, del papel de las industrias productoras de gases de
efecto invernadero, de las miles de hectáreas de bosque deforestados, que al
perderse dejan de ser captores de carbono y nos dejan vulnerables a sequías e
inundaciones?
¿Por qué no estamos hablando de nuestro
papel como consumidores en estos dos fenómenos?
¿Por qué no estamos hablando del papel de
los gobiernos como proveedores de marcos legales, nacionales e internacionales
bajo los cuales se rijan las interacciones que tienen que ver con el uso de los
recursos del planeta?
¿Por qué no estamos hablando de los
gobiernos de los países específicos que se rehúsan a comprometerse para frenar
el cambio climático?
¿Por qué no estamos discutiendo ahora
sobre cómo vamos a adaptarnos a las consecuencias del cambio climático, a los
extremos climáticos que vienen y que afectarán principalmente a los más pobres?
El lobby negacionista del cambio climático
es fuerte, y para hacerse una idea de su poder hay que pensar en algo. Si se
pone límite a las emisiones de gases de efecto invernadero, ¿Quiénes serán los
más afectados? Son varios, pero económicamente el comercio de combustibles es el
que tiene la mayor parte que perder.
Ahora vemos una maquinaria dar marcha
adelante con un plan para no perder sus privilegios ni sus ganancias
económicas, satanizando a una niña que exige un mejor futuro.
¿De qué lado estamos? ¿Del futuro de los
jóvenes y su derecho a un ambiente sano o de los procesos del pasado, en
detrimento de los recursos naturales, que pueden perfectamente ser sustituidos
por energías sostenibles?