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29 de noviembre de 2019

Biografias Santa Catalina


      Mártir SANTA  CATALINA DE ALEJANDRÍA

“¡Ven, amada, mi esposa, y contempla las puertas del cielo abiertas para ti; y a todos los que celebren la memoria de tu pasión con mentes devotas, prometo la protección del cielo!”

            En las postrimerías del Concilio Vaticano II, una reforma del santoral llevó a la Iglesia a desconocer un número de santos populares, con toda  probabilidad inexistentes. Santa Catalina de Alejandría, una de las santas más populares, se encontraba entre aquellos desmovilizados de servicio activo. Si bien su culto había florecido desde el siglo X, había poco que la conectara con sus supuestas aventuras en los tiempos de Roma, y se determinó, con renuencia, que tal persona no había existido jamás.

            Sin embargo, durante siglos sus “restos” atrajeron al monasterio del monte Sinaí. Además, la suya era una de las supuestas voces que hablaron a Juana de Arco, dándole así ánimo a la muchacha campesina a desafiar a todas las
autoridades de su época. Por negarse a desconocer sus voces, Juana fue a la hoguera y, por la misma santa desobediencia fue canonizada más tarde. Éste es un caso que trae a la memoria el famoso dicho de Karl Barth, al preguntarle un estudiante si creía realmente que una serpiente había hablado a Eva en el Edén: “Lo importante no es si una serpiente puede o no hablar; lo importante es lo que dijo.”

            De acuerdo con lo que los editores de Butler´s Lives (Las vidas de Butler) llaman “su acta completamente sin valor”, santa Catalina a través de su estudio de filosofía, se convenció de la
verdad del cristianismo y se convirtió a la fe perseguida. Cuando intentó convertir al propio emperador, éste la hizo examinar por cincuenta de los más prominentes filósofos de la corte. Impotentes para refutar sus argumentos, todos fueron persuadidos de convertirse (en consecuencia, todos fueron a dar a la hoguera).  El emperador quedó tan impresionado por la belleza de Catalina ya que no por su brillantez, que intentó inducirla a ser su consorte. Ella declinó la oferta, y prefirió, en vez, ser llevada presa y torturada. Mientras se hallaba en prisión, sin embargo, tuvo éxito en convertir a la esposa del emperador a su carcelera, y a doscientos guardias imperiales. Todos ellos fueron consecuentemente asesinados. El emperador, enfurecido, la condenó a ser torturada en una rueda con clavos (de allí su famoso emblema, la “rueda catalina”). Empero, milagrosamente, la máquina se rompió y mató a varios espectadores. En este punto, y antes de que pudiese llevar a cabo cualquier otro ardid, el emperador hizo ejecutar a esta peligrosa mujer con la espada.

            Al sacar a Catalina de Alejandría del canon de los santos, la Iglesia ha indicado que el requerimiento mínimo para un culto legítimo a un santo es que tal persona haya existido. Mas no es este requerimiento mínimo el que ha fortalecido la fe e inspirado su imitación a subsiguientes generaciones. Lo más importante, en varios casos, es el significado que los cristianos encuentran en las historias de santos, en suma, lo que nos “dicen”.

            Santa Catalina de Alejandría, una santa que nunca existió, sirvió durante siglos como “patrona de doncellas y mujeres estudiantes, de filósofos, predicadores y apologistas, carreteros, molineros, y otros” (Vidas de Butler). Puede continuar representando el poder subversivo de la sabiduría femenina, una voz que muchos desearían silenciar para que no subviertan el mundo entero con su lógica irrefutable. De tal manera, Catalina continúa inspirando e iluminándonos con su edificante historia, como la luz que emana de una estrella distante que ha dejado de existir.

Por Rosario Carrera
Ellsberg R. Libro Todos Los Santos (1997)