Encuentro de Francisco con el
Sultán Al Kamil
Director de la Cátedra
de Teología y Ciencias d las Religiones “Ignacio Ellacuría”, de la Universidad
Carlos III de Madrid. Autor de Islam.
Cultura, religión y política (Trotta) y de Hermano Islam
Uno de los temas centrales de la Semana de Estudios
Franciscanos celebrada en Lima del 10 al 13 de septiembre, en la que participé,
fue el encuentro de Francisco de Asís con el Sultán de Egipto Malik al Kamil,
del que este año estamos celebrando el octavo centenario. Sumándose a dicha
celebración, el papa Francisco ha hecho un llamamiento a no recurrir a la
violencia y ha insistido en su condena de la violencia basada en motivos
religiosos. Para dar toda la relevancia que la efemérides merece, el papa
nombró al cardenal Sandri enviado pontificio en Egipto para los actos
conmemorativos de dicho centenario.
Viaje a Tierra Santa de Francisco de Asís
En 1219 Francisco se embarcó con otros hermanos menores en el
puerto de Ancona en dirección a Oriente: a Tierra Santa y al campo de batalla
de Damieta donde contendían cristianos y musulmanes en la quinta Cruzada. Ya lo
había intentado en otras dos ocasiones, pero no lo consiguió. Emprendió el
viaje no como cruzado que fuera a combatir con el ejército cristiano, ni como
un héroe que buscara el triunfo militar y la fama del guerrero que sale indemne
de la batalla, tampoco como predicador de la Cruzada, sino como peregrino que
iba en son de paz.
Francisco no apoyaba la cruzada, ya que la actitud belicista
de esta era contraria a su espíritu “pacifista”, como queda constancia en su
célebre Oración por l Paz y el Cántico de las Criaturas. Lo que hizo fue
convertir la Cruzada en peregrinaje hacia el lugar donde vivió y murió Cristo
para mejor seguirle.
La primera pregunta a plantear es si tuvo lugar el encuentro
o se trata de una leyenda más a sumar en la hagiografía de San Francisco. La
respuesta la ofreció el historiador Fray Jorge Cajo: efectivamente, el
encuentro se produjo y está documentado en numerosas fuentes coetáneas. Las
primeras son dos textos del obispo de Acre, Jacobo de Vitry, que confirman la
historicidad del diálogo. A ellos hay que sumar otros relatos como la primera
biografía de Celano, las referencias al hecho y ls reflexiones teológicas de
San Buenaventura, entre otros testimonios. Cabe reconocer que en algunas
fuentes hay más tendencia a teologizar que a documentar.
Tras un mes de viaje marítimo desembarcó en Acre, capital del reino latino de Jerusalén, donde se encontraban sus hermanos de Orden y donde entró en contacto con el obispo Jacobo Vitry y con el legado papal para la quinta Cruzada, Pelagio, que se resistió a concederle permiso para dirigirse al campamento musulmán y buscar una solución pacífica al conflicto.
Con todo, acompañado por Fray Iluminado pasó a dicho
campamento y pidió entrevistarse con el Sultán Malik al Kamil con riesgo de que
le cortara la cabeza como era el consejo de los sabios que asesoraban al
dirigente musulmán y lograr así la gloria del martirio. La petición la hizo no
en calidad de cruzado litigante, sino como hombre de paz. El objetivo del encuentro era convertir a la fe cristiana al Sultán.
Éste, lejos de seguir las recomendaciones de los sabios, lo acogió
fraternalmente, lo escuchó con gran atención y quedó impresionado por la
sencillez y humildad con que se presentó Francisco ante él y por la
autenticidad de su fe en Jesucristo. Quiso obsequiarle con costosos regalos que
Francisco no aceptó. El Sultán le pidió que rezara por él.
El Sultán adoptó una actitud respetuosa y receptiva, que
cambió el modo de pensar de Francisco hacia él y hacia los musulmanes. Dejó de
ver al Sultán como un adversario ávido de sangre. Los dos mostraron una actitud
de respeto y de reconocimiento mutuos, condición necesaria para todo diálogo y
encuentro.
El encuentro de Francisco con el Sultán inauguraba la cultura
del diálogo, que no veía a este como enemigo, sino como hermano musulmán.
Francisco no logró convertir al Sultán, ni detener la guerra entre los cruzados
cristianos y los combatientes musulmanes, pero no por ello el encuentro resultó
estéril. Con su peregrinación a Tierra Santa Francisco pretendía detener la
guerra, convertir a los musulmanes, pero no a través de la violencia, sino con
la persuasión y el ejemplo de vida. Prefería crear cristianos a combatir y
destruir a los musulmanes. Buscaba también el cambio de actitud de los
peregrinos, muchos de los cuales no llevaban una vida cristiana precisamente
ejemplar.
La actitud de Francisco
era muy distinta a la adoptada por el monje Bernardo de Claraval, que predicó la segunda Cruzada, en la
que llamó a los “soldados de Cristo” a combatir a los enemigos y a estar
dispuestos a asesinar a los musulmanes y a ser asesinados por ellos en nombre
de Cristo. Morir y matar por Cristo era la mayor glora que podían conseguir.
Bernardo jugó un papel fundamental en la creación y organización de los
Templarios y estableció similitudes entre la milicia divina y la milicia
templaria.
Tras su viaje al lugar de los contendientes cristianos y musulmanes y a la tierra de Jesús de Nazaret, Francisco no volvió a Italia de vacío, sino que se sintió transformado para iniciar. Dedicó el capítulo 16 de la Regla no bulada y el 12 de la Regla bulada a exponer la forma de evangelizar en territorios musulmanes y el código de comportamiento a seguir por los evangelizadores en dichos lugares
Ambas Reglas ordenan que los hermanos franciscanos menores
deben anunciar la fe en Jesucristo a los infieles y hacerlos cristianos. Han de
convivir con los musulmanes, conocerlos en profundidad, aceptarlos como son y
no discutir. Tienen que respetar las leyes y a las autoridades del país donde
evangelizan. No pueden perder o diluir la identidad cristiana. Han de anunciar
el evangelio, pero observando fielmente todas las normas de la convivencia
cívica de cada país donde evangelizan. Deben estar dispuestos a sufrir
persecución e incluso a dar la vida.
El encuentro de Francisco y al Kamil se ha convertido en faro y guía para el diálogo interreligioso y muy especialmente para el cambio de paradigma del anatema al diálogo en las relaciones entre judaísmo, cristianismo e Islam. Son estas tres religiones hermanas, que tienen el mismo tronco, Abraham, comparten la creencia en un solo Dios, consideran a los profetas como figuras centrales y tienen en común tres libros “revelados”: la Biblia hebrea, la Biblia cristiana y el Corán, los tres en continuidad.
Sin embargo, las tres religiones han vivido situaciones
conflictivas, que se han traducido en “guerras de religiones” y que Francisco
de Asís quiso desactivar y tornarlas encuentros de paz. Este centenario es una
excelente oportunidad para enterrar definitivamente los anatemas y caminar por
las sendas del diálogo. A dicho cambio de paradigma pretendo contribuir con la
inminente publicación de mi libro Hermano Islam (Trotta)
Artículo tomado de: UTOPIA
Artículo tomado de: UTOPIA