Por una Iglesia con rostro
amazónico, pobre y servidora, profética y samaritana
Exclusiva RD: éste es el nuevo 'Pacto de las Catacumbas por la Casa Común"
Exclusiva RD: éste es el nuevo 'Pacto de las Catacumbas por la Casa Común"
Firma del nuevo Pacto de las Catacumbas |
"Nosotros, los participantes del Sínodo Pan-Amazónico, compartimos la alegría de vivir entre numerosos pueblos indígenas, quilombolas, ribereños, migrantes, comunidades en la periferia de las ciudades de este inmenso territorio del Planeta"
20.10.2019
Pacto de las Catacumbas por la Casa Común
Por una Iglesia con rostro amazónico,
pobre y servidora, profética y samaritana
Nosotros,
los participantes del Sínodo Pan-Amazónico, compartimos la alegría de vivir
entre numerosos pueblos indígenas, quilombolas, ribereños, migrantes,
comunidades en la periferia de las ciudades de este inmenso territorio del
Planeta. Con ellos hemos experimentado la fuerza del Evangelio que actúa en los
pequeños. El encuentro con estos pueblos nos desafía y nos invita a una vida más
simple de compartir y gratuidad. Influidos por la escucha de sus gritos y
lágrimas, acogemos de corazón las palabras del Papa Francisco:
“Muchos hermanos y hermanas en la Amazonía cargan cruces
pesadas y esperan el consuelo liberador del Evangelio, la caricia amorosa de la
Iglesia. Por ellos, con ellos, caminemos juntos”.
Recordamos
con gratitud a los obispos que, en las Catacumbas de Santa Domitila, al final
del Concilio Vaticano II, firmaron el
Pacto por una Iglesia servidora y pobre. Recordamos con reverencia a todos
los mártires miembros de las comunidades eclesiales de base, de las pastorales
y movimientos populares; líderes indígenas, misioneras y misioneros, laicos,
sacerdotes y obispos, que derramaron su sangre debido a esta opción por los
pobres, por defender la vida y luchar por la salvaguardia de nuestra Casa
Común. Al agradecimiento por su heroísmo, unimos nuestra decisión de continuar
su lucha con firmeza y valentía. Es un sentimiento de urgencia que se impone
ante las agresiones que hoy devastan el territorio amazónico, amenazado por la
violencia de un sistema económico depredador y consumista.
Ante
la Santísima Trinidad, nuestras Iglesias particulares, las Iglesias de América
Latina y el Caribe y de aquellas que son solidarias en África, Asia, Oceanía,
Europa y el norte del continente americano, a los pies de los apóstoles Pedro y
Pablo y de la multitud de mártires de Roma, América Latina y especialmente de
nuestra Amazonía, en profunda comunión con el sucesor de Pedro, invocamos al
Espíritu Santo y nos comprometemos personal y comunitariamente a lo siguiente:
Sínodo para la Amazonía |
1.
Asumir, ante la extrema amenaza del
calentamiento global y el agotamiento de los recursos naturales, un compromiso
de defender en nuestros territorios y con nuestras actitudes la selva amazónica
en pie. De ella provienen las dádivas del agua para gran parte del territorio
sudamericano, la contribución al ciclo del carbono y la regulación del clima
global, una incalculable biodiversidad y una rica socio diversidad para la
humanidad y la Tierra entera.
2.
Reconocer que no somos dueños de la madre
tierra, sino sus hijos e hijas, formados del
polvo de la tierra (Gen 2, 7-8), huéspedes y peregrinos (1 Ped 1, 17b y 1 Ped
2, 11), llamados a ser sus celosos cuidadores y cuidadores (Gen 1, 26). Por
tanto, nos comprometemos a una ecología integral, en la cual todo está
interconectado, el género humano y toda la creación porque todos los seres son
hijas e hijos de la tierra y sobre ellos flota el Espíritu de Dios (Génesis 1:
2).
3.
Acoger y renovar cada día la alianza de Dios
con todo lo creado: "Por mi parte,
estableceré mi alianza contigo y tu descendencia, con todos los seres vivos que
están contigo, aves, animales domésticos y salvajes, en resumen, con todas las
bestias de la tierra que salieron del arca contigo” (Gen 9: 9-10; Gen 9:
12-17).
4.
Renovar en nuestras iglesias la opción
preferencial por los pobres, especialmente por los pueblos originarios, y junto
con ellos garantizar el derecho a ser protagonistas en la sociedad y en la Iglesia.
Ayudarlos a preservar sus tierras, culturas, lenguas, historias, identidades y
espiritualidades. Crecer en la conciencia de que deben ser respetados local y
globalmente y, en consecuencia, alentar, por todos los medios a nuestro
alcance, a ser acogidos en pie de igualdad en el concierto mundial de otros
pueblos y culturas.
5.
Abandonar, como resultado, en nuestras
parroquias, diócesis y grupos toda clase de mentalidad y postura colonialistas,
acogiendo y valorando la diversidad cultural, étnica y lingüística en un
diálogo respetuoso con todas las tradiciones espirituales.
6.
Denunciar todas las formas de violencia y
agresión contra la autonomía y los derechos de los pueblos indígenas, su
identidad, sus territorios y sus formas de vida.
7.
Anunciar la novedad liberadora del evangelio de
Jesucristo, en la acogida al otro demás y al diferente, como sucedió con Pedro
en la casa de Cornelio: “Usted bien sabe que está prohibido que un judío se
relacione con un extranjero o que entre en su casa. Ahora, Dios me ha mostrado
que no se debe decir que ningún hombre es profano o impuro” (Hechos 10, 28).
8.
Caminar ecuménicamente con otras comunidades
cristianas en el anuncio inculturado y liberador del evangelio, y con otras
religiones y personas de buena voluntad, en solidaridad con los pueblos
originarios, los pobres y los pequeños, en defensa de sus derechos y en la
preservación de la Casa. Común
9.
Establecer en nuestras iglesias particulares
una forma de vida sinodal, donde los representantes de los pueblos ariginários,
misioneros, laicos, en razón de su bautismo y en comunión con sus pastores,
tengan voz y voto en las asambleas diocesanas, en los consejos pastorales y
parroquiales, en resumen, en todo lo que les cabe en el gobierno de las
comunidades.
10.
Comprometernos en el reconocimiento urgente de
los ministerios eclesiales ya existentes en las comunidades, llevados a cabo
por agentes pastorales, catequistas indígenas, ministras y ministros de la
Palabra, valorando especialmente su atención a los más vulnerables y excluidos.
11.
Hacer efectivo en las comunidades que nos han
confiado el paso de una pastoral de visita a una pastoral de presencia,
asegurando que el derecho a la Mesa de la Palabra y la Mesa de la Eucaristía se
haga efectivo en todas las comunidades.
12.
Reconocer los servicios y la real diaconía de
la gran cantidad de mujeres que dirigen comunidades en la Amazonía hoy y buscar
consolidarlas con un ministerio apropiado de mujeres líderes de comunidad.
13.
Buscar nuevos caminos de acción pastoral en las
ciudades donde actuamos, con el protagonismo de laicos y jóvenes, con atención
a sus periferias y migrantes, trabajadores y desempleados, los estudiantes,
educadores, investigadores y al mundo de la cultura y de la comunicación.
14.
Asumir frente a la avalancha del consumismo con
un estilo de vida alegremente sobrio, sencillo y solidario con aquellos que
tienen poco o nada; reducir la producción de residuos y el uso de plásticos,
favorecer la producción y comercialización de productos agroecológicos y
utilizar el transporte público siempre que sea posible.
15.
Ponernos al lado de los que son perseguidos por
el servicio profético de denuncia y reparación de injusticias, de defensa de la
tierra y de los derechos de los pequeños, de acogida y apoyo a los migrantes y
refugiados. Cultivar amistades verdaderas con los pobres, visitar a los más
simples y enfermos, ejerciendo el ministerio de la escucha, del consuelo y del
apoyo que traen aliento y renuevan la esperanza.
Francisco, durante la procesión de arranque del Sínodo de la Amazonía |
Conscientes
de nuestras debilidades, nuestra pobreza y pequeñez frente a desafíos tan
grandes y graves, nos encomendamos a la oración de la Iglesia. Que nuestras
comunidades eclesiales, sobre todo, nos ayuden con su intercesión, afecto en el
Señor y, cuando sea necesario, con la caridad de la corrección fraterna.
Acogemos
de corazón abierto la invitación del cardenal Hummes a ser guiados por el
Espíritu Santo en estos días del Sínodo y en nuestro regreso a nuestras
iglesias:
“Déjense envolver en
el manto de la Madre de Dios y Reina de la Amazonía. No dejemos que nos venza
la auto-referencialidad, sino la misericordia ante el grito de los pobres y de
la tierra. Se requerirá mucha oración, meditación y discernimiento, así como
una práctica concreta de comunión eclesial y espíritu sinodal. Este sínodo es
como una mesa que Dios ha preparado para sus pobres y nos pide nosotros que
seamos los que sirven la mesa".
Celebramos
esta Eucaristía del Pacto como "un acto de amor cósmico". “¡Sí,
cósmico! Porque incluso cuando se lleva a cabo en el pequeño altar de una
iglesia de aldea, la Eucaristía siempre se celebra, en cierto modo, en el altar
del mundo". La Eucaristía une el cielo y la tierra, abraza y penetra toda
la creación. El mundo salido de las manos de Dios regresa a Él en feliz y plena
adoración: en el Pan Eucarístico "la creación tiende a la divinización, a
las santas nupcias, a la unificación con el mismo Creador". "Por esta
razón, la Eucaristía es también fuente de luz y motivación para nuestras
preocupaciones por el medio ambiente, y nos lleva a ser guardianes de toda la
creación".
Catacumbas
de Santa Domitila