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28 de diciembre de 2019

Biografía. ISAIAS


Isaías

Profeta (siglo VIII a.C.)

 “Me dejé consultar por los que no me interrogaban; salí al encuentro de los que no me buscaban. Yo dije: ¡Aquí estoy, aquí estoy! a una nación que no invocaba mi Nombre.”

Resulta probable que Isaías comenzara su carrera como sacerdote del Templo en Jerusalén. Fue allí donde recibió su don profético. Comenzó con una visión: “Vi al Señor  sentado en un trono elevado y excelso, y las orlas de su manto llenaban el Templo.” Cuando el profeta se lamentó de sus “labios impuros”, un ángel voló hacia abajo y tocó sus labios con una brasa ardiente, borrando de esta manera sus pecados. “Y oí la voz del Señor que decía: “¿A quién enviare y quien ira por nosotros?’ Yo respondí: ‘¡Aquí estoy: envíame!”

La carrera de Isaías como profeta tuvo lugar en el marco de una confusión política internacional. Atrapados entre imperios poderosos, los gobernantes de Jerusalén buscaron mantener la independencia del reino estableciendo una serie de alianzas oportunistas, primero con una potencia extranjera, luego con otra. Isaías  creía que al confiar  en esas alianzas militares –en esencia, confiando en las espadas- Israel estaba perdiendo de vista su independencia última de Dios. El resultado sería el desastre.


Los vaticinios de Isaías están llenos de penosas referencias a la desobediencia, la apostasía y la hipocresía que percibía a su alrededor: los pobres son oprimidos; las naciones se inclinan ante los ídolos de la seguridad y la riqueza. En estas circunstancias, todos los magníficos sacrificios han llegado a ser una abominación. Antes que ofrecer plegarias con las manos ensangrentadas, la gente debe purificarse: “¡Cesen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien! ¡Busquen el derecho, socorran al oprimido, hagan justicia  al huérfano, defiendan a la viuda!” En otras palabras, Isaías llama a Israel  a volver a la primitiva confianza y fe  en Yahvé, una fe  expresada en humildad  y obras de justicia y misericordia. Su esperanza era que la gente vería la luz y abrazaría esta dirección en forma voluntaria. Hizo la extraordinaria declaración de que, si esto fracasaba, Asiria y los enemigos  de Israel serían los instrumentos de Dios para castigar y corregir a una nación descarriada.
Sin embargo, junto con sus serias advertencias, el mensaje de  Isaías se hallaba marcando por una fuerte corriente de anunciación. Creía que la destrucción no sería la última palabra. Si bien seria purificada y lavada por medio del sufrimiento, la nación no sería destruida. Las promesas de Dios se verían cumplidas, aunque quedara solo un resto de sobrevivientes. Incluso llamo a su hijo Sear Iasub, que significaba “resto que vuelve”.

Isaías impregnó su mensaje con la promesa de un futuro Mesías y la visión de un reino pacifico  por venir. Posteriormente los cristianos tomarían estas profecías como referencias a Jesús:

El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad, ha brillado una luz… porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobres sus hombros y se le da por nombre: “Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la Paz.”



Resulta difícil para los cristianos leer estas palabras sin escuchar la gozosa música del Mesías de Haëndel. De ser así, es importante recordar cuanto de la esperanza de Isaías resta por cumplirse. En la edad mesiánica que el profetizó:

Con sus espadas forjaran arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra.
En esa época:

El lobo habitará con el cordero y el leopardo se recostará junto al cabrito; el ternero y el cachorro de león pacerán juntos y un niño pequeño los apacentara.

La misión activa de Isaías duro por lo menos cuarenta años, desde el año 742 a.C. hasta cerca del año 701 a.C. y posiblemente aún más. Su voz tuvo tanta influencia que inspiro una tradición de continua reflexión que continuaría, en su nombre, por otros doscientos años.

Los profetas posteriores que escribieron en su nombre aplicaron la perspectiva de Isaías a  los sucesos de sus días: la caída de Jerusalén, el exilio en Babilonia y el retorno.  A la luz de los sufrimientos y la humillación de Israel, dejaron de lado los vaticinios de destrucción y colocaron más énfasis en la visión consoladora de Isaías  de la edad mesiánica.

Así, Israel es comparado con un “siervo sufriente” quien por sus sufrimientos vicarios, sirve para reconciliar a una humanidad pecadora con Dios.

Pero el soportaba nuestros sufrimientos y cargaba nuestras dolencias… Él fue traspasado por nuestras rebeldías y triturando iniquidades. El castigo que nos da la paz recayó sobre él, y por sus heridas fuimos sanados.