Ecología, nueva cosmología
e implicaciones teológicas
Guillermo
KERBER
¿Qué es la nueva cosmología?
“Cosmología
es el estudio a gran escala de la estructura y la historia del Universo en su
totalidad y, por extensión, del lugar de la humanidad en él”.
El
estudio del universo, del cosmos, tiene una larga historia expresada en
variados registros. Las religiones, por un lado, presentan relatos cosmogónicos
(de surgimiento del Universo), comenzando con la epopeya de Gilgamesh, de la
civilización súmero-acádica, y expresada entro otros por los relatos de la
creación de la Biblia o las antiguas tradiciones mayas recogidas en el Popol
Vuh. Los primeros escritos filosóficos griegos, por otro, se titulaban “Acerca
de la Naturaleza” y buscaban una explicación del cosmos y de su origen. La
ciencia físico-matemática, finalmente, con la teoría del Big Bang, por ejemplo,
es un intento de aproximación a estas cuestiones.
Toda
cultura, de diferentes formas, ha intentado expresar sus reflexiones sobre el
origen, la naturaleza del mundo, el universo y el lugar del ser humano en este
contexto. En la historia de la ciencia, las revoluciones científicas han sido
expresión de cambios radicales en las formas de comprender la realidad. A
través del ensayo y error, y aprendiendo de los errores cometidos, el género
humano ha ido avanzando en el conocimiento de la realidad que nos rodea y de la
que somos parte.
Es
en este proceso que, algunos acontecimientos en el orden científico han dado origen a lo que se ha llamado la nueva cosmología, es decir, una nueva forma de entender el mundo, el universo y al ser humano como parte de él. Esta nueva cosmología sería un desarrollo de los cambios producidos a fines del siglo XIX, principios del siglo XX, en particular la Teoría de la Relatividad General, presentada en 1915 por Albert Einstein. Esta nueva cosmología sería un nuevo giro copernicano. Nicolás Copérnico proclamó, en 1543, contra la opinión generalizada, que la Tierra no estaba quieta, sino que giraba alrededor del sol. Esta verdadera revolución científica conllevó cambios radicales más allá de la astronomía que afectaron el sistema feudal imperante en Europa, las monarquías, la iglesia.
en este proceso que, algunos acontecimientos en el orden científico han dado origen a lo que se ha llamado la nueva cosmología, es decir, una nueva forma de entender el mundo, el universo y al ser humano como parte de él. Esta nueva cosmología sería un desarrollo de los cambios producidos a fines del siglo XIX, principios del siglo XX, en particular la Teoría de la Relatividad General, presentada en 1915 por Albert Einstein. Esta nueva cosmología sería un nuevo giro copernicano. Nicolás Copérnico proclamó, en 1543, contra la opinión generalizada, que la Tierra no estaba quieta, sino que giraba alrededor del sol. Esta verdadera revolución científica conllevó cambios radicales más allá de la astronomía que afectaron el sistema feudal imperante en Europa, las monarquías, la iglesia.
Los
postulados de la nueva cosmología deberían, según los seguidores de esta
corriente, llevar a un cambio similar en nuestra época. El matemático Brian
Swimme, uno de los gurús de esta corriente expresa por ejemplo que “las
instituciones mayores del periodo moderno, incluyendo la agricultura, la
religión, la educación y la economía, deben ser re-imaginadas dentro de un
universo vivo, inteligente y auto organizado, para que en lugar de degradar los
sistemas vivos de la Tierra, la humanidad pueda aprender a unirse a la
comunidad envolvente de seres vivos en una forma mutuamente enriquecedora”
Uno
de los aspectos interesantes de esta nueva corriente, es que, de algún modo
supera la tensión (y en algunos casos hasta oposición) entre ciencia y
religión/espiritualidad/teología.
A
partir de esta perspectiva, diversos centros han sido creados para profundizar
las implicaciones de la nueva cosmología. Entre ellos, por ejemplo, el Esalen’s
Institute’s Center for Theory and Research busca superar la división entre
ciencia y espiritualidad generando una nueva cosmovisión que sea una cosmología
espiritual informada que trascienda las polaridades filosóficas, científicas,
culturales y religiosas que existen actualmente.
Byrro
Ribeiro y Passos Videira, en un documentado artículo presentan algunas
características de la nueva cosmología. Según ésta, de acuerdo a los hallazgos
científicos fundamentalmente de las matemáticas y la astronomía, el Universo
está en expansión y en evolución y puede ser tratado como un objeto único. De
esta forma totalidad y unicidad (temas que tradicionalmente escapaban del dominio
de la ciencia) pasan a integrar el vocabulario de la física. El artículo
muestra, desde la perspectiva de la Física y las Matemáticas cómo nociones
filosóficas y teológicas son incorporadas en la discusión de la nueva
cosmología.
Nuestro
artículo pretende ver el otro lado del proceso. ¿Cómo la nueva cosmología ha
afectado la reflexión teológica? Si la nueva cosmología obliga a repensar el
universo y el lugar del ser humano en el mismo, ¿qué significa esto para
nuestra concepción e imágenes de Dios? ¿Cuáles son las implicaciones teológicas
concretas de postular un universo en expansión, en evolución, un todo y único?
Nueva cosmología y era ecológica
Es
el historiador Thomas Berry quien vincula la ecología y la nueva cosmología con
un nuevo relato, una nueva narración que correspondan al nuevo momento
histórico que vive la humanidad. Para Berry, “estamos ahora entrando, en un
nuevo período histórico, período que podríamos designar como la era ecológica”.
Para él, los problemas vividos en los últimos dos siglos han sido causados, en
buena medida por nuestros modos limitados de pensar, marcados por la referencia
científico – tecnológica. La era ecológica, en la cual estamos ahora
penetrando, es una era complementaria, que sucede a la era tecnológica. Si ésta
ha estado caracterizada en buena medida por el desencantamiento del mundo, la
era ecológica y la nueva cosmología fomentan una profunda conciencia de la
presencia de lo sagrado en cada realidad del universo. De esta forma, la era
ecológica es también una nueva era religiosa. En ella la dimensión de la
transparencia divina completa las categorías de inmanencia y trascendencia.
A
la recuperación de la dimensión religioso–sagrada de la naturaleza se agrega un
imperativo ético, ya que, es claro que la tierra está ordenando a la comunidad
humana que asuma una responsabilidad jamás atribuida a cualquier generación
precedente. La tierra insiste para que asumamos mayor responsabilidad,
proporcional al mayor conocimiento que nos fue comunicado. Esta es la suprema
lección de la Física, la Biología y las ciencias en general, así como es
también la suprema sabiduría de los pueblos indígenas y la lección fundamental
de las grandes civilizaciones de todos los tiempos. En esta labor de
reconstrucción del conocimiento, la ecología y la nueva cosmología pueden ser
consideradas como las más subversivas de las ciencias.
Para
Berry, decíamos, más arriba, la transparencia divina completa las categorías de
inmanencia y trascendencia. Esta transparencia como atributo de Dios es la que
los teólogos llaman panenteísmo.
Panenteísmo e imágenes de Dios
¿Qué
es el panenteísmo? Etimológicamente, panenteísmo (en griego: pan = todo; en =
en; theós = Dios) quiere decir: Dios en todo y todo en Dios. Dios está presente
en el cosmos y el cosmos está presente en Dios.
El
concepto panenteísmo, recuerda Jay Mac Daniel[9], fue acuñado, en el siglo
diecinueve por K. F. C. Krause (1781-1832) pero en los últimos años, en el
contexto de la preocupación ecológica, el término ha sufrido una
reconceptualización, que implica una forma ecológica de pensar acerca de Dios.
En ella, a la vez que Dios y la creación se distinguen, Dios es entendido como
íntimamente conectado a la creación y viceversa. El panenteísmo es, pues la
visión de que la creación y sus procesos están de alguna manera ‘en’ Dios, a
pesar de que Dios es más que la creación.
Una
consecuencia teológica importante es que el panenteísmo, al subrayar la presencia
de Dios en la Creación puede afirmar como verdaderas no sólo imágenes
personales sino también transpersonales de lo Divino. Dios puede ser un “Él”
pero también puede ser una “Ella”. De esta forma, un cristianismo ecológico
puede hacer uso de multiplicidad de imágenes. Se puede hablar con sentido de lo
divino como del Misterio y de la Aventura del Universo, como Uno y del Contexto
último y el Océano cósmico, pero también como Madre, Padre. No deberíamos,
consecuentemente con este planteo, quedarnos fijos en imágenes particulares. En
lugar de eso, podemos y deberíamos ser capaces de aceptar variadas imágenes,
tolerantes a las necesidades de los otros de imaginar a Dios en formas
diferentes de la nuestras.
En
la medida en que Dios puede ser visto en términos personales, el panenteísmo se
nutre de las imágenes bíblicas. Para los panenteístas, así como para muchos
autores bíblicos, Dios es “algo parecido” a una persona, pero no localizado en
el espacio o el tiempo. Los panenteístas cristianos toman esta línea
personalista de pensamiento y dan un paso más adelante. La vida divina no es
sólo algo parecido a una persona sino algo parecido a Jesús de Nazaret. En la
compasión y el perdón que vemos en Jesús nos asomamos al corazón mismo de lo
Divino. De esta forma, la palabra Cristo puede ser usada como un nombre para
Dios, en cuyo caso el cuerpo de Cristo no debería ser simplemente la iglesia
cristiana sino el universo entero.
El
mundo, o más ampliamente el universo, como cuerpo de Dios, ha sido uno de los
temas profundizados por las teólogas ecofeministas. El ecofeminismo significa
ecología y feminismo puestos juntos, proveyendo una perspectiva crítica desde
la que evaluar la herencia de la cultura occidental y cristiana. Sallie Mc
Fague, por ejemplo, presenta el modelo del mundo como cuerpo de Dios que se
distingue fuertemente del modelo de Dios omnipotente o como rey. La autora se
preocupa por aclarar que estas imágenes son modelos, metáforas. Esto significa
que Dios no puede identificarse directamente con los modelos, pero éstos ayudan
a comprender otros aspectos de Dios que han sido ocultados por las concepciones
tradicionales.
Otra
teóloga, Eleanor Rae, por su parte, piensa que las afirmaciones de Jürgen
Moltmann en su obra Dios en la Creación sobre la Shekiná, pueden vincularse con
esta imagen del mundo como cuerpo de Dios, ya que Moltmann ve en la Shekiná, la
presencia femenina de la Divinidad, la directa presencia de Dios en el mundo
material y en cada cosa individual en él.
Asumir
esta perspectiva de la teología ecológica nos obliga, pues, a preguntarnos,
¿cuáles son las imágenes que mejor reflejan al Dios revelado por Jesús en el
mundo actual, acuciado por la crisis ambiental?
El Cristo Cósmico
Reflexionar
sobre la presencia de Dios en el mundo, conduce a repensar la Cristología. Para
Mathew Fox, es la imagen del Cristo Cósmico, la que permite aflorar una nueva
cosmología. Asumir esta perspectiva del Cristo Cósmico implicará un cambio
profundo en las representaciones mentales, un cambio de paradigmas: un salto
del antropocentrismo a una cosmología viva; de Newton a Einstein; de una
mentalidad en partes al todo; del racionalismo al misticismo; de la obediencia
a la creatividad como primado de la virtud moral; de la salvación personal a la
sanación comunitaria; del teísmo (Dios fuera de nosotros) al panenteísmo (Dios
en nosotros y nosotros en Dios); de la religión de la caída–redención a la
espiritualidad centrada en la creación. Pero el Cristo Cósmico no está en el
más allá sino que se manifiesta en nosotros, que estamos llamados a ser
profetas del cosmos (justicia) sobre el caos (desorden e injusticia).
La
perspectiva del Cristo Cósmico, es la única posibilidad, para Fox, de impedir
la muerte de la Madre Tierra. Tierra que está muriendo en la mística, en la
creatividad, en la sabiduría, en los jóvenes, los pueblos indígenas, las
iglesias. A partir de ella es posible construir lo que es presentado como una
espiritualidad liberadora para el Primer Mundo, retomando varias de las
afirmaciones de la Teología de la Liberación latinoamericana.
Una nueva teología de la creación
Afirmar
un universo en expansión y en evolución y que la creación está en Dios y Dios
está en la creación implica reconocer la presencia del Espíritu Santo que constantemente
recrea la Creación. Esta es un proceso permanente, no algo que ocurrió
simplemente en el pasado sino algo que está ocurriendo en el presente y
ocurrirá en el futuro.
Considerar
la creación como un proceso está directamente vinculado a la teología
procesual, una de las fuentes de la nueva teología ecológica. Esta corriente
teológica tiene, para Rosemary Radford-Ruether, por ejemplo, muchas afinidades
con el pensamiento de Pierre Teilhard de Chardin, en particular en lo que tiene
que ver con la realidad de la “mente” en todas las criaturas, incluso en los
movimientos de las partículas subatómicas. La referencia a Teilhard es
interesante ya que él también habla del Cristo Cósmico y de la transparencia de
Dios. “El gran misterio del cristianismo no es la aparición sino la
transparencia de Dios en el universo. Oh sí, Señor, no solamente el rayo que
aflora mas el rayo que penetra. No tu Epifanía, Jesús, sino tu Dia-fanía”. De
esta forma, el panenteísmo al subrayar la transparencia de Dios, se convierte
en un vínculo entre la inmanencia (estar dentro de) y la trascendencia (estar
más allá de), expresadas acertadamente en la clásica formulación de San
Agustín: “Dios es más íntimo que lo íntimo mío, y superior a lo más alto que
hay en mí“.
Creación y sanación
La
perspectiva procesual panenteísta tiene otras derivaciones. Un cristianismo
ecológico enfatiza que el prójimo incluye también seres humanos y no humanos.
La presencia de Dios, del Espíritu Santo que posibilita el amor a sí mismo y al
prójimo, adquiere de esta forma perspectivas más amplias. Entre ellas, puede
ser subrayada la perspectiva sanadora. De hecho, la sanación, es la
contrapropuesta ecofeminista al dominio masculino de la creación.
El
objetivo primero del ecofeminismo es, para Ruether, la sanación de la tierra.
Esta sanación no es, como pretenden algunos, una experiencia individual e
intimista, sino integral, es decir, que incluye una relación sanada entre
hombres y mujeres, entre clases y naciones, entre los seres humanos y la
tierra. Estas suponen a su vez una nueva narración. Los relatos clásicos de la
creación, la destrucción del mundo, el pecado y el mal, están imbuidos para
Ruether de patriarcalismo. Es necesario reinterpretar, entonces, la tradición
de la Alianza para que pueda servir de base de una verdadera espiritualidad y
ética ecológica.
En clave latinoamericana
Más
arriba mencionamos cómo Yvone Gebara, desde una óptica latinoamericana,
reflexiona sobre los contenidos del ecofeminismo. Otro de los teólogos
latinoamericanas que ha intentado integrar estos temas en su propuesta ha sido
Leonardo Boff. Para él, existen diversos caminos que expresan la nueva
cosmología: la realidad cuántica, el proceso evolucionario cósmico, el carácter
procesual y escatológico de la naturaleza, la sacramentalidad de todas las
cosas y el panenteísmo. Este último puede ser considerado como el concepto
articulador de la propuesta boffiana. El panenteísmo es una consecuencia
necesaria de la asunción de la nueva cosmología en la teología. Esta a su vez
verá reformuladas algunos de sus capítulos por causa de esta acentuación
panenteísta. Veamos, en los párrafos siguientes algunas afirmaciones de este
autor.
Una teología de la creación que asuma la nueva cosmología subraya la creación
como juego de la expresión divina, espejo en el cual Dios mismo se ve. En esta
perspectiva el ser humano no está encima sino dentro de la creación. El mundo
no es fruto de su deseo o de su creatividad, el mundo no le pertenece,
pertenece a Dios, su creador. Pero el mundo le es dado como un jardín que debe cultivar
y cuidar, por eso su relación es de responsabilidad y cuidado. El ser humano
sólo podrá ser humano y realizarse, realizando el mundo e insertándose en él en
la forma del trabajo y del cuidado. Al contrario de una inserción destructiva y
dominadora, nos encontramos frente a una inserción profundamente ecológica y
destinada a mantener el equilibrio de la creación, avanzando y siendo
transformada por el trabajo humano.
Esta
teología de la creación nos ayudará a redefinir el sentido de una teología de la redención. Redención que
supone un drama, una caída en la creación y una ruptura en la vocación humana
que toca a todos los humanos y a su entorno cósmico. Porque el ser humano no
cultivó ni preservó la creación ella misma se siente herida y gime y clama por
la liberación (Rom 8, 22). El ser humano no tiene el poder absoluto sobre al
obra de Dios para dañarla en su corazón, pero puede herirla gravemente. La
redención reasume la creación, reorienta la flecha del tiempo y sana la herida
producida.
El
panenteísmo revela, además, el profundo sentido de sacramentalidad de todas las cosas. Si Dios está en toda la
creación, cada creatura es signo del Creador. Pero, en clave escatológica,
debemos reconocer un proceso evolutivo inacabado, por lo que la sacramentalidad
será siempre fragmentada y velada. Sólo en el final se dará el descanso
sabático de toda la creación.
El
Dios en la Creación refleja la inter-relación entre el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo como un juego de relaciones perijoréticas. La Trinidad nos coloca en el centro de una
visión de relaciones de reciprocidad. En la Trinidad, como ya vimos, el lugar
del Espíritu Santo adquiere especial relieve en el contexto de la propuesta del
panenteísmo. Si Dios está en todo y todo está en Dios, esto es merced a la
tercera persona de la Trinidad cristiana.
Todo
lo anterior obliga a repensar la cristología. Aquí Boff retoma muchos de los
aspectos del Cristo Cósmico de Teilhard y Fox de los que presentamos
anteriormente. Desde la creación hasta la vida, muerte y resurrección del Jesús
histórico, hay un proceso evolutivo que tiende escatológicamente hacia la
recapitulación de todo lo creado en Cristo.
¿Y las comunidades? ¿Y los pobres? ¿Cómo trasmitir este mensaje a las comunidades? Somos
conscientes que muchos de los términos arriba mencionados pueden ser difíciles
para trasmitir en la catequesis, las celebraciones, las comunidades de lectura
de la Biblia, etc. Pero no lo son más que otros conceptos teológicos
tradicionales. Una importante labor de divulgación y asimilación es,
evidentemente, necesaria. No sólo como forma de reinterpretar adecuadamente el
cristianismo ante los desafíos actuales, sino también porque las comunidades
más pobres son y serán las más afectadas, por ejemplo, por las consecuencias
del cambio climático, como lo reconoce el informe del Grupo Intergubernamental
de Expertos sobre Cambio Climático, que puede ser considerada la opinión de
consenso de la comunidad científica sobre esta problemática. Como lo expresa
Yvone Gebara, el destino de los oprimidos(as) está íntimamente ligado a este
planeta vivo, vulnerable a los comportamientos destructivos de la humanidad.
En
un diálogo con la nueva cosmología y la ecología, el horizonte liberador de la
teología, característico de la teología latinoamericana, debe ampliarse,
reconociendo que toda la creación debe ser liberada, comenzando por las
comunidades más vulnerables, los pobres, los indígenas, teniendo en cuenta
también las culturas y las especies que están desapareciendo. La crisis del
cambio climático es un claro ejemplo de que la Tierra como un todo está
amenazada. Pero también es importante reconocer que no todos han contribuido de
la misma manera ni sufrirán los efectos de igual modo. Por eso la dimensión de
justicia, que implica, entre otras cosas, el reconocimiento de la
responsabilidad histórica de los países industrializados, debe incluirse en una
reflexión teológica que asuma la ecología y la nueva cosmología. Así, junto a
la necesaria reformulación de los contenidos dogmáticos de la teología, la
espiritualidad y la ética deben también ser adecuadas a estos nuevos desafíos.
Tomado de:
Koinonia
Tomado de:
Koinonia