LA OTRA NAVIDAD
Written by Jesús Peláez
1 Apuntes “académicos”
en torno al Belén
Bajo este título voy a
dar unas pinceladas breves sobre la historicidad de los datos que los
evangelios dan sobre el nacimiento de Jesús y sobre su familia.
Frente a la escasez de noticias sobre Jesús por parte de los historiadores judíos o greco-romanos, el Nuevo Testamento, en general, y los evangelios sinópticos, en particular, dan abundantes noticias sobre Jesús, aunque resulte difícil saber con certeza qué es lo histórico o no en ellos, pues los evangelios no son libros de historia y lo que allí se dice de Jesús es una recreación de su figura a la luz de la fe de los primeros cristianos y de las Sagradas Escrituras judías.
Con todo se pueden
enumerar algunos datos que los historiadores consideran razonablemente
aceptables desde el punto de vista histórico.
Lo que nos cuentan los
evangelios de la infancia de Jesús en los dos primeros capítulos de los
evangelios de Mateo y Lucas no son relatos históricos, sino una especie de
catequesis sobre los primeros años de la vida de Jesús, nombre este bastante
común entre los judíos, en hebreo Yehoshua (Yahvé salva). Así se llamaba el
autor del libro del Eclesiástico, y el caudillo (Josué= Jesús) que condujo al
pueblo de Israel hasta la tierra prometida.
Son dos los
evangelistas que hablan del nacimiento e infancia de Jesús: Mateo y Lucas.
En el Evangelio de Mateo, José es el
protagonista que salva a su familia, llevándola a Egipto como el patriarca José
en el libro del Génesis (cc. 45-46) lo había hecho con la suya. Como el faraón
mandó matar a los primogénitos de Egipto, Herodes manda matar a los niños de Belén
y alrededores. Como Moisés sacó al pueblo de la esclavitud de Egipto, Jesús
sacará al pueblo de la esclavitud de la muerte para llevarlos a la tierra
prometida de la resurrección.
El evangelio de Lucas
(cc. 1 y 2), por su parte, no sabe casi nada de esta historia de la infancia de
Jesus en el evangelio de Mateo. Este presenta dos historias paralelas: la del
anuncio y nacimiento de Juan Bautista y Jesús. En el centro del relato de Lucas
se narra el encuentro entre María e Isabel. En el evangelio de Lucas, la
protagonista es María y no José.
Entre estos dos
evangelios hay dos puntos en común: el nacimiento de Jesus en Belén y la
concepción virginal de María; poco más. Lucas no sabe nada de los magos y Mateo
nada de los pastores. Para Mateo, Jesús nace en tiempos del rey Herodes y para
Lucas con ocasión del censo de Quirino que mandó que cada uno fuese a
inscribirse en su ciudad.
Con ambos relatos,
entendidos casi al pie de la letra, como si de hechos históricamente acaecidos
se tratase, se han montado los belenes de Navidad.
LA OTRA NAVIDAD
2 ¿Nacimiento en Belén
o en Nazaret?
Belén (= Bet-lehem:
casa del pan o casa de “Lahmu”, divinidad acádica) era una aldea rodeada de
estepas desérticas, a unos siete kilómetros de Jerusalén, la capital. Miqueas
(5,1) lo había profetizado: «Pero tú, Belén de Éfrata, eres la más pequeña
entre las aldeas de Judá; de ti sacaré al que ha de ser jefe de Israel...». El
evangelista Mateo cita esta profecía con algunas correcciones: «Y tú Belén,
tierra de Judá», no «eres» ni mucho menos «la última de las aldeas de Judá».
Para él, la aldea se crece porque nacerá en ella el jefe de Israel.
En contra de lo que
dicen los evangelios, creemos que Nazaret y no Belén pudo haber sido el lugar
del nacimiento de Jesús, dato que puede estar influenciado por el hecho de que
a Jesús se le presenta como Mesías, sucesor de David, rey que nació en Belén
(cfr. 1Sam 16)). Sin embargo, llama la atención que nunca más se cite a Belén
en el resto del Nuevo Testamento y se diga que Jesús era de Nazaret o se le
aplique el adjetivo “nazareno” o “nazoraios”, palabra esta que puede significar
“retoño de Jesé, o descendiente legítimo de Jesé del que provendría el Mesías”.
La infancia de Jesús
transcurrió en Nazaret, y si a este se le cita como Jesús de Nazaret y no de
Belén (Jn 1,46; 7,41; Mc 6,1-6) - en tiempos de Jesús se nombraba a la gente
por el lugar de su nacimiento- tal vez, al hacerlo nacer en Belén, los
evangelistas Mateo y Lucas (los únicos que afirman esto) están pensando en que
Jesús sería como David, rey, haciéndolo nacer en Belén, lugar del nacimiento
del David.
Nada dicen los
evangelios del día y mes del año de su nacimiento, ni siquiera del lugar
exacto: lo del portal, la cueva o la gruta no aparece en ellos; por supuesto
que tampoco el buey y la mula -con función de calefacción natural de otras
épocas- pertenecen al relato evangélico. No sabemos la fecha del nacimiento de
Jesús, pero es muy probable que naciese antes del fallecimiento del rey
Herodes, el Grande (año 4 a. C.) en torno al año 5 ó 6 a. C. Fue el monje
bizantino Dionisio el exiguo el que estableció el calendario cristiano frente
al calendario diocleciano imperante. Este monje se equivocó de 4 a 7 años en la
datación del reinado de Herodes el Grande, haciendo que Jesús naciese el año 753
de la Fundación de Roma, cuando debió suceder hacia el 746.
Desde el siglo IV, los
cristianos decidieron celebrar el nacimiento de Jesús el día en que los romanos
celebraban la fiesta del solsticio de invierno (24-25 de diciembre), día de
Mitra, dios solar de Persia, adoptado por los romanos. En este día, el sol
alcanza, en su movimiento aparente, su distancia máxima de la tierra y comienza
a acercarse a ella aumentando su intensidad. El dios 'sol invicto' recibía en
aquella fecha toda clase de cultos y ofrendas. Los cristianos sustituyeron el
'Astro Sol' por el 'Sol de Justicia-Jesús', que se acerca a los hombres. Nació
así nuestra fiesta de Nochebuena y Navidad, que coincide también con el
presunto nacimiento de Mitra, dios del sol.
Tampoco es auténtico el
dato del evangelio de Lucas que dice que Jesús nació en los tiempos del censo
de Quirino, pues este se celebró en el 6/7 d.C. (Lc 2,2).
LA OTRA NAVIDAD
3 Los magos de Oriente
y la estrella
La llegada de los magos
de Oriente a Jerusalén para entrevistarse con Herodes carece de fundamentación
histórica. El texto evangélico dice que “Unos magos de Oriente se presentaron
en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque
hemos visto salir su estrella y venimos a rendirle homenaje» (Mt 2,1-2). Se
creía por entonces que el nacimiento de todo gran personaje en la tierra era
acompañado por la aparición de una estrella en el firmamento. Lo de «la
estrella», sobre la que se han lanzado todo tipo de hipótesis (¿fue un cometa?
¿la conjunción de los planetas Saturno, Júpiter y Marte, que, según Keppler,
tuvo lugar el 747 de la fundación de Roma?), es un símbolo. En el libro de los
Números (24,17) se dice: «Avanza la estrella de Jacob y sube el cetro de
Israel.» Esta estrella es símbolo del Mesías, que conduce a los paganos a la
luz de la fe, hecho anunciado por el profeta Balaán, el de la famosa burra
contestataria, en contra de la voluntad del rey Balac. Balaán era mago. En la
estrella que conduce a los magos a Jesús ve el evangelista Mateo la marcha de
los paganos hasta la fe.
Mateo, mediante el
relato de los magos, especifica que la salvación que trae Jesús no se limita al
pueblo judío, «su pueblo» (Mt 1,21), sino que abraza toda la humanidad
representada por estos magos de Oriente (Mt 2,1). La salvación que trae Jesús
es universal. La primera visita que recibe Jesus de niño no es ni la del Sumo o
sumos sacerdotes, ni la de los saduceos, pertenecientes a la aristocracia terrateniente,
encargados del mantenimiento del templo y de culto, sino de unos magos, unos
paganos, dedicados a un arte prohibido en la Biblia: la magia. Estos eran
originarios, tal vez, de la tribu de los Medos, que llegó a convertirse en
casta sacerdotal entre los persas. Practicaban la adivinación, la medicina y la
astrología, prácticas que, en la Biblia, no gozan de buena reputación (1 Sm
28,3; Dt 18,9-13; Dn 1,20; 2,2-10). Aunque la práctica de la magia no es
desconocida en el Antiguo Testamento, sin embargo el libro del Éxodo castiga
con la muerte a la mujer hechicera (Éx 22,27). Llama la atención que los
primeros que visitan al niño sean unos extranjeros y, por tanto, paganos, con
una profesión condenada en la Biblia.
De los magos hemos
sabido (¿inventado?) más con el tiempo. Y así en el siglo III se les dio el
título de reyes, título que no aparece en los evangelios, e incluso se comenzó
a decir que eran tres, teniendo en cuenta los tres regalos que llevan al niño:
oro (regalo real), incienso (para el culto) y mirra (para ungir el cadáver el
día de la muerte). Antes de esta fecha la iconografía habla de dos, tres y
cuatro magos, y en las iglesias ortodoxa siria y en la apostólica armenia se
afirma que eran doce de acuerdo con el número de apóstoles o con el número de
tribus de Israel.
Que se llamen Melchor,
Gaspar y Baltasar aparece por primera vez en el mosaico de San Apollinare Nuovo
de Rávena, que data del siglo vi d. C. y en el Evangelio armenio de la Infancia
de la misma fecha. En el mosaico se ve ya a los tres magos, con indumentaria
persa y sus respectivos nombres. Fue Cesáreo de Arlés (s. VI) quien comenzó a
denominarlos “reyes”, basándose en el salmo 71,10 (“¡Que los reyes de Tarsis y
las Islas le paguen tributo!”) e Isaías 49, 7ss (“Te verán los reyes y se
alzarán los príncipes y se postrarán”). San Beda el venerable (s. VIII) los
considera representantes de Europa, Asia y África, los tres continentes
conocidos en aquel tiempo. En el siglo XII se trasladaron sus supuestos huesos
desde Milán a la catedral de Colonia, donde hoy son venerados. Solo en el s. XV
se les representa vestidos de reyes y, por primera vez, a Baltasar con la tez
negra. Estos tres reyes representan los grupos étnicos reconocidos en la Edad
Media: Melchor, los europeos; Gaspar, los asiáticos, y Baltasar, los africanos.
Resulta extraño y
cuando menos sorprendente que los primeros visitantes del niño, tras su
nacimiento, fuesen paganos o extranjeros, mal vistos por la religión oficial
judía (magos).
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4 ¿Nacimiento virginal?
La concepción virginal
de Jesús es afirmada por los evangelistas Mateo y Lucas. Mateo (1,18) dice:
“María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó
que esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo”. Y el evangelista Lucas
(1,33-35) refiere que “María dijo al ángel: -¿Cómo sucederá eso, si no vivo con
un hombre? El ángel le contestó: -El Espíritu Santo bajará sobre ti y la fuerza
del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso al que va a nacer lo llamarán
‘Consagrado’, ‘Hijo de Dios’.
Si la concepción de
Jesús se presenta como extraordinaria, su nacimiento fue totalmente normal:
«Estando allí, le llegó a María el tiempo del parto, dio a luz a su hijo
primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no encontraron
sitio en la posada» (Lc 2,7). Como cualquier mujer, con dolor y angustia, María
dio a luz a su hijo. A la usanza de la época, el cuerpo tierno de aquel niño
fue vendado fuertemente con jirones de tela, pues los antiguos creían que, de
no hacerse así, el niño crecería deformado y sus huesos no se solidificarían.
No es posible sostener
históricamente que Jesús naciera de una madre virgen. Esta afirmación es
materia únicamente de fe. En el Antiguo Testamento, los personajes más
importantes nacen de madres mayores o estériles (Isaac, de Abrahán y Sara;
Sansón de madre estéril; Zacarias conciben a su hijo Juan, de mayores y sin
hijos), mostrando de este modo una intervención extraordinaria de Dios.
Así cuenta la Biblia el
nacimiento de Sansón (Jueces 13 2-7): “Había en Sorá un hombre de la tribu de
Dan, llamado Manoj. Su mujer era estéril y no había tenido hijos. El ángel del
Señor se apareció a la mujer y le dijo: -Eres estéril y no has tenido hijos.
Pero concebirás y darás a luz un hijo; ten cuidado de no beber vino ni licor,
ni comer nada impuro, porque concebirás y darás a luz un hijo, no pasará la
navaja por su cabeza, porque el niño estará consagrado a Dios desde antes de
nacer. Él empezará a salvar a Israel de los filisteos. La mujer fue a decirle a
su marido: -Me ha visitado un hombre de Dios que, por su aspecto terrible,
parecía un mensajero divino; pero no le pregunté de dónde era ni él me dijo su
nombre. Sólo me dijo: -Concebirás y darás a luz un hijo; ten cuidado de no
beber vino ni licor, ni comer nada impuro, porque el niño estará consagrado a
Dios desde antes de nacer hasta el día de su muerte.
El paralelismo entre
este relato y el de la anunciación de María es tan grande que podemos pensar
que se trata, sin duda, de un patrón literario utilizado para el nacimiento de
algunos de los personajes importantes del Antiguo Testamento. Jesús, sin
embargo, no nace ni de una madre mayor, ni de una estéril, sino de una joven
desposada y por obra del Espíritu Santo.
En la mitología griega,
los héroes nacían de la unión sexual entre un Dios y un ser humano; en el
evangelio, Jesús nace por obra del Espíritu Santo sin intervención de varón.
Todos los nacimientos extraordinarios del Antiguo Testamento mostraban con la
colaboración humana el poder de Dios. En el caso de Jesús, este nace por entero
de Dios sin colaboración humana. Tal vez este es el núcleo del mensaje
evangélico.
La concepción virginal
de Jesús no aparece cuestionada por los evangelios de Mateo y Lucas, pero nunca
se alude más a ella en los evangelios, ni en el resto del Nuevo Testamento.
Del parto virginal
-como el rayo del sol por el cristal sin romperlo ni mancharlo- no tenemos
ningún dato en los evangelios canónicos, pues Lucas habla de un parto
totalmente natural sin dar más detalles: “Mientras estaban ellos allí le llegó
el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y
lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada” (Lc
2,6-7).
De la virginidad de
María después del parto no dicen nada evangelios, más bien parecen afirmar lo
contrario, cuando hablan con naturalidad de los hermanos de Jesús: Santiago,
José, Judas, Simón y de sus hermanas, aunque de éstas no se da su nombre (Mt
3,31-35; Mc 6,3).
Desde muy pronto se
suscitó una gran controversia en torno al origen de Jesús, dada la virginidad
de María según los evangelios de Mateo y Lucas. Sectores judíos lo acusaban de
ser hijo ilegítimo de María, y el reproche, que en aquella cultura resultaba
gravísimo, quizá se refleje ya en los evangelios (Jn 8, 37-41) donde los judíos
le dicen a Jesús: -Nosotros no hemos nacido de prostitución; tenemos un solo
padre, Dios”.
Entre las tradiciones
rabínicas y talmúdicas tardías se identificó a Jesús con un tal Ben Stada, un
peligroso embaucador del pueblo que murió lapidado, así como con Ben Pandera o
Ben Pantera, el hijo de una relación adúltera de una tal María, doncella judía,
con un legionario romano, llamado Pantera.
En el seno de la
Iglesia hubo más tarde todo un debate al respecto: los helvidianos (a. 380)
mantenían que se trataba de hermanos de sangre; los seguidores de Epifanio (año
382) decían que eran hijos de una primera mujer de José, y los seguidores de
Jerónimo (a. 383) los consideraban primos de Jesus, hijos de María de Cleofás,
hermana de la madre de Jesús.
LA OTRA NAVIDAD
5 La infancia de Jesús:
¿Historia y/o teología?
Podemos preguntarnos
qué hay de histórico en el relato de la infancia de Jesús en el evangelio de
Mateo en algunos puntos:
Sacerdotes y letrados,
y pastores
Entre los personajes
que aparecen en los evangelios de la infancia podemos citar al ala eclesiástica
de la época (los sacerdotes) y de la cultura del momento (los letrados). Estos
pasaron a Herodes toda la información para llegar a Jesús, pero, acomodados e
instalados en su saber y posición social, no sintieron el más mínimo interés
por acudir hasta él: «Herodes... convocó a todos los sumos sacerdotes y
letrados del pueblo y les pidió información sobre dónde tenía que nacer el
Mesías. Ellos le contestaron: en Belén de Judá, así lo escribió el profeta» (Mt
2,3-4).
El evangelio de Mateo
no sabe nada de los pastores que aparecen en el relato de Lucas con un
destacado protagonismo, pues es a ello a quienes se anuncia el nacimiento del
niño. Los pastores pertenecían en tiempos de Jesús a las clases marginadas del
país, equiparados a recaudadores y publicanos, ladrones por obligación y
profesión. Por ser considerados embusteros no podían hacer de testigos en los
juicios. No cobraban salario por su trabajo; recibían la manutención a cambio y
tenían obligación de reponer las pérdidas de ganados a sus amos. El modo
concreto de hacerlo era el robo de ovejas a otros pastores. Sorprende que, en
el relato del evangelista Lucas, el nacimiento de Jesús se anuncie a esa clase
de individuos tanto como que, en el evangelio de Mateo, sean los magos los
primeros que acudan a Jesús. En el caso de los pastores, se trata de gente
marginada dentro de la religión de Israel; en el de los magos, paganos de otro
país, con una profesión vituperada en la Biblia.
La matanza de los
inocentes.
El evangelio de Mateo
describe la matanza de los niños menores de dos años que habitan en Belén (Mt
2,16). El texto, al utilizar la expresión «todos los niños de Belén y de todo
su término» (Mt 2,16), insinúa una masacre amplia, pero atendiendo a la
población de Belén durante la época herodiana, de haber sido un hecho
histórico, el número de niños asesinados no pudo ser elevado.
Y aunque el historiador
judío Flavio Josefo documenta los últimos años del rey Herodes destacando su
brutalidad, llama la atención el hecho de que no mencione para nada la matanza
de los niños inocentes de Belén. Por otra parte, esta historia está contaminada
de otra que aparece en el libro del Éxodo (2,1-10) que refiere la muerte de los
niños hebreos ordenada por el faraón (Ex 1,8-22), de la que se libra Moisés (Ex
2,1- 10), como en el relato de Mateo se salva Jesús. De este modo, el
evangelista pone en paralelo la vida de Jesús y la de Moisés. Para Mateo, Jesús
es el nuevo Moisés.
Es cierto que no está
documentada históricamente la matanza de los inocentes; pero es verosímil que
Herodes realizara asesinatos masivos para conservar el trono. Herodes,
denominado el Grande, era famoso por las magníficas construcciones que hizo
levantar en todo el país para ganarse el favor de los judíos, pues no era
judío, o para refugiarse en caso de ser perseguido por estos (las fortalezas en
lugares inaccesibles como el Herodium, Massada, Maqueronte, entre otras). Pero
alcanzó fama también por su crueldad: mandó matar a su yerno, ahogado; mató a
sus hijos Aristóbulo y Alejandro; estranguló a su mujer, Mariamme. Cinco días
antes de morir ordenó que asesinaran a su hijo mayor, Antípatro, y dio orden de
hacer perecer, después de su muerte, a todos los “notables” de Jericó para que
hubiera lágrimas en sus funerales. Cuando los fariseos predijeron que Herodes
sería depuesto por su hermano Feroas, aquél mandó matar a muchos fariseos, como
puede leerse en la obra de Flavio Josefo, Antigüedades judías, 11,4,3. 11, 4,
n. 3.
Mateo narra la huida de
la familia de Jesús a Egipto después de que los sabios burlasen a Herodes (Mt
2,13), y menciona el regreso de esta tras la muerte de Herodes (Mt 2,19-21).
Según los datos históricos, el poder de Herodes no llegaba a Egipto, pues
estaba controlado por Roma desde el año 30 a.C. Sin embargo, el país del Nilo
había constituido desde antiguo un lugar de asilo para Israel, por eso no es
extraño que Mateo sitúe allí el refugio de la familia de Jesús. Algunos
personajes del Antiguo Testamento encontraron refugio en Egipto: Jeroboán,
perseguido por Salomón (1Re 11,40; debemos apreciar la semejanza de este texto
con Mt 2,14); Urías, hijo de Semayas acosado por Joaquín (Jr 26,21) y Onías IV
(172 a.C.) perseguido por Antíoco Epífanes, como refiere Flavio Josefo en
Antigüedades judías, IX, n. 387.
Sin embargo, la huida de la familia a Egipto está influenciada por el Antiguo Testamento en el que se cuenta que Jacob fue desde Canaán a Egipto con sus hijos, invitado por el patriarca José (Gn 46). Notemos que, en Mt 2,14, el único personaje citado por su nombre es José; ese detalle relaciona la figura de José, padre de Jesús, con José, el patriarca, el hijo de Jacob.
Sin embargo, la huida de la familia a Egipto está influenciada por el Antiguo Testamento en el que se cuenta que Jacob fue desde Canaán a Egipto con sus hijos, invitado por el patriarca José (Gn 46). Notemos que, en Mt 2,14, el único personaje citado por su nombre es José; ese detalle relaciona la figura de José, padre de Jesús, con José, el patriarca, el hijo de Jacob.
No es de extrañar que
Mateo, al decirnos que el padre de Jesús se llamaba José, esté apuntando al
papel que el patriarca José tuvo para con su familia. Este, vendido a unos
mercaderes, llegó a ser visir de la corte del faraón y, cuando sus hermanos
viajan a Egipto para comprar trigo, se les da a conocer y los invita a desplazarse
a ese país (Gén 42,1-44,34), salvándolos de aquella hambruna que ponía en
peligro su vida en tierras de Canaán. José, el padre de Jesús, lleva a María y
Jesús a Egipto, huyendo de la cólera de Herodes y salvando de este modo la vida
del niño.
LA OTRA NAVIDAD
6 Lugar de trabajo de
José y Jesús: ¿Nazaret o Séforis?
La provincia de
Galilea, según algunos autores, fue en tiempos de Jesús una provincia pacífica
con pocas diferencias religiosas con Judea. Otros autores, al contrario, dicen
que Galilea estaba muy revuelta por las dificultades económicas y por el
proceso de urbanización en el que se hallaba inmersa bajo el reinado de Herodes
Antipas. Galilea era ciertamente una región helenizada con influencia de
filósofos cínicos, pero con muchos habitantes judíos.
Los judíos de Galilea
eran diferentes a los de Jerusalén donde el influjo del Templo era mayor y la
presencia de escribas, más numerosa. En tiempo de Jesús, Galilea era un reino
vasallo de Roma bajo la dinastía herodiana, mientras que Judea estaba bajo el
control directo de Roma, que tenía allí un prefecto que dependía del legado de
Siria.
Nazaret era un pueblo
pequeño y pobre, como ha puesto de manifiesto la arqueología, pero que está a
solo 5 km. de Séforis, ciudad reedificada por Herodes Antipas, que la convirtió
en capital de Galilea. Esta ciudad y otras que había en el entorno ejercieron
una presión muy fuerte con los habitantes de las aldeas circundantes, que
comenzaron a vivir de la amplia demanda de productos que venían de ellas. Jesús
y su padre José tal vez pudieron encontrar trabajo en Séforis.
La existencia de esta
ciudad -y de otras que había en la zona llamada Decápolis (Diez ciudades)-
cambió la vida de las aldeas que había en su entorno, pues los romanos grababan
sobre ellos enormes cargas impositivas, con las que los herodianos financiaban
su política de grandes obras públicas; a esto hay que añadir los impuestos
exigidos por el Templo de Jerusalén. Las pequeñas propiedades agrícolas
familiares no podían hacer frente a tal situación. Consecuentemente se dio un
proceso de concentración de la propiedad, de modo que los pequeños propietarios
se convertían en jornaleros, a veces incluso en esclavos, y la emigración fuera
del país era muy numerosa.
Curiosamente, este
rechazo de los aldeanos a la nueva situación producida por la demanda de estas
ciudades, puede explicar el hecho de que Jesus no aparezca nunca en los
Evangelios visitando núcleos urbanos importantes, a excepción de Jerusalén.
No podemos decir con
certeza que Jesús trabajase de joven en Séforis. Pero es verosímil que tanto él
como su padre lo hiciesen dada la corta distancia que había entre Nazaret y
Séforis y la gran demanda de trabajo que había en las ciudades de la Decápolis,
aunque los evangelios no nos dicen nada al respecto.
En resumen, es verosímil que Jesús se acercara a Séforis
ocasionalmente en su juventud o que tal vez realizase algunos trabajos para
esta ciudad; sin embargo, fue probablemente el poder de Herodes Antipas lo que
los mantuvo lejos de Séforis durante su ministerio público, por lo que este
podía tener de subversivo y de crítico con el poder romano. Durante su vida
pública, Jesús no tuvo su centro de actuación en Nazaret, sino en Cafarnaún,
una aldea mayor que Nazaret, situada en la periferia del poder de Antipas y con
fácil acceso a la otra orilla del lago que resultaba mucho más conveniente y
menos peligrosa.
LA OTRA NAVIDAD
7 Los padres de Jesús:
José y María
-De José sabemos que
era descendiente, venido a menos, de la familia de David y que lleva el nombre
del patriarca José que, con motivo de una hambruna, llevó a sus hijos a Egipto.
Es curioso que José desaparece de los evangelios una vez que Jesús comienza su
vida pública. Nada se sabe de él.
La solución tradicional
es que, tal vez, José había muerto ya cuando Jesús comenzó la vida pública.
Como no sabemos la edad de José al nacer Jesús, y dado que la expectativa de
vida era mucho menor en el mundo antiguo que en la mayoría de los países
actuales, es probable que José muriera al alcanzar Jesús la edad de 30-33 años,
lo que supondría que tendría entre 40 ó 50 años, una edad avanzada para aquel
tiempo en que los jóvenes se casaban entre 14 y 18 años.
- En cambio, a María se
la cita durante todo el ministerio público. Así aparece en Mc 3,31 donde se
dice: “Llegó su madre con sus hermanos, y, quedándose fuera, lo mandaron
llamar. Una multitud estaba sentada en torno a él. Le dijeron: -Mira, tu madre
y tus hermanos te buscan ahí fuera. Él les replicó: -¿Quiénes son mi madre y
mis hermanos? Y, paseando la mirada por los que estaban sentados en corro en
torno a él, dijo: -He aquí mi madre y mis hermanos. Quienquiera que lleve a
efecto el designio de Dios, ése es hermano mío y hermana y madre”. Este texto
muestra la tensión existente entre Jesús y su familia, que no entra a oír a
Jesús, sino que quiere sacarlo de su actividad: "quedándose fuera, lo
mandaron llamar", dice el evangelista. Jesús, por su parte, se muestra
partidario de una nueva familia, frente a la familia natural: la de aquellos
que llevan a efecto el designio de Dios.
Diferente tratamiento y
papel tiene María en el evangelio de Juan donde aparece dos veces. En las bodas
de Caná y al pie de la Cruz. En las bodas de Caná, María actúa de mediadora
entre Jesús y los invitados: Al tercer día hubo una boda en Caná de Galilea, y
estaba allí la madre de Jesús; y fue invitado Jesús, como también sus
discípulos, a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús se dirigió a él: -No
tienen vino. Jesús le contestó: -¿Qué nos concierne a mí y a ti, mujer? Todavía
no ha llegado mi hora. Su madre dijo a los sirvientes: -Cualquier cosa que os
diga, hacedla”. Extraña forma de dirigirse Jesús a su madre, llamándola
“mujer”. El matrimonio es en el Antiguo Testamento símbolo frecuente del amor
de Dios por la comunidad y en el Nuevo, símbolo de la unión del Mesías con la
Iglesia. Pero la boda de Jesús no se anuncia como presente pues “no ha llegado
la hora”. La hora apunta a la muerte y resurrección de Jesús, que ratifica la
antigua alianza de amor de Dios con su pueblo.
En el evangelio de Juan
aparece de nuevo María al pie de la cruz (Jn 19, 25-27): “Estaban presentes
junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María la de Cleofás
y María Magdalena. Jesús, entonces, viendo a la madre y, al lado de ella, a su
discípulo predilecto, dijo a la madre: -Mujer, mira a tu hijo. Luego dijo al
discípulo: -Mira a tu madre. Y desde aquella hora la acogió el discípulo en su
casa”. De nuevo llama Jesús a su madre “mujer”, como en las bodas de Caná. Pero
ahora sí ha llegado el momento de la boda de Dios con su pueblo.
Finalmente, María
aparece también al principio del libro de los Hechos de los Apóstoles
(1,13-14): “Cuando entraron, subieron a la sala de arriba donde se alojaban;
eran Pedro y Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo,
Santiago de Alfeo, Simón el Fanático y Judas el de Santiago. Todos ellos
perseveraban unánimes en la oración, con las mujeres, además de María, la madre
de Jesús, y sus hermanos”.
De la familia de María
poco dicen los evangelios. Hablan de su prima Isabel, por lo que Jesús y Juan
Bautista fueron primos hermanos. De sus padres, Joaquín y Ana, y de la
dedicación y vida de María desde los tres años en el templo, los evangelios
apócrifos dan sobradas y fantásticas noticias. Estos mismos evangelios tuvieron
la indelicadeza de presentar a José, el esposo de María, como hombre de
avanzada edad y barba venerable, para preservar así la virginidad de su esposa,
Madre-Virgen... José y María, en todo caso, debieron de ser unos jóvenes
esposos, unos jóvenes más entre tantas jóvenes parejas, sin especial relieve.
Además de estos datos
de los evangelios sobre el nacimiento e infancia de Jesús, hay un solo relato,
en este caso del evangelio de Lucas, que muestra a Jesús casi adolescente,
sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas, a la
edad de doce años, edad en la que se consideraba ya al niño responsable de sus
actos y obligado a observar los 613 mandamientos de la Ley o Torá judía.
Jesús Peláez, (catedrático de Filología Griega y discípulo de Juan Mateos).
Articulo tomado de:
Fe Adulta