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21 de febrero de 2020

Ecológia Integral



La conversión ecológica integral. Un camino de esperanza hacia la paz
La Paz de nuestro Señor, sea con vosotros… y con toda la Tierra.


En el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2020, el papa Francisco nos presenta junto a la necesidad del diálogo y la reconciliación, la “conversión ecológica” como un camino de esperanza hacia la Paz. Pero el papa Francisco no está solo en su denuncia profética. Gracias a los informes exhaustivos de la comunidad científica internacional, políticos, activistas, actores, jóvenes y otros líderes religiosos entre otros, llevan también años alertando de la necesidad de un cambio de estilos de vida, para salvaguardar la habitabilidad de nuestro planeta (condiciones atmosféricas, biodiversidad y ecosistemas terrestres y marinos) y por lo tanto el futuro de la propia humanidad. No habrá Paz, sin una justicia social y medio ambiental que proteja a los más pobres y débiles y salvaguarde la vida del planeta tal y como la conocemos. 


Proliferación de declaraciones de emergencia climática

Este año no han pasado desapercibidas las noticias que van repitiéndose con mayor asiduidad y que proclaman que tal estado, ayuntamiento o entidad ha declarado la emergencia climática, un mantra que muchas veces está vacío de contenido. Son solo algunos ejemplos, pero cabe destacar que el gobierno de España acaba de declararla este mes de enero de 2020, el ayuntamiento de Madrid lo hizo en septiembre de 2019 y Barcelona también la declaró el año pasado, sumándose así a otras instituciones. Pero una cosa es declarar la emergencia climática y otra cosa es ponerse manos a la obra. De nada sirven las declaraciones si no vienen acompañadas de planes detallados que establezcan objetivos, acciones precisas con sus propios presupuestos e indicadores medibles para su seguimiento y que contemplen planes de mitigación para corregir o adaptar estos procesos.

Pero ¿por qué declarar una emergencia climática?, ¿por qué los líderes religiosos se han subido a este carro?, ¿tenemos claras las consecuencias?

La comunidad científica y sus informes

Es verdad que los científicos trabajan con modelos de probabilidad, pero hoy en día son altamente fiables y nos obligan a escuchar y atender sus demandas. Cierto es que sigue habiendo pequeños colectivos que no aciertan a darse cuenta de los “signos de los tiempos” (Lc 12, 54-59), pero la inmensa mayoría de la población mundial lo tiene claro.

Durante el último año, han sido varios los informes que el Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) y otras organizaciones han puesto sobre las mesas de los gobernantes a nivel internacional y local, comunicando la gravedad de la situación. Gracias a ellos vamos tomando conciencia de que se está produciendo un cambio climático acelerado (sin precedentes) desde finales del siglo XIX, provocado por la acción humana (cambio climático antropogénico), que ya está teniendo consecuencias directas o indirectas sobre la vida del planeta (pérdida de biodiversidad, desaparición de glaciares y por lo tanto de agua dulce…), y que estás se agravaran en los próximos años poniendo en riesgo al propio ser humano.

Las conclusiones del Real Instituto Elcano e IDDRI, coorganizadores de la mesa redonda “The geopolitics of increasing climate ambition”, realizada en el Instituto Elcano el 11 de diciembre de 2019, durante la Cumbre Climática COP25, apunta que el cambio climático está en el centro de las perturbaciones geopolíticas.

El Cambio Climático afecta las relaciones diplomáticas y comerciales entre países y empresas, pues deben ajustarse los sistemas económicos para reducir la emisión de gases de efecto invernadero (la descarbonización y reducción drástica del mercado de combustibles fósiles). En la iglesia católica, el Papa ha convocado a los jóvenes, economistas y empresarios, a un encuentro en Asís (marzo 2020), para avanzar hacia una nueva economía más justa y sostenible, que ponga a los más pobres en el centro y nos ha solicitado la desinversión en energías basadas en combustibles fósiles, a la que varias instituciones se han sumado.

Todo el mundo coincide que la clave está en modificar nuestros “estilos de vida”. Es necesario cambiar nuestros hábitos de consumo, revisar la forma de relacionarse que tienen los países entre sí respecto al Clima y la protección de los recursos comunes globales (Selvas, Glaciares, océanos…), generar y contrastar globalmente los planes de adaptación y lucha locales contra el cambio climático, desde procesos de transición que garanticen una justicia climática y social adecuada.

Hace falta mucho diálogo y reconciliación, entre los distintos actores, para que se respete la soberanía de los países con recursos naturales a la par que se garantiza su protección y se colabore en el desarrollo de los pueblos. Estos cambios son muy importantes y modifican el panorama geoestratégico global, en muchos sentidos. Los países que logren la autosuficiencia energética, serán más independientes y por tanto, generarán un mayor ahorro (energético y sanitario), que en parte, debería invertirse en los fondos solidarios internacionales, que ayuden a desarrollar las mismas condiciones en el resto del planeta.

Una Conversión Ecológica desde la Fe, para responder a la urgente crisis.

LS 202. “Muchas cosas tienen que reorientar su rumbo, pero ante todo la humanidad necesita cambiar. Hace falta la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos. Esta conciencia básica permitiría el desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de vida. Se destaca así un gran desafío cultural, espiritual y educativo que supondrá largos procesos de regeneración.”

Estas y otras muchas palabras ha pronunciado y escrito el papa Francisco, para alentarnos a la conversión ecológica. Siempre desde la esperanza de que, si el 80 % de las personas del planeta se consideran creyentes, las religiones tienen un inmenso potencial para ser generadoras de cambio y el deber de ser coherentes con su tradición.
En el caso de la Iglesia Católica, no ha caído en saco roto. La Doctrina Social de la Iglesia ha crecido en contenido ecológico desde el Concilio Vaticano II y especialmente en los últimos tres pontificados (recordemos que Juan Pablo II fue el primero en solicitar la conversión ecológica y Benedicto XVI ya era llamado el Papa Verde por sus palabras y acciones), faltaba por lo tanto implantar las acciones en las diócesis.

Son varias las Conferencias Episcopales Católicas que han iniciado procesos de conversión ecológica integral en sus territorios. Desde los proyectos culturalmente más cercanos: los proyectos Green Church (Canada 2006) y Église Verte (2015 Francia) que ayudan a certificar procesos comunitarios de conversión, hasta proyectos más distantes en Asía, África y Latinoamérica.

El reciente Sínodo Panamazónico es un claro ejemplo. La iglesia ha denunciado la violencia ejercida contra los pueblos indígenas en su lucha contra la minería extractiva, la contaminación de sus ríos y la destrucción masiva de sus hábitats. Ha denunciado los múltiples asesinatos de líderes indígenas y activistas religiosos y ecológicos, mártires de la ecología integral. Pero también ha aportado vías para reconducir la situación desde la esperanza activa y la Fe de las comunidades cristianas, a través de varias ideas y acciones que transcienden el ámbito geográfico y de las que estos dos puntos del documento final del Sínodo son una muestra:

“82. (…) También proponemos crear ministerios especiales para el cuidado de la “casa común” y la promoción de la ecología integral a nivel parroquial y en cada jurisdicción eclesiástica, que tengan como funciones, entre otras, el cuidado del territorio y de las aguas, así como la promoción de la Encíclica Laudato si’. Asumir el programa pastoral, educativo y de incidencia de la Encíclica Laudato si’ en sus capítulos V y VI en todos los niveles y estructuras de la Iglesia.”

“84. Adoptar hábitos responsables que respeten y valoren a los pueblos del Amazonas, sus tradiciones y sabiduría, protegiendo la tierra y cambiando nuestra cultura de consumo excesivo, la producción de residuos sólidos, estimulando el reúso y el reciclaje. Debemos reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles y el uso de plásticos, cambiando nuestros hábitos alimenticios (exceso de consumo de carne y peces/mariscos) con estilos de vida más sobrios. Comprometerse activamente en la siembra de árboles buscando alternativas sostenibles en agricultura, energía y movilidad que respeten los derechos de la naturaleza y el pueblo. Promover la educación en ecología integral en todos los niveles, promover nuevos modelos económicos e iniciativas que promuevan una calidad de vida sostenible.”

Implantación en las diócesis españolas.

La archidiócesis de Madrid es una clara referencia al respecto, aunque desde 2019 también se están sumado otras diócesis. Solo en este curso académico, la Comisión Diocesana de Ecología Integral del Arzobispado de Madrid ya ha formado a más de 160 sacerdotes e impartido dos sesiones formativas a los seminaristas del Seminario Conciliar de Madrid.  Actualmente quiere desarrollar protocolos de actuación diocesanos y tiene en su agenda varias solicitudes para explicar sus iniciativas, como haremos en el Congreso Nacional de Laicos 2020. Esta comisión, de la que Justicia y Paz y otras instituciones eclesiales son oficialmente miembros (con más de 30 personas), ofrece asesoramiento y da talleres de concienciación sobre la necesidad de asumir la ecología integral en todos los ámbitos pastorales, en parroquias y comunidades e instituciones eclesiales. También es la responsable de la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación en septiembre, celebración a la que acudimos unidos con nuestros hermanos ortodoxos de Madrid, para orar en un monte de la Casa de Campo de Madrid, al estilo de nuestro Señor Jesús, que se retiraba a los montes, o a un huerto de olivos.

En nuestras manos está seguir fomentando los profundos cambios personales, comunitarios y pastorales (espiritualidad, hospitalidad, consumo, economía circular, catequesis, liturgia, infraestructuras, administración, transporte, agua, relación con el entorno natural, relaciones sociales con las entidades locales y vecinales…).  Si queremos ciudades sostenibles y comunidades resilientes a los cambios que están por venir, necesitamos agentes pastorales y ciudadanos responsables formados, que asuman una “ecología integral” en el desempeño de sus funciones.

España será uno de los países más afectados por los problemas medioambientales y nuestras comunidades podrían ser faros que guíen a la sociedad civil en la oscuridad. Muchos retos por delante, pero también mucha esperanza de ver que es posible lograrlo, si nos dejamos convertir al evangelio de Cristo, como custodios del ser humano y del don de Dios que supone su Creación, especialmente en nuestra Casa Común.
La conversión ecológica ha llegado para quedarse ¿te apuntas?

Para saber más: www.cdeimadrid.archimadrid.es
Carlos Jesús Delgado Reguera
Vicepresidente de Justicia y Paz Madrid
26 de enero de 2020

Tomado de
Comisión General de Justicia y paz