Dialogar (La gracia de
dialogar)
El
diálogo desata nudos,
disipa
las suspicacias,
abre
las puertas,
soluciona
los conflictos,
engrandece
la persona,
es
vínculo de unidad
y
“madre” de la fraternidad.
Cristo
Jesús,
núcleo
de la
comunidad
evangélica,
haznos
comprender
que
nuestros resentimientos
se
deben, casi siempre,
a la
falta de diálogo.
Haznos
comprender
que
el diálogo no es un debate
sino
una búsqueda de la verdad
entre
dos o más personas.
Haznos
comprender que
mutuamente
nos
necesitamos
y
nos complementamos
porque
tenemos para dar
y
necesitamos recibir.
Señor,
Jesús,
cuando
aparezca la tensión,
danos
humildad para no querer
imponer
nuestra verdad,
atacando
la del otro;
danos
la gracia
de
saber callar en el momento
oportuno,
de
saber esperar a que el otro
acabe
de expresar por completo
su
verdad.
Danos
la sensatez,
para
reconocer que también
uno
de los dos
puede
estar equivocado
en
algún especto de la verdad,
y
para dejarnos enriquecer
con
la verdad del otro.
Danos,
en fin, la generosidad,
para
pensar que también el otro
busca
honestamente la verdad,
y
para mirar sin prejuicios
y
con benevolencia
las
opiniones ajenas.
Señor
Jesús,
danos
la gracia de dialogar.
Así
sea.
Palabras
para el silencio