“Querida
Amazonía” es un merecido homenaje a tantos mártires que dieron la vida por
algo que querían de verdad
Los
mártires de la Amazonía han resucitado en este proceso sinodal. Estos hombres
y mujeres son precursores de la conversión a la que nos ha llamado el Sínodo
para la Amazonía. Gente que no tuvo miedo en iniciar nuevos caminos
Monseñor
Erwin Kräutler: “lo que me impresionó, desde que llegó aquí en 1982, fue
su opción radical por los pobres”
“Unos
días antes de morir, estuvo aquí conmigo, hablamos sobre la situación y le
dije: Dorothy, estás siendo amenazada. Entonces, ella respondió: ¿quién va a
matar a una anciana como yo?”
“Ella
donó su vida para que todos tengan vida, y eso impresiona"
Su
muerte, como la de tantos mártires, fue ejemplo de compromiso, de fe en el Dios
que nos promete que seremos felices eternamente cuando asumamos su proyecto de
vida
10.02.2020
Hay fechas que
están asociadas a personas concretas. En la Amazonía brasileña, el 12 de
febrero, desde 2005, es una fecha en la que se hace memoria de la hermana Dorothy
Stang, alguien que consideró la Amazonía como una tierra querida,
que no dudó en entregar su vida por una causa, la causa de los pueblos que en
ella habitan. Fue en esa fecha cuando su martirio la convirtió en un icono
de resistencia, en un ejemplo a seguir.
Que ese mismo día se dé a conocer “Querida Amazonía”,
la exhortación post sinodal nacida de todo lo vivido durante la asamblea del
Sínodo para la Amazonía, celebrada en Roma de 6 a 27 de octubre de 2019, y de
los dos años en que, desde la escucha, fue preparada, es un motivo para pensar
en que todo tiene un motivo y que puede ser considerado como un merecido
homenaje a tantos mártires que dieron la vida por algo que querían de
verdad.
Uno de los momentos más emocionantes de la asamblea
sinodal fue la procesión que condujo a sus participantes desde la Basílica
de San Pedro hasta el aula sinodal. Entre los muchos símbolos que
acompañaron los pasos de los padres sinodales, auditores y peritos, estaban
carteles en los que aparecían mártires de la Amazonía. La sangre de los
mártires quería ser una fuerza que alentase el espíritu de los hombres y
mujeres que durante tres semanas fueron pergeñando los nuevos caminos para
la Iglesia y para una ecología integral.
En esos carteles
aparecía la imagen de Alejandro Labaka e Inés Arango, Ezequiel Ramin, Chico
Mendes, Josimo Tavares, Vicente Cañas, Cleusa Rody Coelho, Alcides Jiménez,
Rodolfo Lunkenbein y Simón Bororo, también, junto con la de otros muchos,
la de Dorothy Stang. Ellos entraron y permanecieron en el aula sinodal durante
toda la asamblea, emanando la fuerza de quien renunció a su propia vida para
que su querida Amazonía y los pueblos que la habitan tengan más vida.
Mujeres y hombres cuya sangre se convirtió en semilla de vida nueva, en
Pascua de Resurrección.
Son ellos, y todo lo que defendieron, los que han
resucitado en este proceso sinodal. Estos hombres y mujeres son precursores
de la conversión a la que nos ha llamado el Sínodo para la Amazonía. Gente
que no tuvo miedo en iniciar nuevos caminos de evangelización, de acción
pastoral, gente que se empeñó en defender la Madre Tierra y a los que mantienen
con ella una relación sagrada, mujeres y hombres que dejaron atrás sus culturas
para asumir una nueva, que fueron descubriendo en los pueblos a los que habían
sido enviados, gente que no dudó en vivir la sinodalidad, en caminar junto con
los pueblos.
Uno de los que mejor conocieron la vida y misión de la
hermana Dorothy es Monseñor Erwin Kräutler, obispo emérito del Xingú. Él
reconoce que “lo que me impresionó, desde que llegó aquí en 1982, fue su opción
radical por los pobres”. El obispo recuerda que “ella fue a un área que
en ese momento era, no sólo de pobreza, sino de miseria”. Inclusive, él
mismo señala que “al principio casi no lo creía, porque esta mujer venía de los
Estados Unidos, de la comodidad y de todo lo que se tiene allí en ese país, se
metía en una situación, en una realidad tan cruel. Pero ella fue y se quedó
hasta el día de su muerte”. El ejemplo de la hermana Dorothy, es sólo uno
más de tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia de la presencia de la
Iglesia católica en la Amazonía no dudaron en asumir una nueva forma de vivir.
En el caso de la
religiosa, algo que también impresionó a Monseñor Erwin, que fue obispo del
Xingú de 1981 a 2015, “fue su defensa de la Amazonía, en el sentido del bosque
en pie. Ella no quería que la Amazonía fuera deforestada, y su lucha
también fue en esta dirección. Por esta razón, ella luchó por proyectos de
desarrollo sostenible”. Las consecuencias de esta postura, según el prelado, no
se hicieron esperar, pues, “en ese momento, lógicamente, esta lucha por la
Amazonía en pie, por el bosque en pie, contradecía los intereses de los
grandes terratenientes y madereros”.
Monseñor Kräutler reconoce que “desde el principio,
comenzó un gran complot contra ella, que culminó en su muerte”. A pesar de
eso, él afirma que “nunca creímos en su muerte”. Inclusive, a modo de recuerdo,
él dice que “unos días antes de morir, estuvo aquí conmigo, hablamos sobre la
situación y le dije: Dorothy, estás siendo amenazada. Entonces, ella respondió:
¿quién va a matar a una anciana como yo?”. Esa es un prueba más de la
confianza de alguien que no temía la muerte, que entendía la vida en función de
algo que es mayor.
Según el obispo emérito del Xingú, “Dorothy estuvo
amenazada durante mucho tiempo, muchas veces hablé con ella. Luchamos juntos,
para nosotros dejó un gran legado”. Es por eso, que él no duda en afirmar que
son “15 años de muerte, 15 años de martirio, es un legado para todos
nosotros, es un ejemplo de vida donada”. Recordando sus palabras en el
momento de su martirio, cuando “dije que ella hizo exactamente lo que hizo
Cristo”, Monseñor Erwin insite en que “ella donó su vida para que todos
tengan vida, y eso impresiona. Es una mártir por la causa del Evangelio,
una mártir por la causa que defendió hasta la cruel muerte de la que fue
víctima”.
El testimonio de
los mártires de la Amazonía es un ejemplo de que los nuevos caminos son
posibles, que vale a pena dar la vida para que el Reino de Dios se vaya
haciendo una realidad cada vez más visible en esta tierra, dominada por
intereses similares a los que tenían quienes condenaron a Jesús de Nazaret a
una muerte de Cruz. El Sínodo para la Amazonía ha plantado nuevas semillas,
llegadas de una tierra donde el cuidado ha producido frutos abundantes, que
quieren ser dados a conocer a toda la Iglesia, a todo el mundo.
La vida que no acaba, la vida nacida en la Pascua, esa
vida que permanece de generación en generación, ha iluminado y continúa
alimentando a una Iglesia y unos pueblos que el Sínodo para la Amazonía ha
colocado en el centro del debate eclesial y social. Aquellos que muchos
consideraron enemigos del sistema, y por eso fueron condenados a muerte, han
renacido, han resucitado, continúan generando vida para la casa común y para
los pueblos que de ella cuidan, también para una Iglesia que quiere estar al
lado de lo que y de los que muchos consideran descartables.
La hermana Dorothy, con su rostro sereno, debe estar
contemplando desde la Casa del Padre todo lo que está sucediendo en su querida
Amazonía. Ella, el 12 de febrero de 2005, se dirigía a una comunidad para
hablar sobre los derechos de la Amazonía, cuando fue abordada por dos
pistoleros. Al preguntarla si estaba armada, respondió que su única arma era
la Biblia que llevaba en su bolsa, que comenzó a leer en el pasaje de las
Bienaventuranzas. Su muerte, como la de tantos mártires, fue ejemplo de
compromiso, de fe en el Dios que nos promete que seremos felices eternamente
cuando asumamos su proyecto de vida.
Tomado de:
Religión Digital
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