"El Papa ha dicho bien: no a sacerdotes casados ni mujeres
sacerdotes. Ahora empieza todo"
Pikaza:
"Para 'sacerdotes' en el sentido tradicional católico, sobran los que
tenemos" ´
"No se arregla nada con que
algunos casados puedan ser sacerdotes, ni que se ordenen algunas mujeres, en la
forma actual del sacerdocio clerical"
"En las circunstancias
actuales, 'ordenar' algunas mujeres o casados para este sacerdocio clerical
sería un engaño, una mentira, una equivocación"
"De esta manera, con este
sacerdocio, no podemos transmitir de verdad el evangelio, ni crear comunidades
autónomas, aunque se desertice la Amazonia, aunque se apague un tipo de luz del
Vaticano"
12.02.2020 Xabier Pikaza
Sabrán los lectores lo que ha dicho el
Papa en su documento sobre el Sínodo de la Amazonía: Ni casados sacerdotes, ni
mujeres sacerdotes, y yo estoy de acuerdo: Para “sacerdotes” en
el sentido tradicional católico (¿sobran?) los que tenemos. No se arregla
nada con que algunos casados puedan ser sacerdotes, ni que se ordenen algunas
mujeres, en la forma actual del sacerdocio clerical.
No se trata de poner parches o
tapar agujeros en la tela gastada de la jerarquía, sino de volver
al principio del evangelio, retomando y recreando el camino de Jesús, con
“todos” los creyentes, sin laicos especiales (todos somos laicos, del
laos de Dios, también el Papa y el obispo de mi ciudad), sin sacerdotes
clericales (somos sacerdotes, presencia sagrada y secular de Dios).
Nuevos y
distintos sacerdotes
Por eso me alegro de que el papa haya
dicho lo que ha dicho, pues, en las circunstancias actuales, “ordenar”
algunas mujeres o casados para este sacerdocio clerical sería un engaño, una
mentira, una equivocación. Lo que importa y hace falta no son más
sacerdotes clericales, sino nuevos y distintos sacerdotes, en la línea de
Hebreos, de 1 Pedro, del Apocalipsis de Juan.
No sé si el Papa tenía en su mente lo que
digo, pero hoy por hoy no se podía decir otra cosa que aquello que él
ha dicho: De esta manera, con este sacerdocio, no podemos transmitir de
verdad el evangelio, ni crear comunidades autónomas, aunque se desertice la
Amazonia, aunque se apague un tipo de luz del Vaticano.
Hay que ir más al fondo y renovar el
sacerdocio originario y universal de la Iglesia, para recrear así los
“ministerios” más cercanos a Jesús, más necesarios en nuestro tiempo, conforme
a la palabra de Mt 5 (el evangelio del domingo pasado): Vosotros (¡todos,
como Iglesia!) sois la luz del cosmos.
Muchos no se dan cuenta, pero este
cambio se está dando ya en la Iglesia, en un enorme movimiento, que muchos
descubrimos con gozo, pues ya se está dando, en cientos de lugares en miles de
comunidades..., con nuevos ministros de evangelio, varones y/o mujeres.
La inmensa mayoría de las mujeres
cristianas que conozco no quieren ser “sacerdotes” al estilo clerical de esta iglesia
pasada, aunque estén dispuestas a serlo de otra forma. Son ellas mismas, desde
el evangelio, las que tienen que inventar (encontrar) nuevos ministerios
pascuales de vida y convivencia, de amor y pan compartido (como quiso M.
Magdalena).
En
comunidades que dialoguen
Tampoco los hombres casados que
conozco están deseosos y dispuestos a ser sacerdotes al estilo clerical, para
llevar así en su vida la luz del evangelio. El problema no es
casados o no, mujeres o varones. El problema es enviados de Jesús, presencia de
evangelio, no a lo loco y a lo libre, sin más, sino en comunidades que
dialogan y viven, creando desde su propia vida ministerios de evangelio,
aceptando el pasado, pero renovándolo (pues lo que no se renueva está ya
muerto).
Ése es el problema, no que haya mujeres
o casados sacerdotes clericales, como los de ahora, sino que la iglesia sea
iglesia hermana, amiga, pueblo vivo del Cristo vivo de Dios, que vive el
evangelio en comunión, y que es capaz de suscitar y ratificar ministros
cristianos radicales (no clericales…), mujeres o varones, con su estilo
especial, no clerical, desde el sacerdocio común de todos los fieles, no para
negarlo, sino para confirmarlo. Ésta es la tarea que propongo en mi libro
Ciudad-Biblia, donde no hay sacerdotes-jerarcas para presidir la
Ciudad-Iglesia, sino hermanos y hermanas, todos sacerdotes, conviviendo en
ella:
Sobre este tema vengo pensando y
escribiendo desde hace treinta años. Me gustaría vivir 30 más para ver y
celebrar el cambio que empieza a darse ya, en multitud de comunidades, que
están generando ya nuevos ministerios.
No se trata de que mueran por decreto los
ministerios que ahora existen, sino de que vayan dando paso (¡pero paso
rápido!) a los que están viniendo, porque el evangelio impulsa… y de lo contrario.
De lo
contrario sólo tenemos cuatro salidas:
1.
Volvernos una iglesia del poder sin más, como cierto
Islam. Quedará
una forma de vieja imposición cristiana (no la originaria de Jesús), habrá
muerto en evangelio.
2.
Convertirnos en grupúsculos de sectas, como las que
están barriendo las cristiandades clásicas de América. No nos damos quizá
cuenta, pero el huracán de un tipo de sectas (con apoyos políticos muy‒muy
dudosos) está cambiando el panorama cristiano, no sólo de América, sino del
mundo entero, en general con poco evangelio.
3.
Resignarnos a ser puro folklore, como están pasando en
muchos lugares de vieja cristiandad como en Europa. Eso es lo que
somos en nuestras ciudades… por ejemplo en Salamanca, la de las 84 iglesias,
sobrantes muchas de ellas, cerradas las otras, museos las más bellas.
4.
O desaparecer del todo… a no ser que
empecemos a remar de otra manera. Hay agua de evangelio, hay remeros/as. Es
tiempo de empezar. No podemos seguir 30 años más de interregno.
Tomado de: