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6 de marzo de 2020

El evangelio


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN
MATEO (17, 1-9):

1 Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado.
2 Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.
3 De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
4 Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantará aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
5 Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo».
6 Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor.
7 Jesús se acercó a ellos, y tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan miedo».
8 Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo.
9 Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».
El Monte Tabor

ESCUCHAR SOLO A JESÚS

Jesús toma consigo a sus discípulos más íntimos y los lleva a una << montaña alta >>. No es la montaña a la que le ha llevado el tentador para ofrecerle el poder y la gloria de << todos los reinos del mundo >>. Es la montaña en la que sus más íntimos van a poder descubrir el camino que lleva a la gloria de la resurrección.
Junto a Jesús aparecen Moisés y Elías, tal vez como representantes de la ley y los profetas.
Pedro, sin embargo, no logra intuir el carácter único de Jesús: << Si quieres haré tres chozas: una
para ti, otra para Moisés y otra para Elías. No sabe que a Jesús no hay que equipararlo con nadie. << Todavía estaba hablando Pedro >> cuando oyen su voz misteriosa: << Este es mi Hijo amado >> , el que tiene el rostro glorificado por la resurrección. << Escuchadlo a él >>. A nadie más. Mi hijo es el único legislador, maestro y profeta. No lo confundáis con nadie. Los discípulos caen por los suelos << llenos de espanto >>.
También a los cristianos de hoy nos da miedo escuchar solo a Jesús. No nos atrevemos a ponerlo en el centro de nuestras vidas y comunidades. No le dejamos ser la única y decisiva Palabra. Es el mismo Jesús quien nos puede liberar de tantos miedos, cobardías y ambigüedades si nos dejamos transformar por él.

ESCUCHAR A JESÚS EN LA SOCIEDAD ACTUAL

Vivimos sumergidos en una << cultura de la intrascendencia >>  que ata a la persona al << aquí >> y al << ahora >> haciéndoles vivir solo para lo inmediato,sin apertura alguna al misterio último de la vida.
El hombre se está haciendo incapaz de querer, de ser libre, de juzgar por sí mismo, de cambiar su modo de vida. Se está convirtiendo en el robot disciplinado que trabaja para ganar el dinero que después disfrutará en unas vacaciones colectivas.Lee las revistas de moda, ve las emisiones de televisión que todo el mundo ve, etc.

Necesitamos más que nunca atender la llamada evangélica: << Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo >>. Necesitamos más que nunca pararnos, hacer silencio y escuchar más a Dios revelado en Jesús.
Escuchando a Dios encarnado en Jesús descubrimos nuestra pequeñez y pobreza, pero también nuestra grandeza de seres amados infinitamente por él. Vivir sin un sentido último es vivir de manera << in-sensata >>; actuar sin escuchar la voz interior de la conciencia es ser un << in-consciente >>.

LOS MIEDOS EN LA IGLESIA

En la Iglesia actual hay pecado y debilidad, pero hay sobre todo miedo a correr riesgos.
Tenemos miedo a lo nuevo, como si << conservar el pasado >> garantizara automáticamente la fidelidad al Evangelio.
Tenemos miedo para asumir las tensiones y conflictos que lleva consigo buscar la fidelidad al evangelio.Nos callamos cuando tendríamos que hablar;nos inhibimos cuando deberíamos intervenir; preferimos la adhesión rutinaria que no trae problemas ni disgusta a la jerarquía.
Tenemos miedo a la investigación teológica creativa. Miedo a revisar ritos y lenguajes litúrgicos que no favorecen hoy la celebración viva de la fe. Miedo a hablar de los << derechos humanos >> dentro de la Iglesia. Miedo a reconocer prácticamente a la mujer un lugar más acorde con el espíritu de Jesús.
Tenemos miedo a anteponer la misericordia por encima de todo. Hay miedo a acoger a los pecadores como lo hacía Jesús.
Según el relato evangélico, los discípulos caen por tierra << llenos de miedo >> al oir una voz que les dice: << Este es mi hijo amado….. escuchadlo>>. Da miedo escuchar solo a Jesús. Es el mismo Jesús quien se acerca, los toca y les dice: <<Levantaos, no tengáis miedo>>. Solo el contacto vivo con Cristo nos podría liberar de tanto miedo.

LOS MIEDOS DEL HOMBRE DE NUESTROS DÍAS

¿ Que le está pasando al hombre de hoy ? Nunca había tenido antes tantos conocimientos para controlar la vida; jamás había poseido tantos recursos técnicos y científicos para resolver sus problemas. Sin embargo es fácil detectar, además, una angustia existencial, a veces solapada o disfrazada, que está muy ligada a las grandes incógnitas de la vida y que surge en no pocos ante la enfermedad, la vejez, el fracaso, el desamor o la muerte.
Pocas palabras se repiten más en los evangelios que estas de Jesús: << No tengáis miedo>>, << Confiad>>, << No se turbe vuestro corazón >>, << No seáis cobardes>>
Escuchar a Dios revelado en Jesús y dejarse iluminar por su Palabra puede sanar al ser humano en sus raíces más hondas, dando sentido e infundiendo una confianza básica indestructible.

EL RIESGO DE INSTALARSE

Tarde o temprano, todos corremos el riesgo de instalarnos en la vida, buscando el refugio cómodo que nos permita vivir tranquilos, sin sobresaltos ni preocupaciones excesivas, renunciando a cualquier otra aspiración.
Logrado ya un cierto éxito profesional, encauzada la familia y asegurado, de alguna manera, el porvenir, es fácil dejarse atrapar por un conformismo cómodo.Es el momento de buscar una atmosfera agradable y acogedora. Vivir relajado en un ambiente feliz.
Pero, con frecuencia, es entonces cuando la persona descubre con más claridad que nunca que la felicidad no coincide con el bienestar.
Falta en esa vida algo que nos deja vacíos e insatisfechos.
Falta sencillamente la alegría propia de quien sabe vibrar con los problemas y necesidades de los demás, sentirse solidario con los necesitados y vivir. De alguna manera, más cerca de los maltratados por la sociedad.

Pero hay además un modo de << instalarse>> que puede ser falsamente reforzado con << tonos cristianos >>. Es la eterna tentación de Pedro que nos acecha siempre a los creyentes: << plantar tiendas en lo alto de la montaña >>. Es decir, buscar en la religión nuestro bienestar interior, eludiendo nuestra responsabilidad individual y colectiva en el logro de una convivencia más humana.
Si escuchamos a Jesús, nos sentimos invitados a salir de nuestro conformismo, romper con un estilo de vida egoísta en el que estamos tal vez confortablemente instalados y empezar a vivir más atentos a la interpelación que nos llega desde los más desvalidos y necesitados de nuestra sociedad.

José Antonio Pagola