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13 de marzo de 2020

Los otros Salmos

El Señor es compasivo y misericordioso (salmo 102)

 

¿Quién eres tú, Dios mío?

Me dijeron que eres grande y poderoso,

que llevabas cuentas de mis faltas y pecados,

que no dejabas sin castigo las ofensas,

y que al final las cuentas todas se ajustaban.


¿Quién eres tú, Dios mío?

Yo temía conocer tu santo nombre

y temblaba angustiado en tu presencia,

como el reo convicto ante sus jueces,

como el gusano ante la bota que lo aplasta.

 

¿Quién eres tú, Dios mío?

Empecé a estudiar las historias de tu libro

y me asustaron algunas de sus páginas:

te pintaban como el Dios de los ejércitos

que condena al anatema, al enemigo,

y venga por mil generaciones los pecados.

 

¿Quién eres tú, Dios mío?

Busqué con angustia hasta ser iluminado;

era una luz pequeña que crecía y crecía

hasta llegar al sol de Jesucristo.

Y el cielo empezó a llover su gracia,

e inundaba mi corazón,

desbordante de gozo y de ternura.

 

¿Quién eres tú, Dios mío?

Y alguien me habló desde muy dentro:

“Yo no soy. Yo te quiero. Yo soy el que te quiero.

Búscame solo en el amor”

 

¿Quién eres tú, Dios mío?

¿Quién eres tú, mi amor?

¿Quién eres tú, corazón? 


Los otros Salmos