Trampas a la espiritualidad
La espiritualidad es algo humano. No es pura acción del
Espíritu. Está por ello arriesgada de manipulación, de malentendidos y
tergiversaciones. No hay una sola espiritualidad correcta, pero no todo vale
igual. Hay que detectar posibles “trampas” que nos hacemos, hacemos o nos
hacen.
Trampas “a” la espiritualidad
El Espíritu sopla donde quiere. Así es de diversa la
espiritualidad en formas, estilos, contenidos… La espiritualidad la solemos
entender como la vida animada por el Espíritu. Y la vida también es muy
diversa. La diversidad es una riqueza.
Pero la espiritualidad no es sólo “acción del Espíritu”. Es
también acción humana y, como tal, tiene también la riqueza y la limitación de
todo lo humano, la ambigüedad, la miseria y la sublimidad de lo humano. La
espiritualidad ha ido haciéndose y mostrándose a lo largo de la historia humana
de mil modos y mediaciones. Desde la espiritualidad “primitiva” del homo
sapiens prerreligioso, a la espiritualidad de las distintas religiones,
culturas, iglesias, credos y carismas. Así, se ha hablado de espiritualidad
monástica, sacerdotal, laical, ignaciana, franciscana o de Carlos de Foucault…,
y se habla de espiritualidad post-religiosa, incluso post-cristiana o
transhumanista… ¿Significa eso que todo vale? ¿Quién decide qué sí y qué no?
Oración y espiritualidad
Hace poco los obispos de la Conferencia Episcopal Española
publicaron unas “Observaciones doctrinales sobre la oración cristiana”.
Delimitan la oración cristiana a la dirigida por la doctrina correcta como única
verdadera. Y advierten de los graves errores que acechan a los cristianos que
practican la meditación zen o el mindfulness (ejercicio de plena atención). La
espiritualidad no se reduce a la oración. Y ésta no se reduce a las fórmulas
litúrgicas establecidas por la Iglesia… Que “la unión con Dios se realiza
objetivamente en el organismo sacramental de la Iglesia” es un reduccionismo
dogmático. Para combatir el relativismo se cae en el dogmatismo.
Cristianos y cristianas que practican el zen advierten que
no se pierde por eso la identidad cristiana ni significa convertirse al
budismo. Pero también advierten que hay prácticas meditativas con pretensiones
espirituales que usan la palabra zen inapropiadamente. Algunas de esas
prácticas pueden ser sucedáneos de una espiritualidad auténtica, que pretenden
una “higiene mental”, un equilibrio y una armonía personal, una pacificación
interior, una búsqueda de un bienestar que llaman integral pero que se queda en
un ensimismamiento narcisista sin conexión con la realidad exterior a la
persona (“todo está bien”).
Espiritualidad y religión
La espiritualidad, como “dimensión profunda de lo real”, es
anterior a la religión. La religión organiza e institucionaliza la
espiritualidad en unas doctrinas, mitos, ritos, liturgias, fórmulas, que de
algún modo dan forma y cosifican la espiritualidad. Cuando una religión teísta
se basa en que Dios revela la verdad, la religión se apropia de la verdad y del
poder que da, absolutizándolos como fines. El nuevo paradigma cultural se
llama, entre otras denominaciones, post-religioso o post-religional, no porque
vayan a desaparecer las religiones, sino porque más allá de la religión cabe
una espiritualidad profundamente humana. Y cabe una “inteligencia espiritual”
como capacidad de intuir el Misterio, más allá de la revelación mítica
religiosa.
Es posible, por tanto, una “espiritualidad laica” en un
mundo progresivamente secularizado (y en nuestro contexto, descristianizado).
Una espiritualidad que supera el dualismo sagrado-profano, divino-humano,
natural-sobrenatural… La dignidad humana es sagrada por sí, sin precisar “agua
bendita”. Los Derechos Humanos son sagrados sin invocar palabra divina. El
mundo es sagrado sin necesidad de Creador que lo bendiga.
La prueba del algodón
Caben muchas espiritualidades, una rica y legítima
diversidad en formas o estilos… Pero más allá de la superficialidad, la
espiritualidad va a la dimensión de la profundidad de lo real, y es ahí donde se dilucida la autenticidad o no de una
espiritualidad. “Cada árbol se conoce por su fruto” (Lc 6,44): “amor, alegría,
paz, tolerancia, generosidad, sencillez, dominio de sí…” (Gál 5,22). No sólo a
nivel individual, sino de comunidad cristiana, de Iglesia y más allá de la
Iglesia: donde están sus frutos, señal de que “alienta” el Espíritu.
Y, por contra, donde
los frutos son los contrarios ¿qué espíritu alienta?
-El capitalismo como “economía que mata” (Francisco), como
sistema ecocida, genocida, “aporocida”…
-el patriarcado que discrimina y mata…
-el clericalismo en la Iglesia, el abuso de poder, los
privilegios…
¿Qué espiritualidad cabe dentro de esos sistemas?
Espiritualidad cristiana
Hay también muchas “espiritualidades” cristianas. Si
responden a la diversidad de dones y carismas del Espíritu, forman parte de la
riqueza de la herencia cristiana. Pero también son revisables y capaces de
autocrítica. Hay índices que pueden ser sospechosos. Y hay notas que pueden ser
identificativas. Por ejemplo:
-una espiritualidad profética: de denuncia y anuncio, como
Jesús. Espiritualidad sin profetismo es sospechosa.
-una espiritualidad “jesuánica”, con más referencia a Jesús
que a la Iglesia, la religión o la doctrina. Si se olvida de Jesús ¿es
cristiana?
-una espiritualidad comunitaria, compartida, fraternal y
sororal. Que no caiga en el narcisismo o el individualismo egocéntrico.
-una espiritualidad liberadora: para sí: con los frutos de
paz, alegría, sencillez…; y para los demás: comprometida, activa,
transformadora. Una espiritualidad descomprometida es sospechosa.
una espiritualidad “jesuánica”, con más referencia a Jesús que a la Iglesia, la religión o la doctrina. Si se olvida de Jesús ¿es cristiana?
-una espiritualidad comunitaria, compartida, fraternal y sororal. Que no caiga en el narcisismo o el individualismo egocéntrico.
-una espiritualidad liberadora: para sí: con los frutos de paz, alegría, sencillez…; y para los demás: comprometida, activa, transformadora. Una espiritualidad descomprometida es sospechosa.
-una espiritualidad feminista, sin ignorar ni silenciar a las mujeres y lo femenino.
-una espiritualidad ecológica, de comunión con el cosmos, de cuidado de la casa común, de admiración, contemplación, respeto y defensa…
-una espiritualidad con la opción por los pobres, teniéndolos como prioridad bien presente. Si se silencian tal vez es que no están…
Cada persona y cada comunidad y la Iglesia han de mirarse al espejo y reconocerse con sus luces y sus sombras. El Espíritu está ahí y sopla. “No tengamos miedo de abrir nuestros corazones a su amor”.
Tomado de:
Utopía
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Utopía