Hace poco el Papa Franciscó habló de los sacramentos como desfile de modas. Nuestro amigo Jaime Puebla recogió el guante y comenta qué hace falta para que el sacramento del Matrimonio sea de verdad sacramento y no fiesta social El artículo escrito hace años, ratifica las palabras del Papa.
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(Amémonos, AmándoTe)
Es el lema de nuestro amor, (primero del noviazgo y luego de nuestro matrimonio); creo que no precisa de mayores aclaraciones ni explicaciones, pues habla por sí mismo, ¿no?
La palabra AMOR ya es por sí misma complicada, encierra y engloba tantas cosas, tantos sentimientos, tantas actitudes, todas ellas en la misma dirección, que muchas veces, resulta difícil comprenderla y sobre todo aplicarla o vivirla, creo que, básicamente por olvido, dejadez o falta de interés o empeño.
AMOR es entrega desinteresada; es renuncia voluntaria; es servicio gratuito; es atención permanente; es vigilia sin descanso; es luz que no se extingue; es ayuda en todo momento; es medicina que comprende, sabe diagnosticar el mal ajeno y lo acepta; es terapia que cura y sana cuerpo y alma; es alimento que facilita energía; es llave que abre las puertas; es agua que limpia y purifica; es voz que llama; es oído que oye y escucha; es mano que acompaña y acaricia, es ojo y vista que ve en el otro; es nariz que percibe; es lecho en el que se puede descansar; es música que gratifica; es aire limpio y fresco que oxigena; es abono que fortalece y regenera; es columna que sustenta; es techo que protege; es hogar que acoge; es fuego que purifica; es espejo que refleja; es estrella que guía; es camino que lleva; es monte que se eleva; es nube que flota, es agua que riega, es semilla que germina y revive; es campo que se cultiva y produce; es bastón que ayuda y apoya; es sol que alumbra y da calor; es vida y esperanza; es fe y confianza; es perdón; es dar y darse sin límites.
Encierra tanto la palabra AMOR que es imposible citarlo todo sin olvidarse algo. Por eso es tan íntegra y completa la palabra, por eso en el término AMOR se engloba y comprende todo, sin que quede nada fuera. Es difícil encontrar un vocablo que sea tan completo en lo que significa y encierra.
Para poder AMAR a otro ú otros es imprescindible amarse uno mismo; si no se ama uno a sí mismo, es imposible amar a otros; (“amar al prójimo como a ti mismo”); si uno no está contento y satisfecho consigo mismo es imposible contentar y satisfacer al prójimo. Saber desprenderse y renunciar para gratificarse es fundamental para poder desprenderse a favor y bien de otro; saber renunciar a algo propio es capital para poder hacerlo en bien de otro.
Saber dar y darse sin esperar nada a cambio es algo insuperable. Por eso el matrimonio concebido como sacramento es el conglomerado de todo lo dicho antes y mucho más que se puede añadir. Basta repasar cualquier página del Evangelio, para encontrar siempre la presencia continua del AMOR en las enseñanzas de Jesús; El AMOR lo es todo, sin él, nada se puede alcanzar. (“Ya puedo ... si no tengo amor no soy nada y de nada me sirve”).
Por eso, no se puede entender ni seguir el Evangelio sin amor y no es posible vivir el amor sin la enseñanza del Evangelio. Nos olvidamos cantidad de veces de que Dios es Amor y, cuidado que se nos recuerda infinidad de veces. Por ello, para mí el amor es indisoluble del Evangelio.
Y por esa misma razón, por esa indisolubilidad entre Evangelio y Amor, es por lo que el matrimonio es indisoluble. Aquí se hace necesario volver a recordar el lema del principio, y así se comprenderá, espero, su significado.
Si verdaderamente se ama al cónyuge a la luz del Evangelio, es imposible que ese amor se disuelva o diluya; amor es todo lo contrario de egoismo, de ahí que, cuando surge cualquier dificultad, contratiempo o situación difícil, hay que saber recurrir a esa enseñanza doctrinal evangélica, que ayudará a superar esa circunstancia negativa. Cuando no se tiene ni se vive el Evangelio, es muy fácil rendirse y abandonar.
De ahí la importancia del matrimonio como sacramento, a diferencia del laico; en este último puede haber amor inicial e incluso duradero; pero cuando no existe el alimento espiritual de la enseñanza del Evangelio, cuando no se entiende como sacramento, se produce el divorcio. El matrimonio como sacramento es duradero pe se, porque necesita del alimento continuado de la renuncia desinteresada y amable, de la entrega voluntaria sin nada a cambio; del esfuerzo necesario para salvar cualquier obstáculo o dificultad, es un continuo entrenamiento, con la única recompensa de que el ser amado sea feliz continuadamente.
¿Hay mayor felicidad que ver que se ha hecho feliz a otro? Qué sencillo es con cantidad de pequeñas cosas, de insignificantes detalles contentar a alguien; un pequeño obsequio, una invitación, un ayudar a cruzar a un ciego, nos tiene que hacer sentirnos bien felices porque hemos hecho algo que ha contentado a otro; si encima vemos que quien ha recibido de nosotros ese detalle, esa atención, se siente feliz, nuestra satisfacción interior se multiplica enormemente.
Éstas son reflexiones propias en las que creo y sustento mi caminar por la vida; procuro y trato de llevarlo a la práctica, muchas veces con poco o nulo éxito, tanto en el trabajo, como en la calle, como en el vecindario, como en cualquier ámbito; pero sobre todo en mi matrimonio.
Estamos siendo sometidos a una prueba durísima; una muy penosa y cruel enfermedad de mi mujer ha cambiado muchas cosas en nuestra vida, que no voy a detallar; las hemos asumido y aceptado desde el amor y con amor; yo le pido al Señor diariamente que nos ayude a mantenernos unidos, ya que lo ha hecho en la salud, que no nos abandone en la enfermedad y, a fe que, pese a las enormes dificultades que comporta, sentimos que Él no nos abandona, al contrario, nos mantiene unidos y ayudándonos a seguir.
No puedo dejar de hacer un cántico de agradecimiento a nuestras hijas, a nuestros nietos, a nuestros hermanos y mayores, y por supuesto, a tantos amigos que con su apoyo, su ánimo, y su presencia en momentos difíciles nos ayudan a seguir luchando por nuestro amor. A buen seguro nuestros seres queridos ya en presencia del Padre no dejan de interceder.
Que el Señor esté con todos nosotros.
Jaime Puebla