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4 de abril de 2020

Evangelio Mt.27, 39-50, Comentario de A. Pagola



CRUCIFICADO
( Mateo 27, 39- 50)

Los que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:
_ Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo: si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.

Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también diciendo:
_ A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel?. Que baje ahora de la cruz y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios?. Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?

Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.

Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:

..Elí, Elí, lamá sabaktaní ( Es decir << Dios mío, Dios mío, ¿ por qué me has abandonado?) 

Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
--A Elías llama este.

Uno de ellos fue corriendo; enseguida cogió una esponja empapada en vinagre y, 
sujetándola en una caña, le dio a beber.

Los demás decían:
--Dejadlo, a ver si viene Elías a salvarlo.
Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu 


Comentario al Evangelio

NO TE BAJES DE LA CRUZ
J. A. Pagola

Según el relato evangélico, los que pasaban ante Jesús crucificado se burlaban de él y, riéndose de su sufrimiento le hacían dos sugerencias sarcásticas: si eres Hijo de Dios, << sálvate a ti mismo >> y << bájate de la cruz >>.

Esa es exactamente nuestra reacción ante el sufrimiento: salvarnos a nosotros mismos, pensar solo en nuestro bienestar y, por consiguiente, evitar la cruz, pasarnos la vida sorteando todo lo que nos puede hacer sufrir. ¿Será también Dios como nosotros? ¿Alguien que solo piensa en sí mismo y en su felicidad?

Solo escuchando hasta el fondo este silencio de Dios descubrimos algo de su misterio. Dios no es un ser poderoso y triunfante, tranquilo y feliz, ajeno al sufrimiento humano, sino un Dios callado, impotente y humillado , que sufre con nosotros el dolor, la oscuridad y hasta la misma muerte.


Por eso, al contemplar al Crucificado, nuestra reacción no puede ser de burla o desprecio, sino de oración confiada y agradecida: << No te bajes de la cruz. No nos dejes solos en nuestra aflicción. ¿De qué nos serviría un Dios que no conociera nuestros sufrimientos?. ¿Quién nos podría entender?

¿En quién podrían esperar los torturados de tantas cárceles secretas? ¿Dónde podrían poner su esperanza tantas mujeres humilladas y violentadas sin defensa alguna? ¿ A que se agarrarían los enfermos crónicos y los moribundos? ¿ Quién podría ofrecer consuelos a las víctimas de tantas guerras, terrorismos, hambres y miserias?

No. No te bajes de la cruz, pues, si no te sentimos << crucificado >> junto a nosotros, nos veremos más << perdidos >>.

CRUCIFICADO CON NOSOTROS

Ninguna otra religión tiene una  figura martirizada en su centro. Pero- lo que es más escandaloso aún- en el centro de esta pasión está la experiencia del abandono de Dios. Después de tres horas de silencio clavado en la cruz, aguardando la muerte, Jesús lanza un grito desgarrador: <<Dios mío, Dios mío, ¿ por qué me has abandonado?

¿ Dónde quedará el reino de Dios cuya dicha ha prometido a los pobres y desgraciados del mundo ?. Es el silencio espantoso de Dios lo que le hace gritar. Y es ese precisamente el grito al que tantas personas atormentadas se siguen uniendo todavía hoy, pues expresa lo que sienten: << Dios mío, ¿por qué me has abandonado ? >>.

Pero, ¿ es realmente así ?. << En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo >> ( 2 Corintios 5,19 ). Cuando Cristo sufre en la cruz, el Padre sufre la muerte de su Hijo amado. Ambos sufren, aunque de manera distinta: Cristo sufre la muerte en su carne humana. El Padre sufre la muerte de su Hijo en su corazón de Padre.

Si Dios mismo está sufriendo en Cristo, entonces Cristo trae la comunión de Dios con quienes se ven humillados y crucificados como él.

Su cruz levantada entre nuestras cruces, es la señal de que Dios sufre en todo sufrimiento humano.

A Dios le duele el hambre de los niños de Etiopía, la humillación de las mujeres de Iraq o la angustia de los torturados por tantos abusos e injusticias.

Este Dios << crucificado con nosotros >> es nuestra esperanza. Sabemos que Dios sufre con nosotros. Esto es lo decisivo, pues, con Dios, la cruz termina en resurrección, el sufrimiento en dicha eterna.

EL CAMINO PARA SALVAR AL SER HUMANO

Para un cristiano, la cruz de Cristo no es un acontecimiento más que se pierde en el pasado. Es el acontecimiento decisivo en el que Dios salva a la humanidad. Por eso, la vida de Jesús entregada hasta la muerte nos revela el camino para liberar y salvar al ser humano.

Solo quienes se implican hasta sufrir el mal en su propia carne humanizan el mundo.

Se olvida que la misma Ilustración basó la democracia sobre << la libertad, la igualdad y la fraternidad >>. Hoy se insiste mucho en la libertad, apenas se habla de igualdad y no se dice nada de la fraternidad. Una democracia sin amor fraterno no llevará a una sociedad más humana.

Solo quienes buscan la verdad por encima de sus propios intereses humanizan el mundo.
Quienes << cargan con el pecado >> de todos y siguen luchando hasta el final por poner amor y verdad  entre los hombres generan esperanza.

CARGAR CON LA CRUZ