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4 de abril de 2020

Papa Francisco ¿recogerá el manto de J. Pablo I?


Papa Francisco ¿recogerá el manto de Juan Pablo I?

El día de la elección papal del cardenal argentino Bergoglio, muchos radioyentes escuchábamos en las ondas que, un mes antes, la novia de un joven había puesto un twitter contando que su novio había soñado con un nuevo Papa de nombre Francisco I. Ni qué decir que ese twitter dio la vuelta al mundo tras la elección del nuevo Papa que decidió llamarse Francisco. Pero hay otro dato, para mi aún más sorprendente, que se puede consultar en la Web de la Comunidad de Ayala:


“Un Papa Francisco. Que el Señor te bendiga y te guarde” Resumiendo: escribe el sacerdote Jesús López Sáez que el pasado 5 de febrero, aniversario del cardenal argentino Pironio (la misteriosa “persona de Roma” a quien Juan Pablo I confió sus intenciones), recibió un correo de un italiano, Efrem Ori, residente en España, en Castellón, para felicitarle por su libro: “Juan Pablo I. Caso abierto” donde, entre otras cosas, le comunicaba que él, sin tener presente a Juan Pablo I, había escrito años atrás un libro titulado “Papa Francesco”, pero con la lectura de “Juan Pablo I. Caso abierto” cayó en la cuenta de que “el papa Francisco, mi papa soñado, había venido, pero no me había dado cuenta”.

Llama la atención que una de las primeras frases que pronunció el papa Francisco tras salir elegido fuera la misma que pronunció Juan Pablo I: “Que Dios os perdone por lo que habéis hecho”. Francisco nos ha traído a la memoria a Juan Pablo I. Se han prodigado los artículos en este sentido. A día de hoy, por los detalles vistos, se aprecia una línea de comunión entre ambos Papas. Empezando por el tema de la pobreza evangélica y el modo tan simple -aparcando el rígido protocolo y el boato- con que ambos Papas hicieron sus primeras apariciones públicas, revelando ambos pequeños detalles (secretos) del cónclave. El Papa Francisco es argentino, hijo de emigrantes italianos. Juan Pablo I es italiano, hijo de un obrero emigrante.

“El tesoro de la Iglesia son los pobres”, proclamaba Juan Pablo I. “¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!”, proclamó Francisco en su primer encuentro con los periodistas a los que cautivó. De Juan Pablo I (dijo en una ocasión que ‘de no haber sido obispo, me hubiera gustado ser periodista’), se llegó a contar que “hubiera sido aún más popular que Juan XXIII”. Del primer encuentro del Papa Francisco con los periodistas, de forma unánime éstos dijeron cosas como “este Papa es increíble”, “es demasiado bueno para ser verdad”… Esperemos que sus gestos no sean producto del fino marketing vaticano. Que sea capaz de cumplir la misión de la patata caliente de la purificación de templo (por la que se dice que ha renunciado Benedicto XVI), como quiso afrontar Juan Pablo I.

La ‘izquierda eclesial’, borrada del mapa durante 35 años, se muestra esperanzada con Francisco, mientras que los de la ‘iglesia imperial’ de cristiandad guardan silencio y están muy cautos. Este ‘domingo de ramos’, antesala de la pascua (purificación del templo) el profeta Isaías nos recuerdó que el siervo es siervo sufriente, no siervo triunfante. El siervo triunfante es incompatible con el evangelio. ‘El vino nuevo del evangelio revienta los odres de un estado llamado Vaticano’ (“Mal Estado Vaticano”) que es una concesión del dictador Mussolini. Cuando el arzobispo Bergoglio adoptó de nombre Francisco, las primeras conjeturas apuntaban a San Francisco Javier, jesuita como él. Después, el propio Francisco despejó las dudas revelando (a los periodistas) que eligió Francisco en referencia a San Francisco de Asís y que un cardenal amigo brasileño (Claudio Hummes) le ayudó a tomar esa decisión: “No te olvides de los pobres”.

También, el cardenal Albino Luciani tenía un cardenal amigo brasileño (el cardenal Aloisio Lorscheider, también llamado “el obispo de los pobres”) a quien Juan Pablo I, según confesó, dio su voto en el cónclave en el que él salió elegido. “Espero que cuando seas cura no te olvides de los obreros” le escribió su padre, Giovanni Luciani, obrero emigrante, y socialista, al pequeño Albino cuando éste le escribió una carta a su padre pidiéndole permiso para ir al seminario. “El papa de la simplicidad”, se ha dicho de Francisco, y se dijo de Juan Pablo I. “Orad por este pobre Cristo” llegó a decir en una audiencia Juan Pablo I (causando el escándalo en algunos curiales). El papa Francisco pidió primero la bendición del pueblo antes de dársela él al pueblo. Demasiadas ‘coincidencias’.

En “El día de la cuenta”, su autor nos recuerda que “la vocación de San Francisco de Asís nació de una visión crítica de la Iglesia de su tiempo”. Francisco de Asís (que era un joven laico) tuvo una experiencia cuando al entrar en una Iglesia, San Damián -una iglesia en ruinas a la que él entró buscando luz- escuchó estas palabras: Anda y repara mi Casa que amenaza ruina. “Pronto entendió San Francisco que eran otras ruinas las que había que reparar”. (Cap.18, Renovación imperial, pág. 274). Es lo que movió al anciano Juan XXIII a convocar, de sopetón, un Concilio, el Vaticano II: para volver a las fuentes.

Porque la Iglesia tiene como constitución el evangelio, y no la tradición, por mucho que el cardenal A.M. Rouco (en activo, con 77 años) dijera en Salamanca el 23 de abril de 2012 que “el Concilio hunde sus raíces en la intensa vida cristiana de las décadas precedentes”, criticando con dureza la interpretación más aperturista del mismo. ¿Quería decir monseñor Rouco que el Concilio Vaticano II hundía sus raíces en el apogeo del nacional catolicismo, olvidando que durante el desarrollo del Concilio los obispos españoles se opusieron con extrema dureza al decreto conciliar sobre la libertad de conciencia?… Conviene recordar que en la Iglesia del pre-concilio, en agosto de 1950, Pío XII con su encíclica “Humani generis” paralizó el movimiento de renovación teológica y sus principales impulsores -Chenu, Congar, De Lubac- cayeron bajo censura canónica (“Un templo nuevo. Viento de renovación” , de J. L. S.).

“No me llames Santidad. De aquí en adelante solo Francisco”, así le respondió el Papa Francisco al sastre colombiano Luis Abel, cuando aquel le llamó solicitando sus servicios. Eso sí, matiza el sastre, los encargos de Francisco son “todos sencillos, sin hilos dorados o de oro… Las vestimentas del anterior Papa eran muy elegantes, cargadas de lujo”. Y añade el sastre del Papa Benedicto XVI (y ahora también de Francisco), que en una ocasión el Papa Benedicto XVI le presentó en Roma en una reunión de cardenales, y les recomendó sus servicios, y que el sastre le dijo a uno de ellos (al argentino Bergoglio): “le veo vestido de blanco”. (El Mundo, 22 marzo 2003). De paso, conviene refrescar que Jesús era un profeta laico, de vestir normal, sin carnet de cura. Y que, como nos recuerda la Escritura, en la Carta a los Hebreos, 8,4: “si Jesús estuviera en la tierra, ni siquiera sería sacerdote (“Un sacerdocio nuevo. Hacer tu voluntad”, de J. L. S.).

De Francisco se dice que, como Juan Pablo II, vuelve a abarrotar la Plaza de San Pedro. Juan Pablo II (el Papa más mediático que vivió sus últimos días sin poder articular palabra) no tenía reparos en afirmar que ‘de sus viajes, lo más importante era su encuentro con los poderosos de la tierra porque así se acrecentaba el prestigio la Iglesia’ (Juan Arias, periodista). Pero no era esta la visión de Francisco de Asís. En el estado vaticano han tenido mucho más peso los ingenieros en derecho canónico y en oscuras finanzas criminales que las quejas de los incómodos y ninguneados profetas. Esperemos que con Francisco no sea así. Que recoja el manto de Juan Pablo I.

Del papa Francisco ha escrito un periodista: “Esperemos que le dejen trabajar, y que no acabe como el pobre Juan Pablo I” (Jesús Bastante, La “silenciosa oposición” al Papa Bergoglio). En el citado libro Papa Francisco, de Efrem Ori (escrito en 2004, en edición privada, para los amigos; y reeditado, en edición pública, este mes de marzo de 2013), el Papa Francisco muere en la Plaza de San Pedro, en medio de la eucaristía. El pasado 24 de marzo fue el aniversario del mártir San Romero de América (un arzobispo profeta que salió llorando de Vaticano tras una audiencia con Juan Pablo II; y que murió asesinado en el altar en mitad de la eucaristía, por ponerse del lado de los oprimidos de la tierra); conviene recordar aquellas palabras que le dedicó otro obispo incómodo, Pedro Casaldáliga: “las curias no podían entenderte, ninguna sinagoga bien montada, puede entender a Cristo”.

Braulio Hernández Martínez
TRES CANTOS (MADRID).