Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

3 de mayo de 2020

Evangelio del Domingo 3 de mayo 2020.


                                                                LA PUERTA

En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos:

Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no lo escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará, y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida, y la tengan abundante (Juan 10, 1 – 10)

ACERTAR CON LA PUERTA

El evangelio de Juan presenta a Jesús con imágenes originales y bellas. Quiere que sus lectores descubran que solo él puede responder plenamente a las necesidades más fundamentales del ser humano.
<< Yo soy la puerta >>. Así es Jesús. Una puerta abierta. Quien le sigue cruza un umbral que conduce a un mundo nuevo: una manera nueva de entender y vivir la vida.
El evangelista lo explica con tres rasgos: << Quien entre por mí se salvará >>. No echará a perder su vida. La salvará.
El evangelista dice algo más; << podrá salir y entrar >>. Tiene libertad de movimiento. Puede ser libre, pues solo se deja guiar por el Espíritu de Jesús.
Todavía añade el evangelista añade otro detalle: quien entre por esa puerta que es Jesús << encontrará pastos >>, no pasará hambre ni sed. Encontrará alimento sólido y abundante para vivir.
Cada uno de nosotros podemos contribuir a que, en la Iglesia de los próximos años, se le sienta y se le viva a Jesús de manera más viva y apasionada. Podemos hacer que la Iglesia sea más de Jesús.

JESÚS ES LA PUERTA

Jesús propone a un grupo de fariseos un relato metafórico en el que critica con dureza a los dirigentes religiosos de Israel.
Hay dos maneras de entrar en el redil. Si alguien se acerca al redil y << no entra por la puerta >>, sino que salta << por otra parte >> es evidente que no es el pastor. Es << un extraño >> que viene a << robar, matar y hacer daño >>.
La actuación del verdadero pastor es muy diferente. Cuando se acerca al redil, << entra por la puerta >>, va llamando a las ovejas por su nombre y ellas atienden su voz.
Los fariseos no entienden de qué les está hablando aquel Maestro.
Entonces Jesús les da la clave del relato: << Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas >>. Quienes entran por el camino abierto por Jesús y le siguen viviendo su evangelio son verdaderos pastores: sabrán alimentar a la comunidad cristiana.
En no pocas Iglesias estamos sufriendo todos mucho: los pastores y el pueblo de Dios. Las relaciones entre la jerarquía y el pueblo cristiano se viven con frecuencia de manera recelosa, crispada y conflictiva: hay obispos que se sienten rechazados; hay sectores cristianos que se sienten marginados.
Hemos creado entre todos una situación difícil. Hemos perdido la paz. Vamos a necesitar cada vez más a Jesús.

ESCUCHAR LA VOZ DE JESÚS

<< Las ovejas siguen al pastor porque conocen su voz >>
Lo primero y decisivo también hoy es que, en la Iglesia, los creyentes escuchemos << la voz >> de Jesucristo en toda su originalidad y pureza, no el peso de las tradiciones ni la novedad de las modas, no las << preocupaciones >> de los eclesiásticos ni los << gustos >> de los teólogos, no nuestros intereses, miedos o acomodaciones.
Lo recordaba una y otra vez el obispo san Agustín: << Tenemos un solo maestro. Y, bajo él, todos somos condiscípulos. No nos constituimos en maestros por el hecho de hablar desde el púlpito. El verdadero Maestro habla desde << dentro >>.
Hemos de preguntarnos si la palabra que se escucha en la Iglesia proviene de Galilea y nace del Espíritu del Resucitado. Esto es lo decisivo.

NO SE IMPROVISA

Para los cristianos, Dios no es una fuerza temible, la energía que dirige el cosmos o algo semejante. Antes que nada es Amigo y Padre. Lo importante ante Dios es captar su presencia amistosa. Todo lo demás viene después. Sentir a Dios como Amigo lo cambia todo.
Nos hemos de arriesgar a confiar. La vida no siempre es fácil. Quién se abre al Dios revelado en Jesucristo aprende a escuchar en el fondo de su ser estas palabras decisivas: << No tengas miedo >>.
Es importante además captar a Dios como creador de vida. Es reforzar nuestra verdadera identidad, crecer como personas, aprender a vivir la vida intensamente, con hondura, desde su raíz. Ese Pastor nos conduce hacia el Padre.

EL MANDATO DE VIVIR

Nos quejamos tanto de los problemas, trabajos y penalidades de nuestro vivir diario que corremos el riesgo de olvidar que la << la vida es un regalo >>. El gran regalo que todos hemos recibido de Dios. Si no hubiéramos nacido, nadie nos habría echado en falta. Nadie habría notado nuestra ausencia. Todo habría seguido su marcha y nosotros hubiéramos olvidados para siempre en la nada.
Y, sin embargo, vivimos. Se ha producido ese milagro único e irrepetible que es mi vida.
Nadie, antes de mí ha sido igual que yo ni lo será nunca. Nadie verá jamás el mundo con mis ojos. Nadie acariciará con mis manos. Nadie rezará a Dios con mis labios. Nadie amará nunca con mi corazón.
Mi vida es irrepetible. Es tarea mía y solo yo la puedo vivir. Por eso, aunque muchas veces lo olvidamos, el primer mandato que los hombres recibimos de Dios es vivir. Mandato que no está escrito en tablas de piedra, sino grabado en lo más hondo de nuestro ser. Nuestro primer gesto de obediencia a Dios es vivir, amar la vida, acogerla con corazón agradecido.
A pesar de sus dudas e incertidumbres, el creyente va descubriendo a Dios como alguien que sostiene la vida, incluso en los momentos más adversos, alguien que da fuerzas para comenzar siempre de nuevo.
<< Yo he venido para que tengan vida, y la tengan abundante >>, el creyente no necesita acudir a otros para que le expliquen su sentido. Él sabe que son verdad.

José Antonio Pagola