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13 de junio de 2020

CORONA


PALABRAS A VOLEO

Hoy la cosa va de actualidad, de triste actualidad.  Aunque   no tenía por qué ser triste y no debería ser actual, peo todavía lo es.  

 Forma parte de esas cosas antiguas que no acaban de   desaparecer, y son muchas: una de ellas    es   esta la

 CORONA

No me han dejado ustedes tiempo, ni de   buscar la etimología.  Desde que he escrito la palabra   he empezado a escuchar en mi imaginación voces    que decían: ¡¡claro, el   coronavirus!!   Pero yo no he escrito   eso, solo he puesto    CORONA 

 ese adorno de la cabeza que llevan   no sólo los reyes y las reinas, sino también las mises, pero no los mismos, que no hay, solo mises, lo cual no sé si es un honor o es que juegan con la mujer, con su belleza, pero nada más. Sin pensar en su inteligencia y   responsabilidad. 
Y encima los reyes parece ser que ya no llevan corona, o yo no los he visto con ella





Tal vez sólo se la ponen en la ducha   para lavarla de paso. O es que las coronas las han acaparado los reyes de la baraja. 

Pero los científicos dicen que ese virus se parece a la corona del sol 

Yo cuando miro al sol, me ciego, pero   no   le veo ninguna corona.  Parece que se   le ve con los cacharritos que usan los astrónomos.

Sí que hay una corona que   a   mí me gusta mucho.  Como las mamás llaman   a su nene    mi rey, mi reina, cuando son pequeños, en la escuela, cuando hacen fiesta les ponen unas coronitas de cartón   dorado.  Ahí   salen los pequeñines con su coronita como si fueran los reyes del mundo.

Hoy quedan muy pocos reyes en los países democráticos, y sin trabajo   casi: “El rey reina, pero no gobierna” dicen los políticos y solo   les dejan   firmar y dar la mano de vez en cuando a ilustres visitantes.

En la iglesia católica como está un poco anticuada todavía queda algo de reyes   y   de coronas, pero de las de época más Antiguas.  Hubo una corona de tres niveles La “tiara” Al finalizar la segunda sesión del Concilio Vaticano II en 1963, Pablo VI colocó la tiara sobre el altar como gesto de humildad y signo de la renuncia a la gloria y el poder humano, en armonía con el espíritu renovado del Concilio.

 La cabeza humana es soporte de debilidades: el sombrero campesino, la clásica gorrita que protege del sol o la lluvia…  y el sombrero de jerarquía bien visible y aparente, la chistera, o actualmente la mitra que parece   estar sufriendo los últimos estertores   de su vanidad.

Hemos hablado de sombreros en la cumbre de la cabeza, pero podíamos repasar tantas vestiduras, insignias, símbolos, mantos, bastones… adornos que la humanidad, tanto   laica, creyente o atea, como religiosa se ha inventado para aparentar poder donde sólo hay lo que decíamos: el virus de la vanidad.