El desastre perfecto
para el capitalismo de desastre
Leonardo Boff
Leonardo Boff
2020-03-21
La pandemia
actual de coronavirus representa una oportunidad única para repensar la forma
en que habitamos la Casa Común, la forma en que producimos, consumimos y nos
relacionamos con la naturaleza. Ha llegado el momento de cuestionar las
virtudes del orden del capital: acumulación ilimitada, competencia,
individualismo, indiferencia ante la miseria de millones, la reducción del
Estado y la exaltación del lema de Wallstreet: "la codicia es buena"
(greed is good). Todo esto ahora está en jaque. Tiene los días contados.
Lo que puede salvarnos
ahora no son las empresas privadas, sino el Estado, con sus políticas generales
de salud, siempre atacadas por el sistema de "mercado libre" y serán
las virtudes del nuevo paradigma –defendido por muchos, y por mí–, del cuidado,
de la atención, de la solidaridad social, la corresponsabilidad y la compasión.
El primero en ver la
urgencia de este cambio fue el presidente francés, neoliberal y del mundo
financiero, Emmanuel Macron. Habló claramente: “Queridos compatriotas,
necesitamos sacar lecciones del momento en que estamos pasando, cuestionar el
modelo de desarrollo que nuestro mundo eligió hace décadas, que muestra sus
fallas a la luz del día, y cuestionar las debilidades de nuestras democracias.
Lo que revela esta pandemia es que la salud gratuita sin condiciones de
ingresos, historial personal o profesión, y nuestro Estado de Bienestar Social,
no son costos, ni cargas, sino bienes preciosos, ventajas indispensables cuando
el destino llama a la puerta. Lo que revela esta pandemia es que hay bienes y
servicios que deben estar fuera de las leyes del mercado”.
Aquí muestra su plena
conciencia de que una economía de mercado, que todo lo comercializa, y su
expresión política, el neoliberalismo, son perjudiciales para la sociedad y
para el futuro de la vida.
Aún más sorprendente
fue la periodista Naomi Klein, una de las críticas más perspicaces del sistema
mundial, y que sirvió como título de mi artículo: "El coronavirus es el
desastre perfecto para el capitalismo de desastre". Esta pandemia produjo
el colapso del mercado de valores (intercambios), el corazón de este sistema
especulativo, individualista y anti-vida, como lo llama el Papa Francisco. Este
sistema viola la ley más universal del cosmos, de la naturaleza y el ser
humano: la interdependencia de todos con todos; que no hay ser, mucho menos
nosotros los humanos, como una isla desconectada de todo lo demás. Además, no
reconoce que somos parte de la naturaleza y que la Tierra no nos pertenece para
explotarla a voluntad, sino que pertenecemos a la Tierra. En opinión de los
mejores cosmólogos y astronautas, que ven la unidad de la Tierra y la
Humanidad, somos esa parte de la Tierra que siente, piensa, ama, cuida y adora.
Sobreexplotando la naturaleza y la Tierra, como lo estamos haciendo en todo el
mundo, nos estamos dañando, y nos estamos exponiendo a sus reacciones, incluso
a los castigos que nos impone. Es una madre generosa, pero puede enfadarse y
enviarnos un virus devastador.
Apoyo la tesis de que
esta pandemia no puede combatirse sólo por medios económicos y sanitarios –que
siempre serán indispensables–. Lo que nos exige es cambiar el tipo de reacción
que tenemos con la naturaleza y la Tierra. Si, después de que la crisis ha
pasado y no hacemos los cambios necesarios, la próxima vez, puede ser que sea la
última, ya que nos convertimos en enemigos de la Tierra, y puede que ya no nos
quiera aquí.
El informe del profesor
Neil Ferguson en el Imperial College de Londres declaró: "este es el virus
más peligroso desde la gripe H1N1 de 1918. Si no hay una respuesta inmediata,
habría 2’2 millones de muertos en Estados Unidos y 510.000 en Reino
Unido". Esta declaración fue suficiente para que Trump y Johnson cambiaran
de posición de inmediato, comprometiendo tardíamente grandes sumas para
fortalecer a la población. Mientras, en Brasil, al Presidente no le importa,
trata el asunto como una "histeria" colectiva, y en palabras de un
periodista alemán de la Deutsche Welle: "Actúa criminalmente. Brasil está
dirigido por un psicópata, y el país haría bien en deponerlo tan pronto como
sea posible. Habría muchas razones para ello”. Esto es lo que el Parlamento y
el STF, por amor a la población, deberían hacer sin demora.
La hiper-información y
las apelaciones en los medios no son suficientes. Eso no nos mueve a cambiar el
comportamiento requerido. Tenemos que despertar nuestra razón sensible y
cordial. Superar la indiferencia y sentir el dolor de los demás con el corazón.
Nadie es inmune al virus. Ricos y pobres, tenemos que mostrar solidaridad entre
nosotros, cuidarnos personalmente y cuidar a los demás, y asumir la
responsabilidad colectiva. No hay puerto de salvación. O nos sentimos humanos,
co-iguales, en la misma Casa Común, o nos hundiremos todos.
Las mujeres, como nunca
antes en la historia, tienen una misión especial: ellas saben sobre la vida y
los cuidados necesarios; pueden ayudarnos a despertar nuestra sensibilidad,
hacia los demás y hacia nosotros mismos. Ellas, junto con los operadores de
salud (personal médico y de enfermería) merecen nuestro apoyo sin restricciones.
Cuidar a quien nos cuida, para minimizar los males de este terrible asalto a la
vida humana.