“Hay seres que acumulan y no
tienen ninguna necesidad de partir lo que tienen”.
20.06.2020 Carmen Gómez
“Por la
mañana se ponía el puchero en la lumbre y se compartía con los vecinos que
menos tenían y sobre todo con Concha y sus hijos cuando su marido (que era muy
a menudo) estaba en la cárcel”.
“Hoy relacionarse
exclusivamente con los de su clase sin mezclarse con el hermano que piensa,
tiene otro color, siente diferente… es la actitud de muchas personas”.
“Cambié al ‘prójimo’
por el ‘próximo’, el deseo de hablar por la pausa de escuchar”.
Carmen, nací hace 60 años en un barrio obrero de Madrid. No podía usar
zapatos en invierno (solo botas de goma altas), hasta salir a la vía principal
(unos 200), porque los zapatos se quedaban pegados en el barro por no estar las
calles asfaltadas, muchas de las familias no tenían ingresos. En unas el padre
trabajaba en fábricas o en la construcción (como el mío), otras vivían de la
chatarra, de hacer chapuzas, de recibir alguna pequeña ayuda o del trapicheo.
Much@s niñ@s íbamos
a la escuela pública
y otr@s no estaban escolariza@s. Por la mañana se ponía el puchero en la lumbre
y se compartía con los vecinos que menos tenían y sobre todo con Concha y sus
hijos cuando su marido (que era muy a menudo) estaba en la cárcel. En verano
las madres tomaban el “fresco” en las
puertas de las casas o fuera de los portales (en su silla de tomar el “fresco”,
no era cualquier silla) con batas sueltas y zapatillas, mientras nostr@s revoloteábamos
alrededor jugando: al escondite, al truque, la comba, la peonza o llamando a
puertas de vecinos y escondiéndonos. “Porque atan cargas pesadas y difíciles de
elevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo
quieren moverlas” (Mt. 23:4).
Desde muy chica me
pregunté por qué unos tenían tanto,
otros menos…Y muchos no tenían nada. Enseguida encontré respuesta: hay
seres que acumulan y no sienten ninguna necesidad de partir (poseen espíritu
pobre pero no son pobres de espíritu) lo que tienen, sino todo lo contrario.
El individualismo ante lo colectivo, consumir ferozmente
sin poner en valor lo que es necesario y o que no, competir por ser el “mejor”
y no buscar la colaboración y apoyo mutuo, relacionarse
exclusivamente con los de su clase sin mezclarse con el hermano que piensa,
tiene otro color, siente diferente…actitudes todas ellas de muchos humanos. “Es
más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el
reino de los cielos…”(Mt. 19,23-30).
De joven conceptualicé
y fui dando cuerpo a mis ideas, emociones y sentimientos. Me empecé abrir como
una flor en primavera (tendría unos 16 años) viendo a muchos crucificados a mi
alrededor, y entre ellos al “revoltoso”
muchacho de Galilea, a ese tal Jesús. “Un
mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado...
En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si
tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13,34-35).
“Por sus obras los conoceréis” (Lucas 6,44). “Y el Verbo
se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1:14). Y seguí creciendo,
moldeando en mí cada día la mujer nueva en la que creo, convencida que los
seres humanos nos merecemos otro mundo y que este es posible, teniendo como referente
a Jesús de Nazaret y a Dios Padre como aliento de vida, esperanza que me
inspira y moviliza la solidaridad y
justicia entre los pueblos.
Hoy siendo ya
mayor sigo dejando pedacitos de mi vida en el sufrimiento de mi herman@,
respetando la vulnerabilidad del otro, dando aliento a familias, a chic@s que
dejaron atrás sus sueños, sus afectos…Cambié la palabra ciudadana por “cuidadana”,
prójimo por próximo; transformando el ver por mirar con las manos, con los gestos; el deseo de hablar por la
pausa de escuchar. Siempre con coraje, con denuncia, con la cabeza muy alta,
movida por la gratuidad del amor al hermano. “No negarás justicia al pobre” (Ex
23,6).
Carmen Gómez
Religión Digital