Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

26 de junio de 2020

Hay seres que acumulan y no tienen ninguna necesidad.


 “Hay seres que acumulan y no tienen ninguna necesidad de partir lo que tienen”.


20.06.2020  Carmen Gómez

Por la mañana se ponía el puchero en la lumbre y se compartía con los vecinos que menos tenían y sobre todo con Concha y sus hijos cuando su marido (que era muy a menudo) estaba en la cárcel”.

“Hoy relacionarse exclusivamente con los de su clase sin mezclarse con el hermano que piensa, tiene otro color, siente diferente… es la actitud de muchas personas”.

“Cambié al ‘prójimo’ por el ‘próximo’, el deseo de hablar por la pausa de escuchar”.

 Carmen, nací hace 60 años en un barrio obrero de Madrid. No podía usar zapatos en invierno (solo botas de goma altas), hasta salir a la vía principal (unos 200), porque los zapatos se quedaban pegados en el barro por no estar las calles asfaltadas, muchas de las familias no tenían ingresos. En unas el padre trabajaba en fábricas o en la construcción (como el mío), otras vivían de la chatarra, de hacer chapuzas, de recibir alguna pequeña ayuda o del trapicheo.

Much@s niñ@s íbamos a la escuela pública y otr@s no estaban escolariza@s. Por la mañana se ponía el puchero en la lumbre y se compartía con los vecinos que menos tenían y sobre todo con Concha y sus hijos cuando su marido (que era muy a menudo) estaba en la cárcel. En verano las madres tomaban el “fresco” en las puertas de las casas o fuera de los portales (en su silla de tomar el “fresco”, no era cualquier silla) con batas sueltas y zapatillas, mientras nostr@s revoloteábamos alrededor jugando: al escondite, al truque, la comba, la peonza o llamando a puertas de vecinos y escondiéndonos. “Porque atan cargas pesadas y difíciles de elevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas” (Mt. 23:4).

Desde muy chica me pregunté por qué unos tenían tanto, otros menos…Y muchos no tenían nada. Enseguida encontré respuesta: hay seres que acumulan y no sienten ninguna necesidad de partir (poseen espíritu pobre pero no son pobres de espíritu) lo que tienen, sino todo lo contrario.


El individualismo ante lo colectivo, consumir ferozmente sin poner en valor lo que es necesario y o que no, competir por ser el “mejor” y no buscar la colaboración y apoyo mutuo, relacionarse exclusivamente con los de su clase sin mezclarse con el hermano que piensa, tiene otro color, siente diferente…actitudes todas ellas de muchos humanos. “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los cielos…”(Mt. 19,23-30).

De joven conceptualicé y fui dando cuerpo a mis ideas, emociones y sentimientos. Me empecé abrir como una flor en primavera (tendría unos 16 años) viendo a muchos crucificados a mi alrededor, y entre ellos al “revoltoso” muchacho de Galilea, a ese tal Jesús. “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado...

En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13,34-35).

“Por sus obras los conoceréis” (Lucas 6,44). “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1:14). Y seguí creciendo, moldeando en mí cada día la mujer nueva en la que creo, convencida que los seres humanos nos merecemos otro mundo y que este es posible, teniendo como referente a Jesús de Nazaret y a Dios Padre como aliento de vida, esperanza que me inspira y moviliza la solidaridad y justicia entre los pueblos.

Hoy siendo ya mayor sigo dejando pedacitos de mi vida en el sufrimiento de mi herman@, respetando la vulnerabilidad del otro, dando aliento a familias, a chic@s que dejaron atrás sus sueños, sus afectos…Cambié la palabra ciudadana por “cuidadana”, prójimo por próximo; transformando el ver por mirar con las manos, con los gestos; el deseo de hablar por la pausa de escuchar. Siempre con coraje, con denuncia, con la cabeza muy alta, movida por la gratuidad del amor al hermano. “No negarás justicia al pobre” (Ex 23,6).

 Carmen Gómez
Religión Digital