Los Zapatos Misteriosos y Solidarios
Este libro no es un libro;
es una continuación de un cuento llamado LOS
ZAPATOS DE NINGUNA PARTE. Al decir que esto no es un libro, exagero; quiero decir que no es un cuento ni novela
sino una historia real que tampoco lo es,
sino algo que quería ser historia real pero no puede serlo porque le faltan
medios para serlo, para ser realidad.
Me imagino que con este
comienzo de si es o si no es, se les están quitando las ganas de leer más…Tengan paciencia que pronto
llegamos al misterio de los zapatos.
Para animarles les empiezo contando algo del primer libro LOS ZAPATOS DE NINGUNA PARTE (Sólo los dos primeros capítulos) ese primer libro lo pueden encontrar en Acción Marianista tal vez eso es otro medio de conseguir fondos para el “viaje” de Acción Marianista y llegar antes a los 90.000 km. (lo que equivale a 90.000 euros.) Todo esto para unirnos a la campaña iniciada por Acción Marianista !Sumando kilómetros! para que se puedan cumplir con los compromisos económicos adquiridos con las personas vulnerables que participan de los proyectos 2020. Ver proyecto>> Sumando kilómetros
LOS ZAPATOS DE NINGUNA
PARTE. Capítulo 1
Toribio llevaba una semana buscando desesperado una zapatería. No es que faltasen zapaterías en la ciudad, pero las que había no tenían calzado para él. En unas era muy caros, en otra demasiado baratos y no se fiaba. En una eran demasiado estrechos y le hacían daño, en otras no tenían de su medida. En unas tenían zapatos puntiagudos que no le gustaban, en otras eran tan chatos que le hacían daño en el dedo gordo.
Tenía libre aquella
tarde y decidió buscarlos por toda la ciudad, hasta los barrios más lejanos. Tenía
piernas fuertes y caminó, caminó, deteniéndose en toda tienda que parecía vender
zapatos. Hasta entró en una llamada “al paso, al trote, al galope”. Preguntó si para dar pasos tendrían… Le respondieron que sólo tenían herraduras. Entonces
se dio cuenta
de que en esa tienda sólo
había sillas de montar, estribos,
riendas y todo tipo de
herraduras a gusto de los
caballos y de sus dueños.
Pensó que él había sido un burro entrando allí. Salió avergonzado.
Empezaba a anochecer. Un poco más adelante, en un callejón algo oscuro vio un extraño letrero. “TIENDA LA MISTERIOSA”. En la vitrina, junto a la puerta, se amontonaban cajas y objetos que no se distinguían muy bien por la poca luz, pero en un rincón descubrió varios pares de zapatos, botas, caites… Entró y preguntó: “¿Tienen ustedes zapatos para mí?, del número 40?”
Se levantó de su banqueta una señora con una pañoleta blanca en la cabeza. No era ni muy joven ni anciana, sino todo lo contrario. Se le acercó y le miró de pies a cabeza. Sí, así, empezando por los pies. Al llegar la mirada a su cara la mujer le clavó unos ojos pequeños, negros, que parecían leer su corazón. “¿Está usted seguro de lo que quiere?”.
-
“Claro, ya le digo, unos zapatos para
andar bien por las calles de esta
ciudad con tantos baches y tropiezos”
-
La mujer sonrió con gesto misterioso:
“pues si quiere caminar lejos y seguro,
le recomiendo estos… ¿del número cuarenta me dijo? Son ciento quince pesos”.
En
la moneda de aquel país (no les digo cuál es) ciento quince pesos no eran
mucho.
Los
zapatos que le enseñó la vendedora eran un poco extraños en su forma y colorido.
“Pruébeselos”
- le aconsejó. Se sentó Toribio, se quitó los zapatos viejos, y se probó los nuevos. Movió algo los dedos de los pies, se
levantó y caminó un poquito. “¡Pues muy
bien – exclamó satisfecho – esto es lo
que buscaba! Me los, me losss…” Entonces
se dio cuenta de que la vendedora había
desaparecido.
-“¡Oiga
señora, oiga!”. Miró por todas partes en
el comercio… Nadie se asomó. Ya estaba
casi oscuro y su casa estaba lejos.
Decidió marcharse con los zapatos nuevos.
Toribio
era persona honrada. Dejó los ciento quince pesos sobre el mostrador. Gritó por
última vez, por si ella estaba en otra habitación: “¡gracias señora, aquí le
dejo el dinero!”. Agarró los zapatos
viejos bajo el brazo y se fue.
Estaba
bastante oscuro. Al salir del callejón ya en las calles más anchas de la
ciudad había farolas encendidas.
Aunque
era un poco tarde, por el placer de caminar con aquellos zapatos tan cómodos
volvió paseando a casa.
Por
el camino se cruzó con su prima Carlota, que iba por la
banqueta de enfrente.
-
“¡Adiós Carlota!”
La
muchacha se detuvo y miró hacia atrás.
-
“¡Eh, que estoy aquí!”
or
Ella
miró hacia donde él estaba. Pareció que
no lo veía. Toribio levantó la mano
saludando. “¡Muchacha que estoy enfrente!”.
Ella
miró a un lado y a otro, se encogió de hombros y siguió adelante. Es verdad que
estaba un poco oscuro, pero no tanto. “Esta chica necesita lentes”- pensó Toribio- y siguió también su camino de vuelta. Vivía en una casita de un solo nivel, con sus
padres y una hermana más pequeña. Al llegar metió la llave en la cerradura,
abrió - “¿Hay alguien?” – preguntó sin respuesta. Habrían salido todos.
Entro
en su habitación. Dejó los zapatos viejos en un rincón. Se acercó a su armario que tenía un espejo de cuerpo
entero. Allí fue a ver qué tal le caían los zapatos. Se puso enfrente del
espejo, miró… y ¡no vio nada! – “¿Eh?
¿Qué me está pasando? ¿Estoy ciego?” -dijo en voz baja. Pero él veía perfectamente todo lo que le
rodeaba. Veía el armario y el espejo que reflejaba la habitación, pero él mismo
no se veía allí…
Temblando
de nerviosismo volvió a su cama y se sentó.
El cansancio de la tarde, el paseo y los nervios le dieron ganas de
tumbarse un ratito. Se quitó los zapatos. Desde su asiento miró hacia el espejo
y dio un salto. ¡Ahora sí!, allí estaba él reflejado en el espejo, con cara de
susto y… y descalzo.
LOS ZAPATOS DE NINGUNA PARTE Capítulo 2
En el primer capítulo, ¿recuerdan?, dejamos a Toribio, con la boca abierta viéndose en el espejo cuando un rato antes no se veía. También recordó entonces que, cando pasó cerca de su prima Carlota ,tampoco ella le había visto. Pues no le fue muy difícil sacar consecuencias de lo que pasaba.
Para estar más seguro se sentó frente al espejo, agarró los zapatos y empezó a ponérselos. Se puso el primero y miró al espejo. ¿Qué creen ustedes que pasó?. Se veía?, ¿no se veía?. Pues mita- mita, que dicen en este pueblo. Se veía en blanco y negro, como una película de las antiguas. Entonces agarró el otro zapato se lo puso, y ¡zas! Lo que ustedes están pensando. Había vuelto a desaparecer totalmente del espejo porque él sí se veía y se tocaba. Estaba allí, pero como en esas películas del hombre invisible, nadie podía verle .No se lo acababa de creer. O sea que esos zapatos eran “invisivilizadores”, lo hacían invisible?
Miró el reloj. Eran las 9 de la noche. Esteba cansado y nervioso de la impresión. Supuso que sus papás y su hermana estaban en alguna visita. Les dejó un aviso sobre la mesa de la cocina. “me acosté, hasta mañana”. Volvió a su habitación y a dormir. Seguramente esa noche soñó mucho, pero él nunca se acordaba al despertar de sus sueños.
Amaneció, sonó ese antipático aparato llamado despertador y en cuanto Toribio abrió los ojos, naturalmente, le volvió a la cabeza la memoria de los misteriosos zapatos.
- “Los tengo que probar, a ver si siguen hoy como ayer”.
Se los puso y salió a la cocina, donde estaban sus padres desayunando. Doña Tina preparaba los huevos revueltos. Don Toribio estaba pasando las hojas del periódico mientras se le escapaban exclamaciones: ¡uff!... ¡huy!... ¡ah!... ¡qué bárbaro!... ¡menos mal!...
- ¿Qué sucede? – le preguntó doña Tina.
- Suede de todo – contesto Don Toribio- y empezaron los dos a comentar las noticias de la política nacional e internacional y los problemas de los emigrantes que estaban expulsando de los “Estados” (unidos -de –Norteamérica, se supone, pero los llamaban solo los Estados, a secas).
- Toribio entró en ese momento, despacito, procurando no hacer ruido con los pasos, pero rozó con el codo una cacerola vacía que se fue al suelo estrepitosamente.
- Se volvió doña Tina - ¡huy!, la dejé al borde y se habrá resbalado.
- Toribio saltó silenciosamente y se quedó en un rincón. Pensó que si los padres sentían algo que no veían, el susto podría ser tremendo. Doña Tina recogió la cacerola y en aquel momento entro Teresita, la pequeña de los “T”. ¿Se habrán dado ustedes cuenta?: eran Toribio, don Toribio, Tina y Teresita. La broma de los amigos era: ¿Te vienes a tomar el te a casa de los T?.
- Teresita tenía10 años, ocho menos que su hermano y era un rabo de lagartija, traviesa y lista para todo menos para los números, pues se le atravesaban las matemáticas en la escuela.
- Mamá- preguntó la niña- , ¿dónde está el dormilón de mi hermano?.
- Déjale dormir ; vendría anoche muy cansado.
Entonces se dio cuenta Toribio de que ya debía dar señales de vida . Aprovechó que estaba la puerta abierta, volvió a su habitación, se quitó los misteriosos zapatos y ya empezó a volver al mundo visible; se lavó , se peinó, se vistió, se puso los zapatos viejos y entró haciendo ruido a la cocina.
- Entre los saludos, los ¿qué tal te fue? y los ¿qué tal amanecieron? , la pregunta de Doña Tina: Pero hijo, ¿no fuiste ayer a comprar zapatos y todavía andas con esos medio rotos?
- Sí mamá, no encontraba en ningún sitio… Sólo vi unos pero no sé si me quedaré con ellos… volveré hoy a ver qué hago…
- Esa era de verdad la idea de Toribio. Aquellos zapatos estaban siendo un problema para él. Ir de Invisible por la vida está bien para los cuentos, pero para la vida real creaba muchos problemas. ¿Ustedes no han hecho nunca la prueba de volverse invisibles? Pues Toribio sí y estaba asustado. Cuando desayunaron, él volvió a su habitación, metió en una bolsa de plástico los zapatos misteriosos (es que llamarlos in-vi-si-bi-li-za-do-res , es muy complicado). Pues el muchacho, agarró la bolsa y salió a la calle para devolver esos zapatos invi… o hablar con la señora que se los había vendido.
- Esta vez agarró un bus que pasaba cerca de allí. Se bajó justo frente a la tienda de las herraduras, la del “paso, trote y galope”, siguió hasta el callejón y buscó la tienda de los zapatos. La buscó pero no la encontró. En el sitio donde ayer estaba la “tienda misteriosa” había un edificio en construcción. Los albañiles estaban levantando un segundo nivel, con ayuda de una grúa.
- Toribio se acercó a uno de ellos: “disculpe ¿aquí no había antes una tiende de… de cosas?
- - Pues no sé muchacho, hace tres semanas que trabajamos en construir esta casa. No tengo idea de lo que había antes aquí.
- Toribio se quedó lo que se dice patidifuso, es decir, de piedra, hecho un lío, balanceando la bolsa de zapatos en la mano, mirando a todos lados sin saber qué hacer. Estuvo a punto de ir a la tienda para caballos y comprarse unas herraduras; pero al final lo pensó mejor y…
-
Ya les contaré en otro capítulo lo que hicieron el pobre Toribio y sus zapatos “invi “
- Mientras tanto vayan aprendiendo a decir sin respirar: Toribio está invisibilizado ¿quién lo desinvisivilizará?, el desinvisibilizador que lo desinvisibilizare buen desinvisibilizador será.
Pero aquí no les cuento más. Si quieren saber toda la historia cómprense LOS ZAPATOS DE NINGUA PARTE y sabrán que además de invisibilizadores esos zapatitos eran “voladores“ y llevaban a cualquier parte del mundo a quien se los ponía. Lo verán cuando lean ese libro.