¿Quién es la monja que ha
conseguido hacer viral su petición de abolir las mitras episcopales?
Mercedes
Loring: “Si pudiese cumplir mi sueño de ver al Papa, le diría que se quitase el
sombrero y que se lo quite también a los obispos”
La hermana
Mercedes Loring, de 95 años, dedicó la vida a promover a los pobres en Ecuador
y en España
“Unos
comunistas agresivos mataron a mi padre y mi madre se quedó viuda, a los 35
años, con cinco hijas y tres hijos. Pasamos a ser pobres y hasta a pasar
hambre”
'Centro de
Cultura Popular la Asunción” en Hospitalet, que todavía existe y ha homenajeado
a su fundadora recientemente
“No le
tengo miedo a la muerte y siempre le digo a Dios: 'Señor, ¿cuándo me vas a
llevar?”.
“Lo que
tiene que hacer la jerarquía de la Iglesia española es dejar de estar tan
vinculada a la derecha y abandonar el poder, porque Cristo no lo quiere y la
gente tampoco”.
Entre los
políticos, le gustan Sánchez e Iglesias, porque “luchan contra la desigualdad”,
pero no Casado “que sólo sabe insultar, sin hacer propuestas positivas”
22.05.2020 JoséManuel Vidal
“¿Sería posible
pedir al Papa que suprima esos 'sombreros' inútiles, que dan la impresión de
'alta categoría'? No me imagino a Jesús con esas pretensiones. Sus
representantes deben dar testimonio de sencillez, y el solideo ya es
suficiente”. Con este simple párrafo y otros dos más en los que nos pedía hacer
llegar su petición a Francisco, la hermana Mercedes Loring ha conseguido, en
plena pandemia, poner en marcha una campaña, que se está haciendo viral. Con
miles de adhesiones de clérigos, teólogos y muchos fieles de España, Europa y
América. El 'santo pueblo de Dios' responde a la llamada de esta religiosa, de
95 años. Pero, ¿quién es Mercedes Loring y porqué se le ocurrió esta petición?
“Desde siempre,
las mitras episcopales me parecieron 'gorros ridículos'. Últimamente, con el
confinamiento, asistí a muchas misas por Internet. En algunas, oficiaban
distintos obispos, todos ellos con la consabida mitra. Y el antiguo malestar se
me reprodujo. Ese quita y pon de la mitra me parece ridículo y, cuando lo hacen
en pandilla varios obispos juntos, todavía más”. Indignada y sin pensárselo dos
veces, Mercedes Loring se puso al ordenador (que maneja perfectamente a su
edad) y nos mandó un email, pidiendo ayuda.
En ese mismo
ordenador está escribiendo los recuerdos de toda una vida, porque se lo pidió
una sobrina. “Ya he llegado al año 1920 y sigo escribiendo”, dice contenta por
su 'hazaña'. Nada raro en una existencia repleta de llantos y risas, penas y
alegrías. Y con un motor siempre fijo en el Evangelio de Jesús, al que se
entregó como religiosa allá por el año 1945, a los 20 años.
Hija de una
familia acomodada, el primer Loring vino a Málaga, procedente de Estados
Unidos, y se dedicó a la exportación. Uno de sus hijos se casó con una hija de
Manuel Agustín Heredia, dueño de minas, para el que trabajaban muchos gitanos.
“Por eso, muchos gitanos se apellidan Heredia por mi tatarabuelo, al que todo
el mundo quería mucho, porque durante la epidemia de cólera en Málaga, pagó a
las farmacias para que diesen las medicinas gratis a la gente más pobre”.
Su padre,
ingeniero de caminos, tenía una fábrica de aviones. “Nos llevaba en avión a
Barcelona, porque mi madre era catalana”. Pero, en tiempos de la República,
“unos comunistas agresivos mataron a mi padre y mi madre se quedó viuda, a los
35 años, con cinco hijas y tres hijos”.
Y sus vidas
cambiaron por completo. “Pasamos a ser pobres y hasta a pasar hambre y nos
pusimos en manos de la Providencia, que nos hizo muchos milagros. Fruto de eso,
las cinco hermanas nos hicimos monjas. Y los dos hermanos, jesuitas”, recuerda
y se le entrecorta la voz.
De las cinco
hermanas, cuatro profesan en la congregación de las religiosas de la Asunción,
fundadas en 1839, en París, por Anne-Eugenie Milleret de Brou (María Eugenia de
Jesús,en la vida consagrada). Y los dos hermanos hacen lo propio en la Compañía
de Jesús, donde llegaron a ser reconocidos: Jorge Loring, como escritor,
conferenciante y director de Ejercicios Espirituales, y Jaime Loring, como
fundador de ETEA, la matriz de lo que ahora es la Universidad Loyola.
Y a los 20
añitos, recién cumplidos, Mercedes se fue al convento y dejó atrás su vida de
chica primero rica y, después, pobre, y su primera vocación: ser bailarina.
“¡Me gustaba tanto bailar! Pero como los curas decían que era pecado, no podía
hacerlo”.
Ya de monja, la
congregación la mandó a Inglaterra a estudiar inglés y, después, como siempre
le gustó lo social, se fue a Ecuador. Y en el Kilómetro cinco, uno de los
barrios más pobres de Guayaquil, dirigió un colegio de la asociación de los
jesuitas 'Fe y Alegría', en pleno cerro, que es como en Latinoamérica, llaman a
las zonas de chabolas.
Con el paso del
tiempo, el cerro se fue llenando de pobladores y los dueños de los terrenos los
querían echar con policías y perros. “Fui a hablar con el Gobernador y conseguí
que los dejasen quedarse e ir pagando muy poco a poco sus terrenitos”, recuerda
la hermana Mercedes.
Evidentemente, el
estar al lado de los más pobres le granjeó muchos amigos (“la gente responde,
cuando te das”) y algunos enemigos dentro y fuera. “Algunas hermanas, pensando
que me hacían un bien, me decían que me dedicase a los colegios de la
congregación y a cosas religiosas. Pero Dios me ha llevado siempre a hacer lo
que jamás pensé que podía hacer”.
Y de Guayaquil
pasó a Barcelona y, en la Ciudad Condal, volvió a calcar su esquema vital: “En
un barrio muy obrero, puse un centro de adultos y me dediqué a dar clases a las
madres. Empecé con seis mujeres y terminé con 480 adultos”.
Un centro con
buenos cimientos, porque todavía hoy existe el 'Centro de Cultura Popular la
Asunción' en Hospitalet. De hecho, “las primera mujeres que comenzaron conmigo
son ahora las directoras, a las que, por cierto, también enseñé a bailar”. Y su
recuerdo permanece vivo.
Por eso, cuando
cumplió los 95 años, “un sobrino pidió que me dejasen ir a Barcelona y fui a
Hospitalet y me hicieron una fiesta grande, con banquete y placa, todo un
homenaje”, que Mercedes agradeció con su sonrisa de siempre.
Y de Barcelona a
Madrid, porque, como cualquier monja, la hermana Mercedes vivió toda su vida
con la tienda a cuestas, pero para montarla siempre entre los necesitados. Hace
ahora 20 años, llegó a Madrid y se enraizó en el barrio obrero de Tetuán,
concretamente en la parroquia de San Antonio de los capuchinos. Y allí, a sus
75 años, comenzó de nuevo a “dar clases de inglés y de baile a los emigrantes”,
que se apuntaban a sus clases, tanto de idioma como de baile, “a montones”,
quizás porque se sentían queridos y valorados.
En Tetuán también
rompió el círculo eclesiástico y se enroló en la asociación laica 'La
Enredadera' y más en concreto en “el grupo de los Invisibles, que ayudan a
todos y luchan por la renta básica, y no son de Iglesia”.
Ahora, ya
requetejubilada, vive en la residencia que la congregación tiene para las
hermanas ancianas en Navas de Riofrío (Segovia), donde sigue rezando, porque
“la oración es la base” (sobre todo el oficio divino y la adoración al
Santísimo) y trabajando. “Tengo una salud estupenda y eso me permite cuidar a
las más jóvenes que yo”.
Y, aunque, en su
propia residencia falleció alguna hermana al principio de la pandemia, Sor
Mercedes no le tiene miedo al coronavirus: “Porque no le tengo miedo a la
muerte y siempre le digo a Dios: 'Señor, ¿cuándo me vas a llevar?”.
Después de tanto
años de monja, Mercedes Loring sigue enamorada de su vocación, aunque cree que
“la vida religiosa tiene futuro, si cambia en profundidad; no va a morir, pero
tiene que ser diferente y al estilo de la sociedad moderna”. Más aun, cree que,
para atraer de nuevo a los jóvenes a la vida religiosa hay que “buscar nuevas
formas de vivir en comunidad y quizás tenga que haber votos temporales, porque
los perpetuos le asustan a los jóvenes de hoy que, sin embargo, siguen siendo
generosos para responder a la llamada del Señor y a las necesidades de los más
pobres”.
Desde su atalaya
de los 95 años, la hermana Mercedes también está viviendo con preocupación la
actual situación política española. Y, como en todos los demás ámbitos, también
en éste dice lo que siente y lo que piensa abiertamente. “Tengo mucha confianza
en Pedro Sánchez, que tiene voluntad y ganas de acabar con la desigualdad
social que tanto ha crecido en tiempos de Mariano Rajoy”, dice.
También le gusta
Pablo Iglesias, pero no el otro Pablo, Casado. “Pablo Iglesias me parece muy
idealista, pero tiene buena voluntad, aunque a mucha gente no le guste. A mí,
el que no me gusta nada es Pablo Casado, que sólo sabe insultar, sin hacer
propuestas positivas y parece que lo único que quiere es quitar a Sánchez, para
ponerse él”.
La religiosa
también se muestra crítica con la jerarquía de la Iglesia española. “Lo que más
me apena es que muchos obispos se identifican con la derecha. Aunque no todos.
Por ejemplo, es una buena persona, dialogante y que intenta ser de todos”,
dice. Y añade : “Lo que tiene que hacer la jerarquía de la Iglesia española es
dejar de estar tan vinculada a la derecha y abandonar el poder, porque Cristo
no lo quiere y la gente tampoco”.
Y se atreve,
incluso, la hermana Mercedes a darles un consejo a los prelados: “que hagan lo
que está haciendo el Papa Francisco, que es sencillo y humilde, y está con los
pobres”. Por eso, le “encanta” y, si lo pudiese ver algún día (es uno de sus
sueños) le diría, entre otras cosas: “Que se quitase el gorro y se lo quitase a
los obispos. Porque, además, estoy segura de que, si el pueblo lo pide,
Francisco estará encantado de suprimir las mitras”.
Tomado de:
Religión Digital
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