Meditación de la
luz: el camino de la sencillez
La gran mayoría está cumpliendo las
recomendaciones oficiales acerca de las reuniones sociales, evitando así la
difusión de la Covid-19.
Se puede hacer muchas cosas en este
recogimiento forzado: una revisión de vida; pensar qué lecciones sacar para el
futuro, cómo cambiar para mejor; ver una película, etc.
Nos ofrece también la oportunidad de
hacer algún ejercicio de meditación. No solamente a las personas religiosas
sino también a aquellas que, sin estar ligadas a una religión, cultivan valores
como el amor, la cooperación, la empatía y la compasión.
Ofrezco aquí un método que yo llamo
“Meditación de la Luz: el camino de la sencillez”, muy antiguo, en Oriente y en
Occidente. Tiene que ver con el espíritu y con todo el cuerpo humano, pero en
particular con el cerebro, la sede de nuestra conciencia e inteligencia. No es
este el lugar para exponer las tres superposiciones del cerebro: el reptil,
que se refiere a nuestros movimientos instintivos; el límbico, a los
sentimientos, y el neocortical, al raciocinio, la lógica y el lenguaje.
Tratemos sucintamente del cerebro, que
tiene forma de concha con dos hemisferios:
El hemisferio izquierdo que
responde del análisis, el discurso lógico, los conceptos, los números y las
conexiones causales.
El hemisferio derecho responde
de la síntesis, la creatividad, la intuición, el lado simbólico de las cosas y
de los hechos y la percepción de una totalidad.
En el centro está el cuerpo calloso
que separa y al mismo tiempo une los dos hemisferios.
Otro punto importante del cerebro es el
lóbulo frontal, sede de la mente humana. Hay muchas teorías sobre la
relación entre cerebro y mente. Varios neurocientíficos sostienen que la mente
es el nombre que damos a realidades intangibles, elaboradas en el cerebro,
tales como la vida afectiva, el amor, la honestidad, el arte, la fe, la
religión, la reverencia y la experiencia de lo numinoso y de lo sagrado.
La mente espiritual y el Punto Dios en el cerebro
Otro punto a ser mencionado es la mente
espiritual. La antropología cultural se ha dado cuenta de que en todas las culturas
surgen siempre dos constantes: la ley moral en la conciencia y la percepción de
una Realidad que transciende el mundo espaciotemporal y que concierne al
universo y al sentido de la vida. Descansan en alguna estructura neuronal, pero
no son neuronas. Son de otra naturaleza, hasta ahora inexplicable. Varios
neurocientíficos la llaman la mente mística (mystical mind) . Prefiero
una expresión más modesta: mente espiritual.
Profundizando en la mente espiritual,
otros neurocientíficos y neurolingüistas llegaron a identificar lo que llamaron
el punto Dios en el cerebro. Constataron que siempre que el ser humano
se interroga existencialmente sobre el sentido del Todo, del Universo, de su
Vida... y piensa seriamente sobre una Realidad Última, se produce una
aceleración descomunal de las neuronas del lóbulo frontal. Apunta hacia
un órgano interior de cualidad especial. Dijeron que así como tenemos órganos
externos, los ojos, los oídos, el tacto, tenemos también un órgano interno, un
logro de nuestra evolución humana.
Lo llamaron el punto Dios en el
cerebro. Mediante ese órgano-punto captamos Aquella Realidad que unifica y
sustenta todo, desde el universo estrellado, a nuestra Tierra y a nosotros
mismos: la Fuente que hace ser todo lo que es. Cada cultura le ha dado un
nombre: el Gran Espíritu de los indígenas, Alá, Shiva, Tao, Javé, Olorum de los
nagô, y nosotros, que simplemente lo llamamos Dios (palabra que en sánscrito
significa el Dador de luz, de donde viene también la palabra día).
La naturaleza misteriosa de la luz
Antes de centrarnos en la Meditación
de la Luz, conviene una palabra sobre la naturaleza de la luz.
Esta
es considerada hasta hoy día como un fenómeno tan singular para la ciencia, en
particular la física cuántica y la astrofísica, que se ha preferido decir: la
entendemos mejor si la consideramos una partícula material (que puede ser
bloqueada por una placa de plomo) y simultáneamente una onda energética que
recorre el universo a una velocidad de 300 mil km por segundo. Biólogos
llegaron a discernir que todos los organismos vivos emiten luz, los biofotones,
invisibles a nuestros ojos pero detectables mediante sofisticados aparatos. La
sede de esta bioluz estaría en las células de nuestro ADN. Por lo tanto,
somos seres de luz... Además la luz es uno de los mayores símbolos
humanos, y el nombre que se da a la Divinidad, o a Dios, como Luz infinita y
eterna...
Meditación de la luz: camino oriental y occidental
Vamos finalmente al tema: “¿Cómo es esa
meditación de la luz?“. Fundamentalmente tanto Oriente como Occidente coinciden
en la misma intuición: del Infinito nos viene un rayo sagrado de Luz que incide
en nuestro cerebro (cuerpo calloso), penetra todo nuestro ser (los chacras),
activa los biofotones, sana nuestras heridas, nos eleva y nos transforma
también en seres de luz.
Es conocido el método budista en tres
pasos: delante de una vela encendida se concentra y dice yo estoy en la Luz,
la Luz está en mí, yo soy Luz. Esa luz se extiende desde el cuerpo a todo
lo que está alrededor, a la Tierra, hasta a las galaxias más distantes...
Permite una experiencia de no dualidad: todo es uno y yo estoy en el Todo.
El camino occidental se parece al
oriental. Era practicado por los primeros cristianos en Alejandría, en Egipto,
que profesaban que Dios era luz, Jesús, luz del mundo y el Espíritu Santo, la Lux
Beatíssima.
Sigan conmigo los siguientes pasos:
colóquese en un sitio cómodo, como al pie de la cama al levantarse o al
acostarse, o en un rincón más recogido. Concéntrese en abrir el cuerpo calloso
e invocar el rayo de la Luz Beatísima que proviene del infinito del cielo.
Ese rayo de Luz sagrada, al incidir,
permite la unión de los dos hemisferios del cerebro, produciendo un gran
equilibrio entre razón y sentimiento. Luego, deje que esa Luz divina comience
lentamente a penetrar por todo su cuerpo: el cerebro, las vías respiratorias,
los pulmones, el corazón, el aparato digestivo, los órganos genitales, las
piernas y los pies. Deténgala especialmente en la partes que están mal y
producen dolor. Y ya que la Luz descendió, hágala volver, penetrando desde
abajo nuevamente todo su ser y sus órganos.
Beneficios de la meditación de la luz
En primer lugar, comienza a sentir que
esa Luz divina potencia sus energías, trae ligereza a todo su ser corporal y
espiritual. Dese un poco de tiempo para disfrutar esa Energía divina que lo
energiza totalmente. Por fin, agradezca al Espíritu de Luz, que es el Espíritu
Santo. Lentamente su cuerpo calloso se cierra y la persona queda más
espiritualizada, más humanizada y con más valor para enfrentar el peso de la
vida.
Este ejercicio puede hacerse
mentalmente en el autobús, al parar en el semáforo, en la fábrica, en la
oficina o en cualquier tiempo libre que se tenga en el día.
Las personas que se acostumbran a hacer
este tipo de meditación –vía de la sencillez– suelen afirmar que su salud se
vuelve más resistente, consiguen más claridad en las cuestiones complicadas, y
las ideas fijas y los prejuicios se hacen más superables. En fin, te vuelves un
ser mejor y tu luz se irradia sobre los demás. Intenta hacer esta meditación
sencilla y verás su valor corporal y espiritual.