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10 de julio de 2020

Biografía de Jan Hus


Jan Hus

Reformista y mártir católico (1372-1415)

          “Señor Jesucristo, por amor al evangelio y a la predica de tu Palabra sobrellevo             con paciencia  humildad esta muerte aterradora, ignominiosa y cruel.”

   
La vida de Jan Hus, sacerdote y reformista checo, coincidió casi exactamente con una de las más serias crisis en la historia de la cristiandad: el Gran cisma del papado (1378-1417). Durante casi cuarenta años, la iglesia estuvo dividida por los reclamos rivales de dos y por último tres Papas.Si bien las obras teológicas de Hus no tocaban directamente el tema de la crisis, la historia, de una manera irónica, las volvió inseparables. Durante el Concilio de Constanza (1414-1417), llamado para resolver el cisma papal, Hus fue quemado por hereje.

Hus era profesor en la Universidad del Praga y predicador en la capilla de la universidad. Allí, debido a la popularidad de sus sermones ante enormes multitudes, surgió como líder del vigoroso movimiento de reforma de la Iglesia. Atacó la corrupción  entre sus compañeros  y abogó por la espiritualidad laica a través del conocimiento de las Escritas y la comunión frecuente. Entre sus logros se halla la traducción vernácula del Nuevo Testamento.


Cuando uno de los Papas en pugna autorizó la venta de indulgencias para juntar dinero para una cruzada contra su rival, Hus se expresó con indignación  profética. Según lo veía, la desvergonzada comercialización del sacramento de la penitencia estaba encubriendo el hecho de que servía como exhortación al derramamiento de sangre. Su postura lo enemistó no sólo con el arzobispado de Praga sino también con el emperador, a quien le tocaba una parte de las utilidades de es comercio.

La historia de los juicios a Hus y las traiciones a manos de los príncipes, de los Papas rivales y algunas veces hasta de sus amigos, es inmensamente compleja y no se puede resumir fácilmente. Los eruditos han tendido a exonerar a Hus de los cargos que se le hicieron. (Se dice que el Papa Juan Pablo II se cuenta entre los que apoyan su rehabilitación). Hay poca duda de que sus posturas fueron mal representadas por críticos menos interesados en la verdad que en sus propias agendas políticas y eclesiásticas.

Es verdad que las apuestas eran grandes, ya que el cisma papal amenazaba el entero orden social de Europa. Pero frente a esta crisis, Hus sostuvo una posición diferente a la de los dos principales campos contendientes. Por un lado estaban los que insistían en la autoridad monárquica del papado como base de la unidad de la Iglesia, y por otro estaban los llamados conciliaristas, que señalaban que la autoridad papal- en una situación de dos pontífices rivales- era una base menos que ideal para la unidad. En vez, buscaban resolver la crisis mediante el llamado a la más alta autoridad de los concilios eclesiásticos.

Hus siguió un enfoque más místico un enfoque más místico y evangélico. Cristo era la única cabeza de la Iglesia. La única base segura para la reforma y la unidad debía hallarse no en una concepción  jurídica del poder sino en una comprensión comunitaria arraigada en la conversión moral y la santidad. Para los partidarios de ambos lados, la posición de Hus sonaba, en el mejor de los casos, poco realista, y en el peor, como una suerte de anarquismo soñador.

Se le prometió un salvoconducto para defender sus puntos de vista en el Concilio de Constanza, que había sido convocado para resolver el cisma. A su llegada, sin embargo, fue arrestado y encarcelado. Luego de una indagación vergonzosamente prejuiciosa, más parecida a un linchamiento, se lo condenó por herejía y fue devuelto al brazo secular para su castigo. Se le quemó públicamente el 6 de julio de 1415.

El coraje y la serenidad con los que Hus enfrentó su destino, insistiendo en su inocencia al tiempo que perdonaba a sus enemigos, dejó a muchos testigos preguntándose si el hereje condenado no era, en realidad, un santo. Al igual que Lutero, con quien se lo compara a menudo, Hus combinaba una profunda lealtad a la Iglesia con un franco discernimiento de sus varias patologías. Él representaba un puente entre el esquema rígidamente institucional de la Iglesia, y un modelo más libre y espiritual. Al quemar ese puente, los padres del concilio resolvieron una crisis, sólo para preparar el camino para levantamientos mucho más graves en el siglo siguiente.

En cuanto a Hus, que podría haber escapado a la muerte si hubiese renunciado voluntariamente a su teología, escribió su propio epitafio: “Es mejor morir correctamente que vivir malvadamente. No deberíamos pecar con el fin de evitar el castigo de la muerte. La verdad conquista todas las cosas.”