Carta padre Hermógenes López Coarchita al pueblo
A LOS ESTIMADOS MAESTROS
Me inclino respetuoso ante ustedes, por el importantísimo servicios que presentan a mi Patria; y concretamente a ustedes, queridos
Maestros, que imparten sus enseñanzas a la niñez y juventud de nuestro
Municipio, Dios les bendiga.
Ustedes tienen una voz
poderosa y autorizada para descifrar a los educandos la palabra cultura,
extrayendo de ella, conceptos como: sabiduría, ciencia, ilustración, civismo y muchos
más con que se ennoblece la persona. Si dentro de esas acepciones, ponemos otras con filosofía de compromiso con la sociedad en que vivimos para conocer nuestros problemas y colaborar a su solución, ciertamente cabrá ahí mi preocupación del momento a favor del Pueblo, cuando les pido suplicante una palabra de urgente compromiso con la Comunidad, en orden a que NO sean conducidas a otro lugar, las aguas de una parte de nuestro Municipio.
A LOS VECINOS DE TODO EL MUNICIPIO DE SAN JOSÉ PINULA
Por quienes sentimos serias expresiones en nuestra alma, convertidas en ideas de respeto, compromiso de servicio y esperanzas por un futuro lleno de progreso y de paz. Se precisa ante este problema del agua, la panacea producto del binomio Libertad y Dignidad, para convencernos de que esas aguas desempeñen un papel de suma importancia en la concepción ecológica de un San José Pinula: trabajador, honesto y serio que debemos defender.
Un poco de observación ante el fenómeno de la violencia de la que se duele la Patria, nos dice que nuestro San José Pinula, aporta una buena dosis de armonía y de paz al ambiente, aun cuando de armonía, sintamos todavía que tenemos desventajas, ya que como lo afirman lamentablemente notas de vencible idiosincrasia, se comenta en nuestro ambiente, que falta entusiasmo para la unidad y falta una nueva mística para una constructiva solidaridad. Quizás la postura de defensa que tomemos impidiendo que nos quiten nuestras aguas, nos descubra que sí tenemos sentimientos grandes para la unidad, suficientes para alejar emociones ancestrales de indiferencia, para ponernos todos al servicio de los intereses de nuestro Pueblo.
Y ¿qué tal si se ponen a observar con mente curiosa, qué cosa podrá sobrevenirle al pobre Párroco por esta humilde postura que asume a favor del tan querido Pueblo de San José Pinula? ¿Cómo se imaginan ustedes que actuarán la ambición cuando se llame política? ¿Cómo creen ustedes que actuará la codicia cuando se llame negocio? ¿Cómo sospechan ustedes que actuará la envidia cuando se llame calumnia? Tomemos, pues, bien severos el azote de la libertad y de la vedad y… examinémosles inmisericordes.
A LOS NIÑOS TAN QUERIDOS
Estoy convencido de que ustedes, queridos patojos, por razón de su corta edad, no ven ese problema del agua y hasta dirán un poco burlones, que ni siquiera les importa, ni les toca buscar solución. Y, ¡ni modo!, eso es cierto, porque no saben de qué problema tan enorme se trata. Cállense pues un ratito y… voy a contarles la cosa.
Unos señores muy ricos que no son de aquí de San José Pinula, quieren llevarse unos ríos que son de nuestro Pueblo o como quien dice, que son de nosotros y que sirven para bañarnos y para que haya verduras en la mesa a la hora del almuerzo y para que Dios ponga frutas en los árboles, de aquellas que ustedes traviesones se roban en la huerta de don Pedro o de don Juan o de don Lencho o de don Polo… Y quieren que les cuente ¿cómo harán para llevárselas? Bueno. Los meterían dentro de unos tubos largos, muy, muy largos, así de largononones y así se los llevarían.
Eso se llama en lenguaje popular: “desvestir un santo para vestir otro”. Si ahora nos quitaran nuestras aguas, después, cuando a ustedes Dios los transforme en jovencitos, hablarían muy mal de nosotros los que ahora somos personas mayores, porque no quisimos oponernos a ese vilísimo despojo. De llegarse ese momento, ‒Dios no lo vaya a permitir‒, ojalá que ustedes sepan que sí hubo quiénes nos opusimos y quiénes no quisieron oponerse y hasta TAL VEZ como amigos (?) influyentes en el PUEBLO, hubieran podido ser el enlace servil entre compradores y vendedores; y Dios permita que nunca vayamos ni siguiera a imaginar que también entre compradores y Autoridades, porque entonces y ya desde estos días, esos amigos (???) serían los más viles enemigos de la dignidad y de los bienes de nuestro Pueblo. Pero, mejor recemos al Buen Jesús quien es muy amigo de ustedes los niños, para que no pase nada. Y rezar, será la cosa más urgente, valiosa y fácil.
A LA HIDALGUIA DE UN GRAN SAN JOSÉ PINULA
Un diccionario ideológico hará una lista de sinónimos tan amplia como para gastar varios minutos leyendo la definición de la palabra hidalguía. Dirá por ejemplo: calidad, esplendor, magnanimidad, nobleza, caballerosidad, distinción y varias líneas más por llenar. Si centráramos en esas palabras la hidalguía que queremos retratar entonces, el cartón de ese retrato, habría que cortársele con sus cuatro ángulos de burguesa medición. No es esa la hidalguía que invocamos.
Hagamos nosotros entonces, con perdón del autor de Don Quijote de la Mancha, nuestra propia definición y centrémosla muy dentro del círculo de nuestras propias realidades, y nos definiremos con una buena lista de nostalgias de lo que fue nuestro San José Pinula hasta antes de llegarnos el asfalto, y de entonces, para nuestros días, y sabremos, Primero: qué se hizo; Segundo: qué tenemos y Tercero: cómo deberíamos estar.
Dejemos a la historia, siempre amena, lo primero y lo segundo y de lo tercero, hagamos un peldaño para hacer un reto a nuestras reales capacidades y situándonos dentro de un sano argullito que sacuda solo nobles ambiciones, ocultemos por un momento nuestra cara entre las manos y meditemos en las palabras de Cristo: “¿De qué le aprovechará al hombre el ganar todo el mundo si pierde su alma?”.
Sí. Pero: ¿no nos podrá ayudar esa sentencia divina tomada humildemente en plano positivo, para poder hacer algo grande, pronto y de buena gana por nuestro San José Pinula? Si “ganamos todo el mundo” sin perder nuestras almas, sino asegurándolas en Dios, yo creo que nuestro Pueblo tendrá qué hablar el lenguaje de la dignidad con un poquito de mayor potencia, para que el eco fuerte de ese lenguaje, lo oiga nuestra libertad con nuevo rebote que examine sin complejos nuestros defectos manifiestos y nos permita intentar el poder hacer cálculos exigentes de lo que tenemos y de lo que humildemente podemos, para pasar del fenómeno del lamentar y del desear al emocionante del ser, poder y tener. ¿Por qué, pues, no es usted tan amable y acepta esta modesta invitación a esta clase de hidalguía? Ponga los ojos en su conciencia y escuche la palabras del Libro Santo cuando nos dice: “TODO LO PUEDO, EN DIOS QUE ME CONFORTA”.
E. Hermógenes López C.
Párroco.
Párroco.