En homenaje a los
indígenas muertos por la Covid-19
Son muchos nuestros
hermanos y hermanas indígenas que están muriendo por causa de la Covid-19 por y
la falta de atención de la política genocida y etnocida del actual gobierno
brasileño.
Quiero dedicarles este
bello mito-historia de los pueblos amazónicos sobre el sentido de la muerte y
la entrada en la suprema Felicidad. Es también para los familiares de los miles
de fallecidos a causa del coronavirus. Para todos nuestra solidaridad y nuestras
palabras de consuelo.
Siempre nos
preguntamos: ¿cómo llegan al cielo las personas fallecidas? Existe la
convicción entre estos pueblos de que todos deben hacer un viaje. Y en ese
viaje hay que pasar pruebas. Según este relato de los pueblos amazónicos, cada
uno debe purificarse, volverse leve, para poder sumergirse dentro de ese mundo
de alegría y de fiesta donde están todos los antepasados y los parientes
fallecidos.
Por causa de la falta
de atención de las autoridades que desprecian e incluso odian a los pueblos
originarios, muchos ‘pajés’ están muriendo, víctimas de la covid-19. Con ellos
desaparece una biblioteca completa de conocimientos que ellos heredaron,
enriquecieron y pasan siempre a las nuevas generaciones. Con su muerte se
produce una ruptura dolorosa de esa tradición. Ellos y nosotros sufrimos, y nos
quedamos más pobres. Para todos ellos nuestra profunda solidaridad y compasión.
Sufrimos el dolor que ellos sufren: L. Boff
En muchas tribus de la
Amazonia se cree que los muertos se transforman en mariposas. Durante el tiempo
necesario para la purificación, cada cual adquiere una forma adecuada. Las que
se purifican pronto, son blanquísimas, con pocas horas de vida, y con colores
claros. Penetran directamente en el mundo de la felicidad.
Las que necesitan más
tiempo son más pequeñas, ligeras y multicolores. Y las que necesitan mucho
tiempo son más grandes, pesadas y de colores oscuros.
Todas ellas vuelan, de
flor en flor, chupando el néctar y fortaleciéndose para cargar su propio peso
cuando se alcen hacia el cielo, donde vivirán felices con todos los antepasados
y parientes, que están sólo en el otro lado de la vida.
En aquella selva se
cuenta la siguiente historia:
Coaciaba, era una joven
india, esbelta y de rara belleza. Había quedado viuda muy pronto, pues su
marido, valiente guerrero, cayó bajo una flecha enemiga. Cuidaba con extremo
cariño de su única hijita, Guanambi.
Para aliviar su
interminable nostalgia de su marido, paseaba cuando podía por la orilla del
río, mirando las mariposas, o por el campo, cerca del sembrado, donde también
revoloteaban colibrís y muchos insectos.
De tanta tristeza,
Coaciaba acabó muriendo. No sólo se muere de enfermedad, de vejez o por un
virus maligno de la naturaleza. También se muere de nostalgia de la persona
amada.
Guanambi, su hija,
quedó completamente sola. Inconsolable, lloraba mucho, especialmente a la hora
en que su madre solía llevarla de paseo. Aun siendo pequeña, sólo quería
visitar el túmulo de su madre. No quería vivir más. Le pedía a ella y a los
espíritus que viniesen a buscarla y la llevasen donde estuviese su madre.
De tanta tristeza,
Guanambi fue languideciendo día tras día hasta que también ella murió. Sus
parientes estaban muy apenados con tanta desgracia sobrevenida sobre la misma familia.
Pero curiosamente su
espíritu no se volvió mariposa como en los demás indios de la tribu. Quedó
aprisionado dentro de una linda flor de lila, muy cerca de la sepultura de su
madre. Así podía estar junto a su madre, como había pedido a los espíritus.
La madre, Coaciaba,
cuyo espíritu sí se había trasformado en mariposa, volaba de flor en flor
chupando el néctar para fortalecerse y preparar su viaje al cielo.
Cierto día, al
atardecer, zigzagueando de flor en flor, se posó sobre una linda flor de lila.
Al chupar el néctar, oyó un lloriqueo triste y dulce. Su corazón se estremeció
y casi desfalleció de emoción. Había reconocido dentro de ella la vocecita de
su querida hija Guanambi. ¿Cómo podía estar aprisionada allí? Se rehizo de la
emoción y dijo:
– Hija querida, mamá
está aquí contigo. Estate tranquila, que voy a liberarte, para que podamos
volar juntas al cielo.
Pero pronto se dio
cuenta de que era una levísima mariposa y no tenía fuerzas para abrir los
pétalos, romper la flor y liberar a su hijita querida. Entonces se recogió en
un rincón y, entre lágrimas, suplicó al Espíritu creador y a todos los
ancestros de la tribu:
Tanta fue la compasión
despertada por Coaciaba que el Espíritu creador y los ancianos de la tribu
atendieron sin tardanza su súplica. La transformaron en un bellísimo colibrí,
ligero, ágil, que se posó inmediatamente sobre la flor de lila. Le susurró con
voz cargada de ternura:
– Hijita, soy yo, tu
mamá. No te asustes. He sido transformada en un colibrí para venir a liberarte.
Con el pico puntiagudo
fue sacando con cuidado un pétalo tras otro hasta abrir el corazón de la flor.
Allí estaba Guanambi sonriente, tendiendo los bracitos hacia su madre.
Purificadas y abrazadas
volaron hacia lo alto, cada vez más alto hasta llegar juntas al cielo.
Desde entonces existe
entre muchos indígenas amazónicos la siguiente costumbre: siempre que muere una
criatura huérfana, se cubre su cuerpecito con flores de lila, como si estuviese
dentro de una gran flor, en la certeza de que su madre, en forma de colibrí,
vendrá a buscarla para volar abrazadas al cielo, donde estarán eternamente
juntas y felices, con todos los antepasados y todos sus demás parientes.
*Leonardo Boff
reescribió mitos-historias de nuestros pueblos indígenas: El casamiento entre
el cielo y la Tierra, Mar de Ideias, Rio de Janeiro 2014.
Página de Boff en Koinonía