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2 de agosto de 2020

Dadles vosotros de comer


DADLES VOSOTROS DE COMER

Al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, se marchó de allí en barca a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle:
Estamos en despoblado y es muy tarde; despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.

Jesús le replicó:
No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.

Ellos le replicaron:
Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.
Les dijo:
Traédmelos.

Mandó a la gente que se recostaran en la hierba, y tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se lo dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños ( Mateo 14, 13-21 ).

DADLES VOSOTROS DE COMER

Jesús no vive de espaldas a la gente, encerrado en sus ocupaciones religiosas e indiferentes al dolor de aquel pueblo. << Ve el gentío, le da lástima y cura a los enfermos >>. Su experiencia de Dios le hace vivir aliviando el sufrimiento y saciando el hambre de aquellas pobres gentes. Así ha de vivir la Iglesia que quiera hacer presente a Jesús en el mundo de hoy.

Los discípulos le interrumpen con una propuesta: << Es muy tarde; lo mejor es “ despedir “ a aquella gente y que cada uno se “ compre “ algo de comer >>. No han aprendido nada de Jesús.

Jesús les replica con una orden tajante, que los cristianos satisfechos de los países ricos no queremos ni escuchar: << Dadles vosotros de comer >>.

Entre la gente solo se encuentran cinco panes y dos peces. Para Jesús es suficiente: si compartimos lo poco que tenemos, se puede saciar el hambre de todos; incluso puede << sobrar >> doce cestos de pan. Esta es su alternativa: una sociedad más humana, capaz de compartir su pan con los hambrientos, tendrá recursos suficientes para todos.

En un mundo donde mueren de hambre millones de personas, los cristianos solo podemos vivir avergonzados.

Y, mientas tanto, ¿ quiénes son en la Iglesia los que caminan en la dirección marcada por Jesús ?. Por desgracia, la mayoría vivimos sordos a su llamada, distraídos por nuestros intereses, discusiones, doctrinas y celebraciones. ¿ Por qué nos llamamos seguidores de Jesús ?.

COMPARTIR LO NUESTRO CON LOS NECESITADOS
Al comienzo del relato se produce un diálogo muy esclarecedor.
Al ver que la gente tiene hambre, los discípulos proponen la solución más cómoda y menos comprometida; << que vayan a las aldeas y se compren algo de comer >>; que cada uno resuelva su problema como pueda. Jesús le replica llamándolos a la responsabilidad; << Dadles vosotros de comer >> ; no dejéis a los hambrientos abandonados a su suerte.

No lo hemos de olvidar. Si vivimos de espaldas a los hambrientos del mundo, perdemos nuestra identidad cristiana; no somos fieles a Jesús; a nuestras comidas eucarísticas les falta su sensibilidad y su horizonte, les falta su compasión. ¿ Como se transforma una religión como la nuestra en un movimiento de seguidores más fiel a Jesús ?.

Lo primero es no perder su perspectiva fundamental: dejarnos afectar más y más por el sufrimiento de quienes no saben lo que es vivir con pan y dignidad. Lo segundo, comprometernos en pequeñas iniciativas, concretas, modestas, parciales, que nos enseñan a compartir y nos identifican más con el estilo de Jesús.

CREAR FRATERNIDAD
Para el cristiano, la fraternidad no es una exigencia junto a otras. Es la única manera de construir entre los hombres el reino del Padre.

Pensamos que amamos al prójimo simplemente porque no le hacemos nada especialmente malo. Los creyentes hemos de aprender a vivir con un estilo más fraterno, escuchando las nuevas necesidades del hombre actual.

La lucha a favor del desarme, la protección del medio ambiente, la solidaridad con los pueblos hambrientos, el compartir con los parados las consecuencias de la crisis económica, a la ayuda a los drogadictos, la preocupación por los ancianos solos y olvidados… son otras exigencias para quien se siente hermano y quiere << multiplicar >> para todos el pan que necesitamos los hombres para vivir.

El relato evangélico nos recuerda que no podemos comer tranquilos nuestro pan y nuestro pescado mientras junto a nosotros hay hombres y mujeres amenazados de tantas << hambres >>. Los que vivimos tranquilos y satisfechos hemos de oír las palabras de Jesús: << Dadles vosotros de comer >>.

LA MURALLA EUROPEA
Una inmensa marcha de africanos, latinoamericanos y gentes del Este se acerca desde hace bastantes años a Europa empujados por el hambre y la miseria.

Europa, sin embargo, no está preparada para responder de manera solidaria a este reto de nuestro tiempo. Esta sociedad europea que cimentó su prosperidad en siglos de explotación colonial vive demasiado cómoda y confortable para acoger sin temor a estos hombres y mujeres que buscan sobrevivir entre nosotros.

De pronto han renacido los sentimientos racistas y el rechazo a los extranjeros. Desde los medios de comunicación se alimenta una opinión pública que, con frecuencia, presenta a los inmigrantes como delincuentes, peligrosos, usurpadores de un trabajo relativamente escaso.
Pero, sobre todo, se va construyendo poco a poco una gran muralla que nos defienda del peligro. Se favorece la negativa sistemática a legalizar la situación de inmigrantes y refugiados.

El relato evangélico de los panes es aleccionador. Los discípulos, estimando que no hay suficiente pan parra todos, piensan que el problema del hambre se resolverá haciendo que la muchedumbre << compre >> comida. A este << comprar >>, regido por las leyes económicas, Jesús opone el << dar >> generoso y gratuito: << Dadles vosotros de comer >>. << Cuando se libera la creación del egoísmo humano, sobra para cubrir la necesidad de todos >>.

Europa necesita recordar que la tierra es de todos los hombres y que no se puede negar el pan a ningún hombre hambriento. Hay que promover, sobre todo, programas de ayuda y cooperación que vayan sacando a los países del hambre de su postración económica.

¿ COMO BENDECIR LA MESA ?
Casi sin darnos cuenta y empujados por diversos factores, hemos ido deshumanizando poco a poco ese gesto tan entrañable y humano que es sentarse a la mesa a comer juntos.

La comida se ha convertido para muchos en algo puramente funcional que es necesario organizar de manera rápida y precisa dentro de la jornada laboral.

Otros se van habituando a << alimentar su organismo >> en esas comidas impersonales de los restaurantes o en el rincón del self-service de turno. No pocos se ven obligados a participar en comidas protocolarias o de trabajo, donde el gesto amistoso del comer juntos es sustituido por el interés. Compartir el pan, comer es mucho más que << introducir una determinada ración de calorías en el organismo >>.

Por eso es un gesto profundamente humano recogerse antes de comer para agradecer a Dios esos alimentos, fruto del esfuerzo y del trabajo del hombre, pero al mismo tiempo, regalo originario del Dios creador que sustenta la vida. Comer juntos es confraternizar, dialogar, crecer en amistad, compartir el regalo de la vida. Por eso es tan difícil dar gracias a Dios cuando uno tiene más comida que la que necesita mientras otros sufren miseria y hambre.

Tal vez en los países del bienestar hemos de aprender a bendecir la mesa de otra manera: dando gracias a Dios, pero, al mismo tiempo, pidiendo perdón por nuestra insolidaridad y tomando conciencia de nuestra responsabilidad ante los hambrientos de la Tierra.

José Antonio Pagola