Confianza en Dios (salmo 50)
y de todas mis entrañas. Mi corazón es viejo, está
gastado y sucio, no hay detergente que lo limpie
ni operación quirúrgica que lo arregle.
Es una gracia, lo sé, que yo me vea así, como soy,
y lo soy de nacimiento. Yo nací en pecado, nací
manchado, más por dentro que por fuera. Si la gente
me conociera bien se apartaría de mí.
Pero tú, Señor, me conoces mejor. Todo lo malo mío
está ante tus ojos y no me rechazas.
No te separes de mí. No me arrojes lejos de tu
rostro,
no dejes de alentar tu santo Espíritu sobre mí.
Sí. Grande y hermoso es tu corazón. Te acercas a mí
como una madre, como un médico excelente, y me
limpias, me curas y transformas, me llenas de un
espíritu divino.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, un corazón
grande, un corazón abierto, un corazón de niño,
como si volviera a nacer.
¡ Que alegría, Señor, sentirme amado y salvado por
ti ¡
¿ Como podré pagarte ?. ¿ Como sabré agradecerte ?
No traeré ofrendas ni haré más sacrificios,
porque vives la gratuidad.
Pero daré testimonio de tu misericordia para conmigo.
¡ Que todos los pecadores confíen, y dejaré cantar a
mi
corazón, amando, las maravillas de tu amor ¡