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18 de septiembre de 2020

Carta de Casaldáliga dirigida a Juan Pablo II


Texto de la carta entregada por Don Pedro Casaldáliga a Juan Pablo II en la visita que efectuó a Roma en la época de su pontificado ...


LA CURIA TIENE PODERES POCO COMPATIBLES CON LOS DERECHOS HUMANOS…

Querido Juan Pablo II, hermano: (…)Hace 18 años que estoy en Brasil, para donde vine voluntariamente como misionero. Nunca más regresé a mi país natal, España, ni con ocasión de la muerte de mi madre. Nunca tomé unas vacaciones en todo este tiempo. No he salido de Brasil en 17 años. En estos 18 años viví y trabajé en el noreste del Estado de Mato Grosso como el primer sacerdote con morada permanente en aquella región. Ya hace 15 años que soy obispo de la prelatura de Sao Félix de Araguaia.

La región de la prelatura está situada en el Amazonas legal brasileño y abarca un área de 150.000 kilómetros cuadrados. No cuenta hasta hoy con un palmo de carretera asfaltada. Sólo recientemente se ha instalado el servicio telefónico. Frecuentemente la región permanece aislada o comunicada muy precariamente a causa de las lluvias e inundaciones que interrumpen los caminos. Es área de latifundios, nacionales y multinacionales, con haciendas agropecuarias de centenas de millares de hectáreas, con los empleados viviendo frecuentemente en régimen de violencia y de semiesclavitud Vengo acompañando la dramática vida de los indígenas, de los poseiros (labradores sin títulos de tierra) y de los peones (trabajadores braceros del latifundio). Toda la población en general, dentro de la prelatura, viene siendo forzada a vivir precariamente, sin servicios adecuados de educación, salud, transporte, vivienda, seguridad jurídica y sobre todo sin tierra garantizada para trabajar.

Persecución. Bajo la dictadura militar, el Gobierno intentó por cinco veces mi expulsión del país. Cuatro veces fue cercada la prelatura entera por operaciones militares de control y de presión. Mi vida y la vida de varios sacerdotes y agentes de pastoral de la prelatura ha sido amenazada y puesta públicamente a precio. En varias ocasiones, estos sacerdotes, agentes de pastoral y yo mismo fuimos presos; varios de ellos, también torturados. El padre Francisco Jentel fue preso, maltratado, condenado a 10 años de prisión, posteriormente expulsado de Brasil llegando a morir exiliado, lejos de su país de misión. El archivo de la prelatura fue violado y saqueado por el Ejército y por la policía.

El boletín de la prelatura fue editado de manera falsificada por los órganos de represión del régimen y así divulgado por la gran prensa para servir de prueba de acusación contra la prelatura. Todavía en este momento tres agentes de pastoral se hallan sometidos a procesos judiciales, bajo acusaciones falsas Yo personalmente tuve que presenciar muertes violentas, como la del padre jesuita Joáo Bosco Penido Burnier, asesinado a mi lado por la policía, cuando los dos nos presentamos ante la delegación de la prisión de Riberao Bonito para reclamar oficialmente contra las torturas a que estaban siendo sometidas dos mujeres labradoras, madres de familia e injustamente presas.

A lo largo de todos estos años se multiplicaron las incomprensiones y las calumnias de los grandes propietarios de tierras, ninguno de los cuales vive en la región, y de otros poderosos del país y del exterior. También dentro de la propia Iglesia surgieron algunas incomprensiones de hermanos que desconocen la realidad del pueblo y de la pastoral en estas regiones acosadas y violentas, donde el pueblo con frecuencia tiene a su favor apenas la voz de aquella Iglesia que intenta colocarse a su servicio.

Indígenas. Además de estos sufrimientos vividos dentro del ámbito de la prelatura como responsable nacional de la Comisión Pastoral de la Tierra y como miembro participante del Consejo Indigenista Misionero, me tocó acompañar muy de cerca las tribulaciones y hasta la muerte de tantos indígenas, labradores, agentes de pastoral y de personas comprometidas con la causa de estos hermanos, prohibidos, por la ganancia del capital, hasta de sobrevivir. Entre ellos se encuentra el indilio Marcal, guaraní, que le saludó a usted personalmente en Manaus en nombre de los pueblos indígenas de Brasil. (…)

Dos cartas del cardenal Gantin, prefecto para la Congregación de los Obispos, y un comunicado de la nunciatura recibido recientemente me llevaron finalmente a escribirle esta carta. Esas tres comunicaciones urgían mi visita ad limina, interpelaban aspectos de la pastoral de la prelatura y censuraban mi ¡da a América Central. (…)

Evangelio y pobreza. No tome como impertinencia la alusión que haré a (…) situaciones (…) controvertidas en la Iglesia (…) y hasta impugnadas, sobre todo hoy, cuando el espíritu crítico y el pluralismo atraviesan también fuertemente la vida eclesiástica. Abordar nuevamente estos asuntos incómodos hablando con el Papa es para mí expresar la corresponsabilidad en relación con la voz de millones de hermanos católicos -de muchos obispos también- y de hermanos no católicos, evangélicos, de otras religiones, humanos. Como obispo de la Iglesia católica puedo y debo dar a nuestra Iglesia esa contribución: pensar en voz alta mi fe y ejercer, con libertad de familia, el cargo de la colegialidad corresponsable. Callar, dejar correr con cierto fatalismo la fuerza de estructuras seculares, sería seguramente lo más cómodo.

Pero no pienso que fuese lo más cristiano, ni siquiera lo más humano. (…) No podemos decir con mucha verdad que ya hicimos la opción por los pobres. En primer lugar, porque no participamos la pobreza real por ellos experimentada en nuestras vidas y en nuestras instituciones. Y en segundo lugar porque no obramos frente a la riqueza de la iniquidad con aquella libertad y firmeza empleadas por el Señor. La opción por los pobres, que no excluirá nunca la persona de los ricos -por cuanto la salvación es ofrecida a todos, y a todos se debe el ministerio de la Iglesia-, sí excluye el modo de vida de los ricos, “insulto a la miseria de los pobres”, y su sistema de acumulación y privilegio, que necesariamente despoja y margina a la inmensa mayoría de la familia humana, pueblos y continentes enteros. (…)

Curia. Para muchos de nosotros ciertas estructuras de la curia no responden al testimonio de simplicidad evangélica y de comunión fraterna que el Señor y el mundo reclaman de nosotros; ni traducen en sus actitudes, a veces centralizadoras e impositivas, una catolicidad verdaderamente universal; ni respetan siempre las exigencias de una corresponsabilidad adulta, ni incluso a veces los derechos básicos de la persona humana o de los diferentes pueblos. No faltan con frecuencia en sectores de la curia romana prejuicios, atención unilateral para las informaciones e incluso posturas, más o menos inconscientes, de etnocentrismo cultural europeo frente a América Latina, África y Asia.

Marginación de la mujer. Nadie puede negar con frialdad de ánimo que la mujer continúa siendo fuertemente marginada en la Iglesia: en la legislación canónica, en la liturgia, en los ministerios, en la estructura eclesiástica. Para una fe y una comunidad de aquella buena nueva que no discrimina entre “judío y griego, libre y esclavo, hombre y mujer”, esta discriminación de la mujer en la Iglesia nunca podrá ser justificada. (Tradiciones culturales masculinizantes que no pueden anular la novedad del Evangelio explicarán tal vez el pasado, no podrán justificar el presente, ni menos todavía el futuro inmediato).

Celibato. otro punto delicado en sí y muy sensible para su corazón, hermano Juan Pablo, es el celibato. Yo personalmente nunca dudé de su valor evangélico y de su necesidad para la plenitud de la vida eclesial, (…)como un testimonio de la gloriosa condición futura. Sin embargo, pienso que no estamos siendo comprensivos ni justos con esos millares de sacerdotes, muchos de ellos en situaciones dramáticas, que aceptaron el celibato compulsoriaínente, como exigencia, actualmente vinculante, para el ministerio sacerdotal en la Iglesia latina. Posteriormente, por causa de esta exigencia no vitalmente asumida, tuvieron que dejar el ministerio, no pudiendo regularizar su vida ni dentro de la Iglesia ni a veces en la misma sociedad.

Colegio cardenalicio. El colegio cardenalicio es privilegiado a veces con poderes y funciones que dificilmente se compaginan con los derechos anteriores y con las funciones más eclesialmente connaturales del colegio apostólico de los obispos como tal.

Nunciaturas. De las nunciaturas tengo personalmente una triste experiencia. Usted conoce mejor que yo la persistente reclamación de conferencias episcopales, de obispos particulares, de presbíteros, de grandes sectores de la Iglesia frente a una institución tan marcadaínente diplomática en la sociedad y con frecuencia paralela en sus actuaciones junto a los episcopados.

Títulos. Juan Pablo, hermano, permítame todavía una palabra de crítica fraterna al propio Papa. Por más tradicionales que sean los títulos “Santísimo Padre”, “Su Santidad”… -como otros títulos eclesiásticos de “Eminentísimo” “Excelentísimo”-, resultan evidentemente poco evangélicos e incluso extravagantes, humanamente hablando. “No os dejéis llamar padre o maestro”, dice el Señor. Como sería más evangélico -y también más accesible a la sensibilidad actual- simplificar la indumentaria, gestos, distancias, dentro de nuestra Iglesia.

Viajes. Pienso todavía que sería muy apostólico que usted procurase un asesoramiento suficientemente libre y participado de sus viajes, tan generosos e incluso heroicos en muchos aspectos, pero tan criticados, y a mi entender, no siempre sin motivos: ¿no son ellos conflictivos para el ecumenismo -testamento de Jesús pidiendo al Padre que siempre fuésemos uno-, para la libertad religiosa en la vida pública pluralista? ¿No exigen estos viajes grandes gastos económicos de las iglesias y de los Estados, al revestirse de una cierta prepotencia y de privilegios cívicopolíticos con relación a la Iglesia católica, en la persona del Papa, y que se tornan irritantes para otros? (…)

Teología de la liberación. Sé también de sus preocupaciones apostólicas respecto de nuestra teología de la liberación, de las comunidades cristianas en los medios populares, de nuestros teólogos, de encuentros, de publicaciones y de otras manifestaciones de vitalidad de la Iglesia en América Latina, de otras iglesias del Tercer Mundo y de algunos sectores de Iglesia en Europa y en América del Norte. Sería ignorar su misión de pastor universal pretender que usted no se interesase e incluso se preocupase por todo este movimiento eclesial, máxime cuando América Latina representa casi la mitad de los fieles de la Iglesia católica.

Otra vez, sin embargo, le pido venia para una palabra sentida, por el modo como vienen siendo tratados por la curia romana nuestra teología de la liberación y nuestros teólogos, ciertas instituciones eclesiásticas -como la propia CNBB en determinadas ocasiones-, iniciativas de nuestras iglesias y algunas sufridas comunidades de este continente, así como sus animadores. (…)

Confío en su oración de hermano y de pontífice. Dejo en manos de María, madre de Jesús, el desafío de esta hora. Le reitero mi comunión de hermano en Jesucristo y, con el Señor, mi condición de servidor de su Iglesia.

Con su bendición apostólica.

Pedro Casaldáliga, obispo de Sao Félix do Araguaia (MT).

Extraída de Redes Cristianas