Soñó en una
"Iglesia vestida solamente de evangelio y sandalias"
Una Iglesia que vive en
el pueblo: Pedro Casaldàliga
"Obispo de los
pobres, pobre con los pobres, luchador por todas sus causas y por la dignidad
de los más humildes, su espíritu liberador se alza hoy con renovado impulso por
la defensa de la Amazonía"
"Con esta
coherencia apoyaba con entusiasmo las iniciativas por una Iglesia más libre,
más sinodal, abierta y evangélica, participativa y corresponsable, donde
mujeres y laicado tuvieran un papel importante, apoyando siempre el diálogo
interreligioso"
"Su profética voz
llega a todos los pueblos de la tierra que luchan por su liberación donde está
la Iglesia que no tiene que salir porque vive encarnada en los pobres, movida
por el Espíritu de quien vino a liberar a los oprimidos y cautivos de todas las
opresiones"
Cuando desde la
teología buscamos colaborar -siguiendo la invitación de `Religión digital’- con
el impulso profético del Papa Francisco para ‘una Iglesia en salida’, la figura
y el modelo de una obispo singular, Pere Casaldàliga, adquiere un relieve
especialmente significativo. Experimentó y vivió la Iglesia del pueblo por el
que dio su vida y por el que luchó hasta el fin; al que amó en sus gentes
humildes y marginadas, en medio de la naturaleza explotada por terratenientes
que denunció con coraje y valentía y defendió ecológicamente. Nada ni nadie le
hizo desfallecer en su lucha liberadora desde el evangelio por aquella región y
por todos los pobres del mundo.
Destinado a San Félix
de Araguaia (Mato Grosso,Amazonia), un extenso territorio, de ríos, selvas y
bosques, fue luego su primer obispo, entregado en cuerpo y alma a los
marginados, defensor de sus derechos y costumbres, de su tierra robada, ‘voz de
los sin voz’. Se unió a la lucha liberadora como teólogo de la liberación, de
la que fue uno de sus mejores exponentes con su acción y reflexión y cuya
teología aprendió en la entrega diaria y arriesgada al servicio de sus gentes
más humildes y explotadas, indefensos posseiros, sin servicios básicos,
sometidos a la violencia de los terratenientes, que expulsaban, invadían y
devastaban, para sus intereses y beneficio, los territorios indígenas, su
selva, su riqueza, asesinando y torturando, aterrorizando, a quienes se
resistían, con todo tipo de medios y muchas veces apoyados por la política
estatal. Ahí aprendió Pere Casaldàliga lo que significan y exigían ser
cristiano y hacerse una Iglesia fiel a las ‘causas del Reino’ de Jesús, que
sale de sus templos e instalaciones para anunciar la liberación, luchar, rezar
y vivir con el pueblo que sufre y clama.
Desde su opción
liberadora soñó en una “Iglesia vestida solamente de evangelio y sandalias…
desnuda de certezas” que amara sin límites, en una entrega total. Su casa no
tenía puerta ni ventana que se cerraran, igual que la de la mayoría de los
habitantes de esas tierras. “¡Malditas sean / todas las cercas!… / ¡Malditas
sean todas las leyes, / amañadas por unas pocas manos / para amparar cercas…!”.
Por eso sus símbolos episcopales fueron el sombrero de paja sertanejo, en vez
de mitra; un remo, sustituyendo al báculo; como anillo episcopal un anillo de
tucum (pequeño coco de la región), una sencilla cruz pectoral de madera.
Con una profunda
humanidad y sencillez y, sobre todo, coherencia liberadora: “Yo me atengo a lo
dicho: / la justicia, / a pesar de la ley y la costumbre, / a pesar del dinero
y la limosna. / La humildad, / para ser yo, verdadero. / La libertad, / para
ser hombre. / Y la pobreza, / para ser libre. / La fe, cristiana, / para andar
de noche, / y, sobre todo, para andar de día Y, en todo caso, hermanos, / yo me
atengo a lo dicho: / ¡la esperanza!”.
E interpelaba a un
clero que representaban a una Iglesia llena de ritos sin conectar con la vida y
entrega a los demás: “¿Qué daréis por sacramento / si no os dais en lo que
deis?”. Con esta coherencia apoyaba con entusiasmo las iniciativas por una
Iglesia más libre, más sinodal, abierta y evangélica, participativa y
corresponsable, donde mujeres y laicado tuvieran un papel importante, apoyando
siempre el diálogo interreligioso.
Varios obispos
brasileños (Helder Cámara, Evaristo Arns, Claudio Hummes, Aloísio
Lorscheider…), han sido líderes, con Casaldàliga, de una Iglesia profética,
defensora de los derechos humanos y de las causas de los oprimidos, respetando
las diversas religiones y creencias, en particular de los pueblos indígenas
unidos en el proyecto común de la liberación. Y ahora en una reciente “Carta al
Pueblo de Dios” 152 obispos del Brasil denuncian esa situación agravada por la
actual pandemia y la incapacidad de un Gobierno inepto “sometido a los
intereses de una economía que mata”, como a nivel mundial denunció ya el Papa
Francisco.
El obispo de Araguaia
expresó el espíritu de esta Iglesia en poemas cargados de sentido
revolucionario liberador: “Me llamarán subversivo./ Y yo les diré: lo soy. /
Por mi pueblo en lucha, vivo. /Con mi pueblo en marcha, voy./ Tengo fe de
guerrillero/ y amor de revolución./ Y entre Evangelio y canción/ sufro y digo
lo que quiero./ Si escandalizo, primero/ quemé el propio corazón/ al fuego de
esta Pasión,/ cruz de Su mismo Madero. Incito a la subversión/ contra el Poder
y el Dinero./ Quiero subvertir la Ley/ que pervierte al Pueblo en grey/ y al
Gobierno en carnicero. (Mi pastor se hizo Cordero./ Servidor se hizo mi Rey)./
Creo en la Internacional/ de las frentes levantadas,/de la voz de igual a
igual…”
Obispo de los pobres,
pobre con los pobres, luchador por todas sus causas y por la dignidad de los
más humildes, su espíritu liberador se alza hoy con renovado impulso por la
defensa de la Amazonía. Desde allí, su profética voz llega a todos los pueblos
de la tierra que luchan por su liberación donde está la Iglesia que no tiene
que salir porque vive encarnada en los pobres, movida por el Espíritu de quien
vino a liberar a los oprimidos y cautivos de todas las opresiones (Lc 4,18).
Así lo hizo Pere Casaldàliga que, con su vida totalmente entregada, salió de
institucionalismos eclesiásticos y vivió en la Iglesia de los pobres.
Tomado de Religion Digital