En Washington han sido capaces de ver lo que desde la Casa
Presidencial, el Congreso y la Corte Suprema de Justicia no han podido
detectar.
Primer acto: El
canciller Pedro Brolo viaja alegremente a la toma de posesión del nuevo
presidente de República Dominicana, Luis Abinader, y en Santo Domingo recibe
allá solicitud de la delegación estadounidense para una reunión bilateral con
el subsecretario de Estado para asuntos hemisféricos, Michael G. Kozak. ¿Los
temas a tratar? Asuntos bilaterales, la pandemia, porque está de moda, y otras
cosas de interés para Washington.
Según acto: Aparece
Brolo con su mascarilla con diseños típicos y sus asistentes con mascarillas
N95, pues saben que Estados Unidos es el país con más casos de contagio en el
mundo y quien quita les lleven el virus. Los estadounidenses llegan
puntualmente a la cita. La reunión es cordial y el mensaje claro: Se debe
respetar el Estado de Derecho y a Washington le preocupa la actitud que se ha
desatado contra la Corte de Constitucionalidad (CC) desde los tres poderes del
Estado.
Tercer acto: En
Guatemala, Aparece por fin el embajador Luis Arreaga con un mensaje decisivo.
El escenario es un acto de la CC, en presencia de algunos de los magistrados
cuyas cabezas piden los poderosos del país. A ellos, el diplomático les dice:
estamos con ustedes y les apoyamos –palabras más, palabras menos–, lo que
significa que tienen el respaldo del imperio.
Más claro no canta un
gallo. El mensaje llega desde Washington y desde La Reforma –sede de la
embajada de ese país– con contundencia. ¿Por qué ese repentino cambio en la
política exterior estadounidense hacia Guatemala? Seguramente hay varias razones
que han sido analizadas en el Departamento de Estado, entre ellas, que seguir
en la ruta que llevan el Ejecutivo, el grupo de diputados aliados, magistrados
de la CSJ y la Fiscal General, llevaría al país a una situación de caos
político en medio de plena pandemia y habría ingobernabilidad.
Aunque la gran mayoría
del pueblo está preocupado y adormecido por el nuevo coronavirus y el covid-19
–o la covid-19, como prefiera el lector–, ya hay brotes de malestar ciudadano
por los abusos, falta de transparencia y por el aprovechamiento de los poderes
oscuros para intentar asaltar la CC, lo que sería un golpe para la
institucionalidad y la democracia.
No hay que olvidar que
el Congreso y la propia CSJ y el MP, han ignorado las resoluciones de la CC,
algo que debilita nuestro ya maltrecho Estado de Derecho. Por eso –además– un
grupo de ciudadanos destacados y de mucha trayectoria, han solicitado la
intervención del Relator Especial para la independencia de Jueces y Magistrados
de la ONU –con sede en Ginebra–, Diego García-Sayán, para que haga un llamado
urgente para que se respeten los fallos de la CC y le piden que haga una visita
al país para comprobar la gravedad de la situación.
Aquella obra de tres
actos provocó hasta ahora únicamente un cambio en el discurso –que no así en
sus acciones– del presidente Alejandro Giammattei, quien sí declaró que se
deben respetar los fallos del órgano constitucional, pero no ha movido un dedo
para llevar al redil a su bancada de diputados y a sus terribles aliados, como
sí lo hizo antes para integrar el bloque contra los magistrados. Cualquiera
sabe que las palabras, si no van acompañadas con hechos, se las lleva el
viento.
Yo espero que el
peruano García-Sayán tome cartas en el asunto chapín. No se dice suficiente, ni
se reconoce, pero estamos ante otro asalto brutal para que el poder político
pueda seguir manipulando al sistema de justicia y garantizar así, el marco de
impunidad que ha privado durante las últimas décadas, o quizás siempre, pero no
al nivel al que se le quiere llevar.
Lo peor, hay poco
margen de acción para encontrar rutas o mecanismos que garanticen la
independencia de jueces y magistrados.
Sin embargo, debo
reconocer que muchas veces suceden cosas inesperadas –como el cambio en la
línea mostrado por Washington esta vez–, que hacen que lo que parece imposible,
sea posible. Ojalá esos hechos se den pronto, porque estamos en camino al
despeñadero y no hay muchos que tengan conciencia de lo que está sucediendo en
el país y su efecto en el mediano y largo plazo.
Gonzalo Marroquín Godoy
Nómada
Guatemala
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