Hágase tu voluntad
Entramos en el cuarto.
En la cama estaba su
hijo. Un monstruo.
La cabeza enorme, como
la de un adulto.
y el cuerpecillo
como el de un niño. Los
ojos clavados en el techo.
La lengua se movía como
la de una serpiente.
“¡Dios mío!, exclamé
como en un gemido.
“Padre <<me dijo
ella>>, yo cuido a este hijo mío desde hace ya ocho años. Solo me conoce
a mí. Me gusta mucho. Nadie lo sabe”. Y concluyó: “Dios es bueno, es Padre…”
Y miró serena hacia lo alto. ¡Hágase tu santa voluntad
así en la tierra como
en el cielo!.
Solo dijo eso. Lo dijo
todo.
Salí sin pronunciar ni
palabra. Cabizbajo.
Aterrado por aquel
hijito. Perplejo por la madre.
Sólo una palabra se
cruzó por la cabeza:
“ ¡ Que grande es tu
fe, mujer ¡” ( Mt 15,28 )
¡Venga a nosotros tu
reino¡
Por más que lo pidamos
y nos esforcemos por seguir las huellas de Jesús, no percibimos la aproximación
del reino. El anticristo continúa con su obra, y lo diabólico cuenta todavía
con seguidores. Nos puede atacar el sentimiento de desánimo: ¿Por qué Dios
tarda tanto? y cual es el valor de la paciencia histórica.
Así que rezar el ¡
hágase tu voluntad ¡ significa: que nosotros cumplamos tu voluntad; que seamos
fieles al ofrecimiento y al don de tu reinado, intentando vivir conforme a la
novedad del mensaje, de las actitudes y de la vida de Jesucristo. Todas las
veces que alguien cumple la voluntad de Dios, no solo para él, sino para todo
el mundo, ha llegado el reinado de Dios.
La voluntad de Dios
conlleva un elemento de paciencia, de abandono humilde al misterio, y hasta de
resignación. Conocemos la voluntad de Dios: la realización del reino por parte
suya y del hombre; pero ellos no nos hacen entender el aplazamiento de los
cielos y tierra nuevos. ¿Por qué Dios no realiza en seguida su voluntad? ¿Por
qué no hace que los hombres vivan inmediatamente según las exigencias del
reino?.La historia sigue su pesado zigzaguear, con avatares absurdos, con
mecanismos de injusticia y de pecado, en medio de las incesantes
interrogaciones que el corazón lanza al cielo.
Tal experiencia se
vuelve más angustiosa todavía cuando nos damos cuenta de que muchas veces los
mejores proyectos, las intenciones mejor orientadas y las causas más
sacrosantas caen derrotados. A menudo, al justo se le margina, al sabio se le
ridiculiza, al santo se le elimina. Triunfa lo frívolo, saca partido el
deshonesto, dirige los destinos de un grupo el mediocre.
Rezar en este contexto
el ¡hágase tu voluntad! Exige abandonarse al designio misterioso de Dios:
entraña una resignación que no es elegir el camino más fácil, sino el más
sensato, pues se mide por la sabiduría verdadera de los parámetros de la
Sabiduría de Dios, que está por encima de nosotros como el cielo sobre la
tierra, y no por criterios de comprensión a que llega nuestra razón limitada.
Rezar que se haga tu
voluntad equivale a pedir ¡hágase como Dios quisiere!, sin ningún significado
de lamentación o desesperanza; al contrario, con la entrega confiada de un niño
que se abandona en los brazos de la madre. Dios es Padre y Madre de infinita
bondad, con su designio eterno…. al paso que nosotros apenas tenemos meros
proyectos. Al igual que los niños no llegan a entender aún todos los gestos de
los padres y ni siquiera el alcance de sus palabras, tampoco nosotros, mientras
peregrinamos, percibimos las dimensiones de la historia ni podemos captar su
sentido. Sin amargor reconocemos la finitud de nuestros puntos de vista y nos
entregamos a quien es el principio y el fin, en cuyas manos está el itinerario
de todos los caminos.
En el monte de los
Olivos Jesús dijo << Aquí estoy yo para realizar tu designio, Dios mío
>>. Cuando ya percibe la muerte violenta. Jesús se angustia
profundamente; pero prevalece el abandono sereno a la voluntad del Padre: “
Padre, si quieres, aparta de mí este trago; sin embargo, que no se realice mi
designio, sino el tuyo “ (Lc 22,42).
Aquí se revela la real
humanidad de Jesús: como nosotros, también él es peregrino y viador; participa
de las ansiedades de quien no sabe, de una vez, todas las cosas y cada paso de
la voluntad de Dios.
Jesús se enfrenta con
los límites humanos y con la propia angustia; es víctima de la saña de quienes
no acogieron su mensaje; pero acepta esta situación, y no apela a las fuerzas
celestiales a su disposición (Mt 26,53).
Nada de extraño pues,
que la última palabra de Jesús, según Lucas, fuese una exclamación de total
abandono: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”(Lc 23,46).
La frase tan repetida
en nuestro lenguaje ordinario<<si Dios quiere>>, tiene, como se ve,
una honda raíz teológica, pues da por supuesto que el verdadero centro del
hombre no es el yo, sino el tú(divino).
Hoy día somos
especialmente sensibles al pecado estructural de las injusticias sociales; y
esto hay que volcarlo luego en la realización de la santidad en las relaciones
sociales, en los mecanismos económicos, políticos y culturales. Es decir, hacer
la voluntad de Dios en todo y en todas las dimensiones.
Por otro lado, la
correlación así en la tierra como en el cielo nos permite enriquecer
ulteriormente la interpretación dada. ¡Que el reinado, ya victorioso en el
cielo, venga a instalarse también en la tierra!
Todo llegará a la
reconciliación plena; el cielo se abajará hasta la tierra y la tierra habrá
sido elevada hasta el cielo. Será el final. << y Dios lo será todo para
todos >>(1Cor 15,28).
Mientras no lleguemos a
ello, cabe siempre y doquier la súplica: << ¡Venga a nosotros tu reino!
¡Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo!>>
Leonardo Boff