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9 de octubre de 2020

El Padrenuestro

 

Hágase tu voluntad



…Y la mujer que yo conocía desde hacía años, me llamó aparte y me dijo con tono de misterio: “Padre, voy a enseñarle un secreto. ¡Venga!.

Entramos en el cuarto.

En la cama estaba su hijo. Un monstruo.

La cabeza enorme, como la de un adulto.

y el cuerpecillo

como el de un niño. Los ojos clavados en el techo.

La lengua se movía como la de una serpiente.

“¡Dios mío!, exclamé como en un gemido.

“Padre <<me dijo ella>>, yo cuido a este hijo mío desde hace ya ocho años. Solo me conoce a mí. Me gusta mucho. Nadie lo sabe”. Y concluyó: “Dios es bueno, es Padre…”

Y miró serena hacia lo alto.   ¡Hágase tu santa voluntad

así en la tierra como en el cielo!.

Solo dijo eso. Lo dijo todo.

Salí sin pronunciar ni palabra. Cabizbajo.

Aterrado por aquel hijito. Perplejo por la madre.

Sólo una palabra se cruzó por la cabeza:

“ ¡ Que grande es tu fe, mujer ¡” ( Mt 15,28 )

 

¡Venga a nosotros tu reino¡

Por más que lo pidamos y nos esforcemos por seguir las huellas de Jesús, no percibimos la aproximación del reino. El anticristo continúa con su obra, y lo diabólico cuenta todavía con seguidores. Nos puede atacar el sentimiento de desánimo: ¿Por qué Dios tarda tanto? y cual es el valor de la paciencia histórica.

Así que rezar el ¡ hágase tu voluntad ¡ significa: que nosotros cumplamos tu voluntad; que seamos fieles al ofrecimiento y al don de tu reinado, intentando vivir conforme a la novedad del mensaje, de las actitudes y de la vida de Jesucristo. Todas las veces que alguien cumple la voluntad de Dios, no solo para él, sino para todo el mundo, ha llegado el reinado de Dios.

La voluntad de Dios conlleva un elemento de paciencia, de abandono humilde al misterio, y hasta de resignación. Conocemos la voluntad de Dios: la realización del reino por parte suya y del hombre; pero ellos no nos hacen entender el aplazamiento de los cielos y tierra nuevos. ¿Por qué Dios no realiza en seguida su voluntad? ¿Por qué no hace que los hombres vivan inmediatamente según las exigencias del reino?.La historia sigue su pesado zigzaguear, con avatares absurdos, con mecanismos de injusticia y de pecado, en medio de las incesantes interrogaciones que el corazón lanza al cielo.

Tal experiencia se vuelve más angustiosa todavía cuando nos damos cuenta de que muchas veces los mejores proyectos, las intenciones mejor orientadas y las causas más sacrosantas caen derrotados. A menudo, al justo se le margina, al sabio se le ridiculiza, al santo se le elimina. Triunfa lo frívolo, saca partido el deshonesto, dirige los destinos de un grupo el mediocre.

Rezar en este contexto el ¡hágase tu voluntad! Exige abandonarse al designio misterioso de Dios: entraña una resignación que no es elegir el camino más fácil, sino el más sensato, pues se mide por la sabiduría verdadera de los parámetros de la Sabiduría de Dios, que está por encima de nosotros como el cielo sobre la tierra, y no por criterios de comprensión a que llega nuestra razón limitada.

Rezar que se haga tu voluntad equivale a pedir ¡hágase como Dios quisiere!, sin ningún significado de lamentación o desesperanza; al contrario, con la entrega confiada de un niño que se abandona en los brazos de la madre. Dios es Padre y Madre de infinita bondad, con su designio eterno…. al paso que nosotros apenas tenemos meros proyectos. Al igual que los niños no llegan a entender aún todos los gestos de los padres y ni siquiera el alcance de sus palabras, tampoco nosotros, mientras peregrinamos, percibimos las dimensiones de la historia ni podemos captar su sentido. Sin amargor reconocemos la finitud de nuestros puntos de vista y nos entregamos a quien es el principio y el fin, en cuyas manos está el itinerario de todos los caminos.

En el monte de los Olivos Jesús dijo << Aquí estoy yo para realizar tu designio, Dios mío >>. Cuando ya percibe la muerte violenta. Jesús se angustia profundamente; pero prevalece el abandono sereno a la voluntad del Padre: “ Padre, si quieres, aparta de mí este trago; sin embargo, que no se realice mi designio, sino el tuyo “ (Lc 22,42).

Aquí se revela la real humanidad de Jesús: como nosotros, también él es peregrino y viador; participa de las ansiedades de quien no sabe, de una vez, todas las cosas y cada paso de la voluntad de Dios.

Jesús se enfrenta con los límites humanos y con la propia angustia; es víctima de la saña de quienes no acogieron su mensaje; pero acepta esta situación, y no apela a las fuerzas celestiales a su disposición (Mt 26,53).

Nada de extraño pues, que la última palabra de Jesús, según Lucas, fuese una exclamación de total abandono: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”(Lc 23,46).

La frase tan repetida en nuestro lenguaje ordinario<<si Dios quiere>>, tiene, como se ve, una honda raíz teológica, pues da por supuesto que el verdadero centro del hombre no es el yo, sino el tú(divino).

Hoy día somos especialmente sensibles al pecado estructural de las injusticias sociales; y esto hay que volcarlo luego en la realización de la santidad en las relaciones sociales, en los mecanismos económicos, políticos y culturales. Es decir, hacer la voluntad de Dios en todo y en todas las dimensiones.

Por otro lado, la correlación así en la tierra como en el cielo nos permite enriquecer ulteriormente la interpretación dada. ¡Que el reinado, ya victorioso en el cielo, venga a instalarse también en la tierra!

Todo llegará a la reconciliación plena; el cielo se abajará hasta la tierra y la tierra habrá sido elevada hasta el cielo. Será el final. << y Dios lo será todo para todos >>(1Cor 15,28).

Mientras no lleguemos a ello, cabe siempre y doquier la súplica: << ¡Venga a nosotros tu reino! ¡Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo!>>

Leonardo Boff