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3 de octubre de 2020

I have a dream ("Tengo un sueño")

 I have a dream (“Tengo un sueño”)



Cuando Martin Luter King pronunció esa frase probablemente no era del todo consciente de la repercusión que, con el tiempo, tendría. Una frase que expresa un sentimiento que, gracias a otros hombres, ha ido tomando fuerza con el paso de los años, y que nos recuerda que la evolución del Hombre no es más que la sucesión de los sueños que ha sido capaz de hacer realidad.


Desde el origen de los tiempos ha habido grandes hombres que han expresado sus sueños en voz alta para que luego otros lo lleven a la práctica.

Pues bien, en esa corriente de sueños, Guillermo José Chaminade (1761-1850) –expresó el suyo con la siguiente frase: Nova bella elegit Dominus (“El Señor a elegido nuevas formas de luchar”).

En la Francia posterior a la Revolución de final del siglo XVIII, en un ambiente de beligerancia gubernamental frente a la religión, con un laicismo creciente y consiguiente abandono progresivo de la fe, el P. Chaminade constató que “El número de feligreses disminuye cada día a medida que el espíritu cristiano se debilita o, mas bien, se pierde y la indiferencia religiosa progresa” y optó por el servicio a los demás, comprometiéndose en la misión de re-cristianizar su país sin importarle cuanto de sí tenía que dejar en el camino.

En su condición de cristiano y bajo los auspicios de la Virgen María, decidió llevar el mensaje de Jesús a una sociedad racionalista que no quería oírlo. Con formas nuevas de catequizar, organizando comunidades de laicos (hombres, mujeres, jóvenes y adultos) y un método de evangelización basado en el contagio de la fe y la caridad fraterna

Demostró que una vida plena, coherente con nuestra fe, austera y alegre, se convierte así en formas nuevas de luchar contra la indiferencia religiosa. Y al igual que asumir hoy la lucha por la igualdad ayuda a hacer realidad el sueño de Martin Luter King, de la misma manera viviendo el mensaje de Jesús también fuera de las Iglesias damos forma al de Chaminade.

También nosotros estamos llamados a elegir nuevas formas de evangelizar, que no tienen que ser necesariamente heroicas. También en nuestros días decrece el número de fieles y el espíritu cristiano se debilita. También nosotros podemos aportar poniendo el Evangelio en el centro de nuestras vidas; en la opción por los pobres; viviendo como lo hizo Jesús. Sinceros. Auténticos. Revistiéndonos de Él.

Nada significarían los “sueños” si luego no hay quien los lleve al terreno de lo real. Por eso no es necesario tener grandes proyectos. Basta con que colaboremos en el plan de Dios haciendo posible los sueños de otros. Haciéndolos realidades.

No podemos salvar al Mundo, pero sí acoger al necesitado, ser amable y repartir algo de cariño y cercanía a nuestro alrededor, perdonando como nuestro Padre nos perdona y contagiando la alegría de ser de Jesús. Si no podemos ser enunciadores de grandes sueños, al menos debemos anunciar, con nuestra forma de vida, que Dios nos quiere, que un mundo mejor es posible, que traer aquí y ahora el Reino no es labor de “otros” y que cada día y de forma muy diversa podemos decir: “Yes we can” (“Sí, nosotros podemos”)

Reflexión de Fraternidades Marianistas