El tiempo siempre
vuelve diciendo: te lo dije. Hace siete años escribí esta editorial “¿Medicina como ciencia o medicina como
negocio?” Viendo venir las políticas
neoliberales que iban a arrasar con el sistema público, y cómo se iban a
prostituir las palabras para mejor engañarnos; porque no lo pueden todos, nos
tienen que engañar. El virus ha demostrado la fragilidad de las costuras que sostenían nuestra moralidad ante
el sufrimiento humano y ha demostrado la fragilidad del sistema. Estamos viendo cómo políticos y organizaciones y gente que buscan
la permanencia en los conflictos y en las crisis para cultivar sus ganancias,
todo ello con palabras alto prostituidas. Lo vi venir y lo conté en esa
editorial, y las políticas neoliberales están aquí de forma inmisericorde
delante de nuestros ojos, en la residencias de ancianos, en los hospitales, en
los colegios, en las familias, en la inestabilidad laboral, y en cada uno de
nosotros que se apunta al que cada uno se
arregle como pueda .El tiempo ha vuelto diciéndome ¡Te lo dije!
La pandemia ha puesto en evidencia otro mal que se ha ido incubando, esto sí que no lo vi venir: iban, y van más lejos. Vi muchas cosas como pueden comprobar cuando lean la editorial, pero cuando he visto el confinamiento en los barrios populares de Madrid y echar la culpa de la enfermedad a los pobres, las cargas policiales y el desmantelamiento de la atención primaria, y una Sanidad Paupérrima, de golpe me he encontrado con algo que puede ser una realidad en poco tiempo y que no vi venir: la Sanidad Pública sólo para los pobres. Volvemos a la beneficencia. Una ideología que se sustenta en que los pobres no necesitan derechos, sólo beneficencia, y así lo entienden organizaciones que aspiran a lucrarse de ellos con el expolio de lo público. Sólo les interesa el dinero. No luchan contra la pobreza y la enfermedad sino contra los pobres y los distintos a ellos, que somos casi todos (ahí están en video las cargas policiales). La degradación de la Sanidad Pública que se están llevando a cabo visibilizado en el déficit de médicos, enfermeros y enfermeras, y personal sanitario en general y la baja posibilidad de atender dignamente a las personas enfermas ha convertido en un esperpento la dignidad de la atención pública, que nos levó a las cotas más altas en el mundo en esperanza de vida. En nosotros está si nos dejamos engañar y atrapar entre el fuego cruzado de las palabras, para que el tiempo no vuelva diciendo: Te lo dije! Con gusto comparto la editorial “¿Medicina como ciencia o medicina como negocio?”