WILLY
Historia de un niño algo especial que de mayor lo siguió siendo… a su manera
CAPITULO 3.
- EL SEGUNDO DÍA DE ESCUELA
Dijimos que en el primer día, unos niños iban animosos jalando de sus papás y otros con miedo tenían que ser casi arrastrados… Bueno pues el segundo día, después de la novedad del comienzo, todos iban más normales. Unos con cara de “no hay más remedio” y otros con gesto alegre. A unos se les había pasado el miedo, otros aun no lo veían claro, aunque la maestra Cristina era simpática y les había caído bien. Willy se había hecho amigo del que se llamaba como él, pero para distinguirse los dos se decían uno uilly, sin la W y el otro con g: Guilly. También se hicieron amigos de un compañero pequeñito y con lentes que se llamaba Chepito y que casi no sabía jugar.
Seño Cristina llamó a los dos “uillys” y les dijo: “fíjense ustedes dos en ese pequeñín que no juega y está allí en un rincón”.
(Fíjense que antes de empezar la clase, había un rato de deporte en el patio de la escuela. Allí Chepito estaba viendo a los demás aunque sin jugar.)
Los dos amigos se acercaron a él:”Hola, compa, ¿por qué tú no juegas?
“El
chepito les dijo:” es que estuve enfermo dos años y no he jugado casi…y además ese grandote
no me dejó, me dijo que ese juego es para
los fuertes”
Uilly le dijo: “Pero ese grandote no manda. Ven con nosotros.
Los dos, con
Chepito en medio, se pusieron
con el otro equipo. Hablaron con “el que
mandaba allí ( todavía no sabían qué era eso de líder”) y dijo que bueno, que
jugase de portero.. Chepito se quitó los lentes y se
los dio a la profe que parecía
distraída, pero seguía de reojo lo que sucedía en el terreno de juego entre
los pequeños. Estos pateaban la pelota
de plástico, sin mucha técnica
amontonándose y apretujándose… De pronto entre el
barullo uno se escabulló con la bola en
los pies hacia la portería y disparó. Sucedió
lo inesperado. Chepito
salto como una rana y
despejó la pelota. Todo
el equipo aplaudió a la revelación. Willy le puso la
mano en el hombro: “¿qué
bárbaro y ¿decías que
no sabías jugar?. Chepito
parecía que de la
satisfacción había crecido y
engordado. Le explicó al compañero: “es que cuando
me estaba curando, mi papá
me tiraba caramelos para que
saltase a agarrarlos y por eso…”
Pero en ese momento se acercó el que mandaba en el otro equipo. Venía enfadado. “¡Te dije que tú no podías jugar!”. Willy se puso en medio: ”pues ya ves qué sí puede”.
Y se complicó la cosa, porque
las niñas de
aquella clase, que estaban mirando el partido salieron
gritando a favor de Chepito:
“¡viva viva, muy
bien la parada!”. Al
protestón le aumento
la rabia: : ¡Ustedes cállense,
que son niñas y no entienden de deporte!”. Y aquí pasó otra
sorpresa. Una niña
que se llamaba Pili y se veía
que también era la mandamás
del grupo, se puso
delante con los
puños cerrados:”¿Qué no
sabemos de fútbol?. Pues nosotras vamos a
jugar también”. El mandón cada vez más furioso: “Si ustedes juegan yo me
voy” – “Anda vete - gritaron
las niñas,- puedes jugar a las
cocinitas!”
En ese momento
Seño Cristina que se había acercado sin ruido, tocó las palmas”. Niños, se
terminó el recreo; vamos a
clase y me cuentan
lo que pasa
aquí.
Así terminó la discusión en el patio. Pero siguió después.
Si quieren
saber cómo acabó esa historia
con las pequeñas
feministas, esperen al
próximo capítulo que se lo
contaremos.
Martin Valmaseda