Esto sucede cuando
se tumba selva en el territorio maya
Robin
A. Canul Suarez
Leidy Pech, sus compañeras mayas y alrededor de 16 000 familias de toda la Península de Yucatán, se dedican a la apicultura; actividad que depende de que la selva esté en pie y en buen estado de conservación.
La mayoría de los productores de miel tienen colmenas
de la abeja más conocida, la Apis mellifera, pero Leidy Pech y sus compañeras
se empeñaron en rescatar las prácticas ancestrales de producción de miel y en
conservar a una abeja nativa, que no tiene aguijón y que realiza sus colmenas
al interior de troncos huecos. A esa abeja la ciencia la llama Melipona
beecheii, para los mayas es la Xunáan Kab, “la dama de la miel”.
Leidy Pech produce miel con abejas nativas que forman sus colmenas en troncos huecos. Foto: Robin A. Canul Suarez.
Hace poco más de diez años, Leidy Pech y las mujeres
mayas de las comunidades del municipio de Hopelchén comenzaron a ver cómo se
iban quedando sin pedazos de selva, cómo sus abejas morían por los plaguicidas,
cómo al “tirar el monte” se perdían flores endémicas que son el alimento de las
cerca de 200 abejas nativas que los científicos han identificado tan solo en la
Península de Yucatán y cómo al abrir grandes campos de cultivo también se
modificaban los sistemas hidrológicos de la región.
Vulnerables a tormentas y huracanes
En las primeras semanas de noviembre, los medios de
comunicación mostraron las imágenes de las inundaciones y destrozos causados
por el huracán Eta en lugares como Tabasco y Chiapas, al sureste de México; así
como en Guatemala, Nicaragua y Honduras. Territorios donde la selva y los
manglares también han perdido terreno.
Meses antes, a principios de junio, en el estado de
Campeche llovió como hace años no se recordaba. Durante cinco días se registró
la mitad de las lluvias que, en promedio, cae durante un año en la región, de
acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (Conagua). No fue un huracán, sino
dos tormentas tropicales con vientos de baja intensidad —Amanda y Cristóbal—
las que causaron todo un cisma y mostraron la vulnerabilidad de un territorio
que pierde su cubierta forestal
Las carreteras se convirtieron en ríos; algo inusual en la Península de Yucatán, un territorio que, por su formación geológica, solo tiene corrientes de agua subterránea. Comunidades como San Juan Bautista Sahcabchén, a 19 kilómetros de la cabecera municipal, quedaron incomunicadas por más de ocho días. En la zona se miraban los cadáveres de animales; también los restos de los cajones de madera que habían funcionado como colmenas.
Álvaro
Mena es integrante de la organización indígena y campesina Ka Kuxtal Much’ Meyaj.
Durante los días de la emergencia, él y otros pobladores de Hopelchén
recorrieron la región y revisaron imágenes satelitales para documentar los
daños. Fue así que identificaron que los lugares donde se deforestó, y que
ahora son campos de monocultivos o áreas ganaderas, las inundaciones fueron más
intensas.
“Las
grandes deforestaciones de la selva y las zonas costeras han generado un gran
impacto en todo el territorio de la Península de Yucatán: contaminación de
suelos, de agua, pérdida de biodiversidad… Al no tener ecosistemas sanos, no
tenemos las barreras naturales ante los impactos de tormentas y huracanes”,
explica la doctora en geografía y maestra en ingeniería ambiental Yameli
Aguilar Duarte, del Instituto Nacional de Investigaciones Forenses Agrícolas y
Pecuarias (INIFAP).
Tumbar selva para
la agroindustria
El
municipio de Hopelchén —así como toda la Península de Yucatán— alberga parte de
la Selva Maya, la cual se extiende desde el sureste de México hasta Belice y el
norte de Guatemala y es considerada como el segundo macizo de selva tropical
más grande en el continente.
Perder
cobertura forestal de la Selva Maya no es algo menor: se reduce el territorio
donde habitan especies consideradas en riesgo de extinción como el jaguar o el
tapir; se afecta la diversidad de especies —por ejemplo, de polinizadores como
las abejas—, se pierden reservas forestales que contribuyen a mitigar el cambio
climático.
En
Hopelchén, la pérdida de selva tiene una larga historia, pero se ha
intensificado en la última década.
Modificación de
los sistemas hidrológicos
Si
algo caracteriza a la Península de Yucatán, explica la doctora Yameli Aguilar
Duarte, es su sistema geológico de aguas subterráneas, así como sus diferentes
tipos de suelos, los cuales son muy vulnerables a cualquier cambio.
En
el caso de Hopelchén, la expansión de la agroindustria no solo ha provocado
deforestación, también se han modificado los sistemas hidrológicos de la zona.
en las grandes extensiones de parcelas se nivelaron
los terrenos, se construyeron drenes y se perforaron pozos de absorción para
que, en la época de lluvia, no se formen encharcamientos que afecten los
monocultivos de soya, sorgo o maíz híbrido; “son pozos directos que tienen como
100 metros de profundidad; son desagües por donde se manda el agua residual,
cargada de plaguicidas, al manto freático”.
Esos pozos no sirvieron de nada durante los días de
las tormentas; los extensos terrenos agrícolas y ganaderos se inundaron, se
transformaron en lagos y así permanecieron, en algunos casos, hasta por un mes.