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6 de noviembre de 2020

Los otros Salmos

 

Qué alegría cuando me dijeron (salmo 121)



Vamos a la casa del Señor,

trozo de cielo encarnado,

vamos a compartir la dicha

de sentirnos hermanados,

escuchando su palabra,

metidos en su costado.

 

Pero la casa del Señor

no es la basílica, hermano,

no es el templo o el convento,

o la capilla del palacio,

no es la mezquita, la sinagoga,

tampoco es el río sagrado.

La casa del Señor no es de piedras,

que está en el corazón humano,

en las comunidades vivas,

quizá en los pobres del barrio;

está en la gente que sufre,

está en el hospital cercano,

está también en la cárcel

y en la residencia de ancianos,

en los niños de la calle

y en campos de refugiados,

está en la gente sencilla

y en los pueblos marginados.

 


Está en el corro de niños,

o en el grupo de voluntarios,

en las organizaciones pacíficas

y en movimientos solidarios.

 

La casa del Señor se construye

en desiertos y descampados,

con hambre y sed de justicia

y con amor entregado,

con sillares de esperanza

y ladrillos liberados.

 

La paz con todos vosotros,

constructores voluntarios

de las casas del Señor

en los ambientes humanos.


Los otros salmos