Y al entrar en el templo….
Demasiados
monseñores y excelentísimas,
demasiados
vicarios y reverendísimas
para ser
espacio de igualdad y libertad;
¡ y cuántos
padres para vivir en fraternidad,
cuando Tú
nos dijiste que sólo aceptáramos
y llamáramos
así a quien hace salir para todos el sol
y nos da
gratuitamente su ternura y amor !
Demasiados títulos, honores y poderes,
demasiadas
intrigas, prebendas e intereses
para ser
casa solariega familiar;
¡ y cuántos
códigos, normas y leyes,
burocracia,
papeles e imposiciones
para ser
posada de abrazos y acogida
para quienes
andan necesitados !
Un espacio
abierto que se amuralla,
un oasis que
ya no atrae ni serena,
un refugio
que cierra sus puertas y ventanas,
una barca
para náufragos que anda a la deriva,
una casa
solariega que exige reserva,
una viña con
lagar que no alegra….
¡ ya no es
lugar de Dios ni de oración !
Yo quiero
una Iglesia en la que se pueda respirar,
que tenga
pastores que huelan a oveja,
que acoja y
defienda a emigrantes y sin papeles,
que se
embarre con los que no pueden limpiarse,
que tenga un
aire festivo y alegre,
que sus
puertas permanezcan abiertas
aunque no
haya dueños ni porteros vigilantes….
Quiero una
Iglesia que sea templo de Dios,
lugar de
encarnación,
punto de encuentro,
casa de
fraternidad,
fábrica de
sueños y proyectos,
experta en
humanidad….
¡ no cueva
de ladrones ni refugio de vividores !
Tomado del Libro Los otros salmos
Rafael Prieto