EN NUESTRO AUTÉNTICO SER, NADIE ES MÁS QUE NADIE
Escrito por Fray Marcos
Mt 23, 1-12
Nos
llevaría demasiado tiempo el explicar cada una de las frases que hemos leído.
Vamos a revisar solo algunas. La verdad es que hoy no se necesita ninguna
exégesis especializada. Se entiende todo perfectamente. Otra cosa es que nos
interese, de verdad, seguir las directrices del evangelio. De muchos, que se
encuentran hoy sentados en cátedras, se podía decir lo mismo que el evangelio
dice a los fariseos. ¡Qué poco han cambiado las cosas! El texto sigue teniendo
una rabiosa actualidad.
El
ambiente reflejado en este texto no es el del tiempo de Jesús, sino el de la
comunidad de Mateo. Los furibundos ataques contra los fariseos, que aparecen en
los evangelios, seguramente no corresponden a Jesús, sino a una situación que
comienza a partir de la muerte de Jesús y se agudiza a partir de la destrucción
del Templo en el año 70. Desaparecido el sacerdocio y el culto, los fariseos se
hicieron con el absoluto control del judaísmo e impusieron a todos su manera de
pensar. Solo entonces decidieron expulsar del judaísmo a los cristianos y
declararles formalmente herejes.
Lo
que reflejan los evangelios es la reacción de los cristianos contra esos
fariseos, que se mantuvo a través de los siglos. En el texto de hoy encontramos
dos pistas para descubrir que esas palabras no las dijo Jesús: a) Nunca pudo
decir que el único Señor era él mismo. b) La denominación de “hermanos”, que el
evangelista pone en boca de Jesús, fue un distintivo de la primera comunidad
cristiana. El saber que no lo dijo Jesús no resta un ápice la importancia de la
advertencia a aquellas primeras comunidades.
Ellos
no hacen lo que dicen. No es exacto que los fariseos fueran por definición
“fariseos”. Eran cumplidores, pero su rigorismo en la interpretación de la Ley
les obligó a disimular que eran incapaces de cumplirla, para poder seguir
exigiendo a los demás lo que ellos no hacían. Pero el engaño mayor consistía en
exigirles, en nombre de Dios, unas prácticas que no les podían traer salvación,
porque solo eran preceptos humanos.
Cargan
a la gente con fardos pesados e insoportables. Eran 613 los preceptos que tenía
que cumplir todo israelita para ser fiel a la Ley; según algunos, todos tenían
la misma importancia. En ese fárrago de prescripciones, la vida humana quedaba
aprisionada y las personas sumidas en una frustración alienante. Recordemos que
Jesús había dicho: “Mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.
Todo
lo que hacen es para que los vea la gente. Cuando se pone la perfección en el
cumplimiento de normas externas, solo caben dos salidas: En la medida que la
alcances, la soberbia. Soy más que los demás y puedo mirarlos por encima del
hombro. En la medida que no la alcanzas, la simulación. Lo que los demás
piensen de mí es más importante que lo que soy realmente. De ahí el afán por exagerar
todos los signos externos de religiosidad. Muchos cristianos de hoy estamos es
esa misma dinámica.
Vosotros,
en cambio... Aquí tenemos la clave del texto. La nueva comunidad no debe
comportarse como los fariseos, sino desde la autenticidad. Esto es lo que
quiere dejar claro Mateo. El mensaje central del evangelio consiste en
abandonar todo intento de superioridad y entrar en una dinámica de servicio
incondicional a los demás. Cuando Jn habla del pecado del mundo, se refiere
siempre al oprimir o al dejarse oprimir.
“No
os dejéis llamar maestros, no llaméis a nadie padre, no os dejéis llamar
jefes”. ¡Qué poco dura lo auténtico! Seguramente ya se empezaba a estructurar
la comunidad y ya había, en aquella época, quien quería ser más que los demás.
Los seres humanos somos capaces de remover el cielo y la tierra, con tal de
justificar el estar por encima de los demás y de alguna manera utilizarlos en
beneficio propio.
El primero entre vosotros será vuestro servidor. Jesús exige lo que él vivió. El mismo Jesús comenta en otro lugar: “lo mismo que el Hijo de hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”. Recordad que cuando Juan dice “dar su vida”, no emplea “zoe” ni “bios”, sino “psiques”. No está hablando de la vida biológica, que entregó en la cruz, sino de la vida psicológica (propiamente humana) que pone al servicio de los demás durante toda su andadura.
Ciertamente,
a primera vista el principal reproche se hace a los superiores. A ello nos
empuja también la primera lectura. Sin duda ninguna, la jerarquía debía hacer
un serio examen de conciencia partiendo de estas palabras del evangelio y de
otras que van en la misma dirección, pero los títulos se los damos nosotros.
Una vez más debemos recordar que Jesús no lanza sus diatribas contra la
autoridad, sino contra la autoridad que se ejerce como poder. El que quiera ser
primero, que sea el último y el servidor de todos.
La
Iglesia empezó muy pronto a organizarse copiando en su estructura el
organigrama del imperio. Poco a poco, le fue dando más importancia al poder, y
terminó sacralizándolo, en contra del evangelio. Una vez que entró por esa
dinámica, no ha visto la manera de salir de ella. Desde la Edad Media, se han
alzado en todas las épocas voces en contra de la estructura de poder
(jerarquía) de la Iglesia Romana. Nadie ha sido capaz de emprender con éxito
esa renovación. Juan Pablo I lo anunció, pero no vivió para realizarla.
No
toda la culpa la tienen los superiores. Un examen cuidadoso de la psicología
humana, nos llevara a descubrir, que somos los inferiores los que tendemos a
buscar el refugio de otras personas en las que depositamos la confianza para
encontrar seguridad, a cambio de que nos liberen de las responsabilidades,
aunque eso suponga un cierto grado de sumisión. La carga de que me libero
parece mayor de la que supone la sumisión. Esta es la trampa, porque actuando
de esta manera renunciamos a la libertad responsable.
Obedecer
órdenes no te garantiza el cumplimiento de la voluntad de Dios. Ser fiel a Dios
es ser fiel a ti mismo, a tu auténtico ser. Lo que Dios quiere de ti, te lo
está diciendo Él desde dentro de ti mismo. Entre Dios y tú no puede haber intermediarios.
Todo el que quiera doblegar tu voluntad, en nombre de Dios, te está engañando.
Es verdad que nunca podremos alcanzar la plenitud en soledad, pero los demás,
todos los demás, tienen que ayudarme a descubrir la meta de esa plenitud,
mostrándome el camino para alcanzarla o indicándome los errores que me lo
puedan impedir.
Meditación
En
el orden espiritual todos valemos lo mismo.
Todo
lo que somos se lo debemos a Dios
y
Dios da a todos por igual porque se da Él mismo.
Mi
tarea consiste en descubrir y vivir esa realidad.
Si
la descubro también en los demás,
la
tentación de creerme superior desaparece.