NUNCA TE CONFORMES CON LO QUE HAS DESCUBIERTO EN TI
Written by Fray
Marcos
Mt 25,14-30
Mateo sigue con sus
amonestaciones. Estamos en el tiempo de la comunidad, antes de que llegue el
tiempo escatológico, que creían inminente. Cada miembro de la comunidad debe
tomar la parte de responsabilidad que le corresponde y no defraudar ni a Dios
ni a los demás. En tiempo de Mt, ya muchos se hacían cristianos no por
convicción sino para vivir del cuento, sin dar golpe. Es curioso que las tres
parábolas de este c. 25 hagan referencia a omisiones, a la hora de ponderar las
consecuencias de nuestras acciones.
El talento no era una
moneda real. En griego “tálanton” significa el contenido de un platillo de la
balanza (una pesada). Era una cantidad desorbitada, que equivalía a 26-41 kilos
de plata = 6.000 denarios; 16 años de salario de un jornalero. Para entender lo
de enterrar el talento, hay que tener en cuenta que había una norma jurídica,
según la cual, el que enterraba el dinero que tenía en custodia, envuelto en un
pañuelo, no tenía responsabilidad civil si se perdía. Enterrar el dinero se
consideraba una buena práctica.
Durante mucho tiempo se
ha interpretado la parábola materialmente, creyendo que nos invitaba a producir
y acaparar bienes materiales. De esta mala interpretación nace el capitalismo
salvaje en Occidente, que nos ha llevado a desigualdades sangrantes que no
hacen más que crecer, incluso en plena crisis. Una vez más, hemos utilizado el
evangelio en contra del mensaje de
Jesús. Me gusta más la versión de Lucas, en la que todos los empleados reciben lo mismo;
la diferencia está solo en la manera de responder.
También sería
insuficiente interpretar “talentos” como cualidades de la persona. Esta
interpretación es la más común y ha quedado sancionada por nuestro lenguaje.
¿Qué significa tener talento? Tampoco es éste el verdadero planteamiento de la
parábola. En el orden de las cualidades, estamos obligados a desplegar todas
las posibilidades, pero siempre pensando en el bien de todos y no para acaparar
más y desplumar a los menos capacitados. Para mayor “inri”, dando gracias a
Dios por ser más listos que los demás.
Si nos quedamos en el
orden de las cualidades, podíamos concluir que Dios es injusto. La parábola no
juzga las cualidades, sino el uso que hago de ellas. Tenga más o menos, lo que
se me pide es que las ponga al servicio de mi auténtico ser, al servicio de
todos. En el orden del ser, todos somos idénticos. Si percibimos diferencias es
que estamos valorando lo accidental. En lo esencial, todos tenemos el mismo
talento. Las bienaventuranzas lo dejan muy claro: por más carencias que sientas,
puedes alcanzar la plenitud humana.
En todos los órdenes
tenemos que poner los talentos a fructificar, pero no todos los órdenes tienen
la misma importancia. Como seres humanos tenemos algo esencial, y otro mucho
que es accidental. Lo importante es la esencia que constituye al hombre como
tal. Ese es el verdadero talento. Todo lo que puede tener o no tener (lo
accidental) no debe ser la principal preocupación. Los talentos de que habla el
evangelio, no pueden hacer referencia realidades secundarias sino a las
realidades que hacen al hombre más humano. Y ya sabemos que ser más humano
significa ser capaz de amar más.
Los talentos son lo
bienes esenciales que debemos descubrir. La parábola del tesoro escondido es la
mejor pista. Somos un tesoro de valor incalculable. La primera obligación de un
ser humano es descubrir esa realidad. La “buena noticia” sería que todos
pusiéramos ese tesoro al servicio de todos. En eso consistiría el Reino
predicado por Jesús. El relato del domingo pasado, el de hoy y el del próximo,
terminan prácticamente igual: “Entraron al banquete de boda...” “Pasa al
banquete de tu señor”. “Heredad el Reino...”. Banquete, boda y Reino son
símbolos de plenitud.
Algunos puntos
necesitan aclaración. En primer lugar,
el que no arriesga el dinero, no lo hace por holgazanería o comodidad,
sino por miedo. El siervo inútil no derrocha la fortuna; simplemente la guarda.
Debía hacernos pensar que se condene uno por no hacer nada. Creo que en
nuestras comunidades, lo que hoy predomina es el miedo. No nos deja poner en
marcha iniciativas que supongan riesgo de perder seguridades, pero con esa
actitud, se está cercenando la posibilidad de llevar esperanza a muchos
desesperados.
En segundo lugar, la
actitud del Señor tampoco puede ser ejemplo de lo que hace Dios. Pensemos en la
parábola del hijo pródigo, que es tratado por el Padre de una manera muy
diferente. Quitarle al que tiene menos lo poco que tiene para dárselo al que
tiene más, tomando al pie de la letra, sería impropio del Dios de Jesús. Dios no
tiene ninguna necesidad de castigar. El que escondió el talento ya se ha
privado de él haciéndolo inútil para él mismo y para los demás. Es algo que
teníamos que aprender también nosotros.
Finalmente es también
muy interesante constatar que, tanto el que negocia con cinco, como el que
negocia con dos, reciben exactamente el mismo premio. Esto indica que en ningún
caso se trata de valorar los resultados del trabajo, sino la actitud de los
empleados. En una cultura en la que todo se valora por los resultados, es muy
difícil comprender esto. En un ambiente social donde nadie se mueve si no es
por una paga; donde todo lo que hace tiene que reportar algún beneficio, es
casi imposible comprender la gratuidad que nos pide el evangelio. Si necesito
una paga es que no entendí nada.
La parábola nos habla de progreso, de evolución constante hacia lo no descubierto. El único pecado es negarse a caminar. El ser humano tiene que estar volcado hacia su interior para poder desplegar todas sus posibilidades. Todo el pasado del hombre (y de la vida) no es más que el punto de partida, la rampa de lanzamiento hacia mayor plenitud. La tentación está en querer asegurar lo que ya tengo, enterrar el talento. Tal actitud no demuestra más que falta de confianza en uno mismo y en la vida, y por lo tanto, en Dios.
Lo que tenemos que
hacer es tomar conciencia de la riqueza que ya tenemos. Unos no llegamos a
descubrirla y otros la escondemos. El resultado es el mismo. No es nada fácil,
porque nos han repetido hasta la saciedad, que estamos en pecado desde antes de
nacer, que no valemos para nada, que la única salvación posible tiene que
venirnos de fuera. Lo malo es que nos lo seguimos creyendo. El relato del
camello que se negaba a moverse porque se creía atado a la estaca, aunque no lo
estaba, O el león que vivía con las ovejas como un borrego más sin enterarse de
lo que era es el mejor ejemplo de nuestra postura.
Todo afán de seguridades, nos aleja del mensaje de Jesús. Toda intento de alcanzar verdades absolutas y normas de conducta inmutables, que nos dejen tranquilos, carecen de sentido cristiano. Ninguna conceptualización de Dios puede ser definitiva; hace siempre referencia a algo mayor. Estamos aquí para evolucionar, para que la vida nos atraviese y salga de nosotros enriquecida. El miedo no tiene sentido, porque la fuerza y la energía no la tenemos que poner nosotros. Nuestro objetivo debía ser que al abandonar este mundo, lo dejáramos un poquito mejor que cuando llegamos a él, haciéndolo más humano.
Meditación
No
hay un “yo” que posea un tesoro.
Soy,
realmente, un tesoro de valor incalculable.
Solo
hay un camino para poder disfrutar de lo que soy.
Poner
toda esa riqueza a disposición de los demás.
Es
la gran paradoja del ser humano.
Solo
alcanza su plenitud cuando se da plenamente.