Papa Francisco: Sé lo
que es luchar por respirar conectado a un ventilador
Medios en Italia
publican anticipación del libro del Papa Francisco: "Soñemos juntos. El
camino a un futuro mejor", conversaciones con Austen Ivereigh
El papa Francisco narra
tres «situaciones Covid» en su propia vida: la enfermedad, el exilio voluntario
en Alemania y el destierro en Córdoba. En un nuevo libro, se pone en los
zapatos de las víctimas de la actual pandemia.
Los periódicos
italianos y Vatican News publican la anticipación del libro del papa Francisco:
«Soñemos juntos. El camino a un futuro mejor«, conversaciones con Austen
Ivereigh, que en español ha sido publicado por Penguin Random House Grupo
Editorial.
El Papa recuerda que a los 21 años se enfermó de gravedad y tuvo su primera «experiencia con el límite, con el dolor y la soledad». Algo que lo cambio de por vida.
Durante meses –
sostiene – no sabía si moría o no. Los médicos no daban una respuesta. «Me
acuerdo de que un día le pregunté a mi madre, abrazándola, si me iba a morir.
Estaba cursando el segundo año del seminario diocesano en Buenos Aires».
Francisco recuerda la
fecha exacta: «el 13 de agosto de 1957» cuando un prefecto «se dio cuenta de
que lo mío no era el tipo de gripe que se cura con aspirina, me llevó al
hospital».
Cuenta de su pelea por
vivir, de la operación en noviembre para quitarle «el lóbulo superior derecho
de uno de los pulmones».
«Tengo experiencia de
cómo se sienten los enfermos de coronavirus que luchan por respirar conectados
a un ventilador».
Dos enfermeras que van
más allá de sus deberes…
En el texto anticipado
por La Stampa se lee que el Papa recuerda especialmente a dos enfermeras: La
hermana Cornelia Caraglio, de quien dice: «me salvó la vida». Era dominica,
jefa de sala de la enfermería en el hospital de Buenos Aires donde le atendían
y otra era la religiosa enfermera Micaela que le ayudó a calmar «un dolor intenso».
Ellas – dice el Papa –
«pelearon por mí hasta el final, hasta mi recuperación. Me enseñaron lo que
significa usar la ciencia y también saber ir más allá para atender las
necesidades particulares».
«La hermana Cornelia
Caraglio me salvó la vida. Gracias a su contacto habitual con enfermos sabía
mejor que el médico lo que los pacientes necesitaban y tuvo el coraje de
utilizar esa experiencia».
La consolación barata
El papa Francisco
asegura que aprendió otra cosa de esa experiencia en el hospital: «la
importancia de evitar la consolación barata».
Bergoglio habla de las
«tonterías» o «palabras vacías» que le decían con «buenas intenciones» pero que
nunca le tocaron el corazón. «La gente me visitaba y me decía que iba a estar
bien».
Sin embargo, rememoró
la persona que le llegó con más profundidad, con su silencio: «fue una de las
mujeres que marcaron mi vida: la hermana María Dolores Tortolo, que me enseñó
cuando era chico y me preparó para mi primera comunión», dijo.
La religiosa
simplemente le tomó de la mano, le besó y lo guardó en silencio por un tiempo,
narra el Papa. «Estás imitando a Jesús», le dijo la mujer consagrada al joven
seminarista. «No necesitó decir más nada».
De ahí, dijo: «tomé la decisión de hablar lo menos posible cuando visito
a enfermos. Solo los tomo de la mano«.
El Papa expresa que la
enfermedad lo cambió y le enseñó a confiar más en los demás. Un «covid» que lo
hizo más realista y mejor persona.
El Covid del destierro
La segunda «situación
covid», explicó el Papa, fue el tiempo en Alemania, en 1986. Y lo llamó el
«Covid del destierro». Es el tiempo en que Bergoglio voluntariamente se fue a
perfeccionar el alemán y escribir su tesis: «pero me sentí como sapo de otro
pozo».
Bergoglio en su
conversación con el periodista británico, Austen Ivereigh, relató que se
escapaba a pasear en dirección al cementerio de Frankfurt y desde allí se veían
los aviones aterrizar y despegar.
Describe su nostalgia
de patria. «Recuerdo el día que Argentina ganó el Mundial. No quise ver el
partido y solo supe que habíamos ganado al otro día cuando leí el diario». «Era
la soledad de un triunfo solo, porque nadie te lo compartía; la soledad de no
pertenecer, que te desinstala». Y afirmó que ese proceso le enseñó lo que
realmente importa en el lugar que se deja.
El Covid del desarraigo
«A veces el desarraigo
puede ser una sanación o una transformación radical. Ese fue mi tercer «Covid»,
cuando me mandaron a Córdoba entre 1990 y 1992″, se lee en la anticipación del
diario La Repubblica del libro «Soñemos juntos», un poco más extensa de la que
publicó hoy La Stampa de Turín.
Refiere que «con razón»
le cobraron todo en Córdoba (su famoso destierro) por su ser algo duro en su modo de ejercer el
liderazgo como provincial y después como rector jesuita. «Seguramente alguna
cosa buena hice, pero a veces era muy duro», admite.
El Pontífice recuerda
ese momento como una «cuarentena», un aislamiento, como muchas personas han
tenido que aguantar en estos meses: «Pasé un año, diez meses y trece días en
esa residencia jesuita. Celebraba la misa, confesaba y ofrecía dirección
espiritual, pero no salía para nada, solamente cuando tenía que ir al correo».
De ese momento,
explicó, «me llevó a madurar ideas: escribí y recé mucho».
«Hasta ese momento
tenía una vida ordenada en la Compañía, acorde a mi experiencia: primero como
maestro de novicios y luego, desde 1973, cuando me nombraron provincial, hasta
1986, cuando terminé mi período como rector.
Me había instalado en
ese modo de vivir. Un desarraigo de ese tipo, donde te mandan a un rincón de la
cancha y te hacen sentar en categoría de suplente, te mueve todo.
Tus costumbres, los
reflejos de conducta, las pautas referenciales anquilosadas con el tiempo, todo
esto te desinstala y tenés que aprender a vivir de nuevo, a rearmarte».
La vacuna de la
historia contra los escándalos de la Iglesia
En el diario La
Repubblica se lee que a Bergoglio le impresionan hoy, viendo lo que le paso,
tres cosas: la primera, el regalo de la oración. Segunda, las tentaciones que
vivió. Y tercero, leer los 36 tomos de la Historia de los papas de Ludwing
Pastor.
«Desde donde estoy
ahora, me pregunto por qué Dios me habrá inspirado a leer eso en aquel momento.
El Señor me preparó con esa vacuna. Una vez que conocés esa historia, no hay
mucho de lo que pase en la curia romana y en la Iglesia de hoy que pueda
sorprenderte. ¡Me ha servido mucho!».
El «Covid» de Córdoba
fue una verdadera purificación. Me dio mayor tolerancia, comprensión, capacidad
de perdón. También me dio una nueva empatía por los débiles y los indefensos.
La paciencia
Asimismo, afirmó que
aprendió la paciencia, «que es el don de entender que las cosas importantes
llevan tiempo, que el cambio es orgánico, que hay límites, y que tenemos que
trabajar dentro de ellos y mantener al mismo tiempo los ojos en el horizonte,
como hizo Jesús».
Por último, en la
anticipación del libro, el Papa indica que aprendió «la importancia de ver lo
grande en lo pequeño, y a estar atento a lo pequeño en las cosas grandes».
«Estos fueron mis principales «Covid personales». Lo que
aprendí es que vos sufrís mucho, pero si dejás que te cambie, salís mejor. Pero
si te atrincherás, salís peor», concluyó.