Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

11 de diciembre de 2020

El Evangelio y reflexión

 

                               TESTIGO DE LA LUZ


Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.

Los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran:

-¿Tú quién eres?

Él confesó sin reservas:

-Yo no soy el Mesías.

Le preguntaron:

-Entonces, ¿qué? ¿Eres tú Elías?

Él dijo:

-No lo soy.

-¿Eres tú el Profeta?

Respondió:

-No.

Y le dijeron:

-¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?

Él contestó:

-Yo soy <<la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”>> (como dijo el profeta Isaías).

Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:

-Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?

Juan les respondió:

-Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa e la sandalia.

Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando (Juan 1,6-8.19-28).

 

TESTIGOS DE LA LUZ

 

El testigo es como Juan. No se da importancia. No busca ser original ni llamar la atención. No trata de impactar a nadie. Sencillamente vive su vida de manera convencida. Se le ve que Dios ilumina su vida. Lo irradia en su manera de vivir y de creer.

El testigo de la luz no habla mucho, pero es una voz. No dice cosas sobre Dios, pero contagia <<algo>>. No enseña doctrina religiosa, pero invita a creer. No condena. Contagia confianza en Dios, libera de miedos. Abre siempre caminos.

La vida está llena de pequeños testigos. Son creyentes sencillos, humildes, conocidos solo en su entorno. Personas entrañablemente buenas. Viven desde la verdad y el amor. Ellos nos <<allanan el camino>> hacia Dios. Son lo mejor que tenemos en la Iglesia.

 


EN MEDIO DEL DESIERTO

 

Los grandes movimientos religiosos han nacido casi siempre en el desierto. Son los hombres y las mujeres del silencio y la soledad los que, al ver la luz, pueden convertirse en maestros y guías de la humanidad.

En la sociedad de la abundancia y del progreso se está haciendo cada vez más difícil escuchar una voz que venga del desierto. Lo que se oye es la publicidad de lo superfluo, la divulgación de lo trivial, la palabrería de políticos prisioneros de su estrategia, y hasta discursos religiosos interesados.

En medio del desierto de la vida moderna podemos encontrarnos con personas que irradian sabiduría y dignidad, pues no viven de lo superfluo. Gente sencilla, entrañablemente humana. No pronuncian muchas palabras. Es su vida la que habla.

 

ALLANAR EL CAMINO HACIA JESÚS

 

Tal vez la mayor desgracia la mayor desgracia del cristianismo es que haya tantos hombres y mujeres que se dicen <<cristianos>> y en cuyo corazón Jesús está ausente. No lo conocen. No vibran con él. No los atrae ni seduce. Jesús es una figura inerte y apagada. Está mudo. No les dice nada especial que aliente sus vidas. Su existencia no está marcada por Jesús.

Esta Iglesia necesita urgentemente <<testigos>> de Jesús, creyentes que se parezcan más a él, cristianos que, con su manera de ser y de vivir, faciliten el camino para creer en Cristo.

¿De qué sirven nuestras catequesis y predicaciones si no conducen a conocer, amar y seguir con más gozo a Jesucristo ?.

¿En qué quedan nuestras eucaristías sino ayudan a comulgar de manera más viva con Jesús, con su proyecto y con su entrega crucificada a todos?. En la Iglesia nadie es <<la luz>> pero todos podemos irradiarla con nuestra vida.

 

TESTIGOS DE JESÚS

 

Los obispos y presbíteros siguen predicando el mensaje cristiano. Los teólogos escriben estudios teológicos. Los pastores administran los sacramentos. Pero si no hay testigos capaces de contagiar algo de lo que se vivió al comienzo con Jesús, falta lo esencial, lo único que puede mantener viva la fe en él.

Creyentes que despierten el deseo de Jesús y hagan creíble su mensaje. Testigos humildes que, al estilo del Bautista, no se atribuyan ninguna función que centre la atención en su persona, robándole protagonismo a Jesús.

 

La fe de nuestras comunidades se sostiene también hoy en la experiencia de esos testigos humildes y sencillos que, en medio de tanto desaliento y desconcierto, ponen luz, pues nos ayudan con su vida a sentir la cercanía de Jesús.

 

DESCONOCIDO

 

Hay algo paradójico en la actitud de bastantes contemporáneos ante la figura de Jesucristo. Por una parte creen que lo conocen y no tienen mucho que aprender sobre él. Por otra, su ignorancia sobre la persona y el mensaje de Jesús es casi absoluta.

<<¿Qué está ocurriendo en la Iglesia, que a los cristianos nos preguntan como nos afectan las palabras del papa y ya casi nadie nos pregunta cómo nos afectan las palabras de Jesús? ¿Qué está ocurriendo que los católicos parecen más capaces de celebrar la presencia del papa que la presencia de Jesús?>>.

Naturalmente, los creyentes hemos de escuchar la palabra de la jerarquía y el esfuerzo de la Iglesia entera por aplicar el evangelio al momento actual, pero, ¿no es paradójico detenernos casi siempre en ciertas discusiones, mientras apenas hacemos algo para conocer con más rigor el mensaje y la actuación de Aquel que ha de inspirar siempre a los cristianos?.

Tal vez también hoy se pueden repetir las palabras del profeta: <<En medio de vosotros hay uno que no conocéis>>.

 




José Antonio Pagola