Salida de la noche oscura (Salmo 32)
Martin Irure
El canto rebosa de mi vida
hacia ti, Señor,
como el perfume de la primavera
rebosa de los campos.
Porque me siento envuelto
en tus manos
y no has dejado que me arruinen
mis propias maldades.
Señor, Dios mío,
a ti clamé y tú acudiste a mi lado.
Arrancaste mi vida de las tinieblas
de mis egoísmos
e iluminaste mi corazón
con la verdad de tu compañía.
Amigo mío, y todos los
que esperáis en el Señor,
acompáñenme en la justa alabanza.
Aunque la noche parecía dominar
mi existencia entera,
aunque la amarga oscuridad
parecía brotar
de mis mismas entrañas
como de su propia fuente,
una nueva mañana, un nuevo
abrazo con mi Señor,
ha hecho fecunda mi alma en
cantos de agradecimiento.
Yo esperé siempre
de ti la fuerza y la victoria.
De ti esperé la seguridad
y la alegría….
Pero cuando me ocultaste tu rostro,
cuando me dejaste desnudo
frente a mis miserias,
quedé desconcertado y sin camino
y estuve tentado a desconfiar de ti.
Pero te invoqué de nuevo
y te supliqué diciendo:
Señor, ¿no eres tú la alegría?
¿No eres el futuro
que ilumina y abrasa todo
presente incierto?
¿No eres la fuente,
inagotable y única,
para todo el que camina
buscando la verdad
y sin traicionarse a sí mismo?
¿No eres acaso la misma fidelidad
que nos permite ser fieles…?
Y tu respuesta fue cambiar
mi zozobra en descanso;
poner tu traje de fiesta
sobre mi tosco sayal de peregrino;
y encender mi lámpara marchita
con el aceite virgen
de tu insondable ternura.
Por eso inventaré para ti
palabras de armonía.
Y darte gracias
será mi quehacer más constante.
Palabras para el silencio
Martin Irure