SAN JULIÁN DE CUENCA
Fue el segundo obispo de Cuenca -desde el 1198 al 1208-, después de D. Juan Yáñez.
Nacido de una noble familia burgalesa según tradición, o según la historiografía moderna, hijo de mozárabes toledanos con el nombre de Julián ben Tauro (Julián hijo de Tauro) a mediados del siglo XII.
Cuando Burgos era la
cabeza de Castilla. Inicia su educación en la escuela catedralicia de la época,
donde se refugia la ciencia junto al clérigo del monasterio, aplicándose con
esmero a las artes liberales.
En Palencia cursa estudios superiores. Estudioso, serio y formal, impresiona a los profesores y se hace notar entre los alumnos por su ciencia y piedad.
Terminados sus estudios es nombrado profesor de filosofía y teología cuando solamente tiene 24 años. Esta situación es un caso excepcional en el centro que el obispo Poncio convirtió en Estudio, Alfonso VIII elevó a la categoría de Universidad y el papa Urbano VI enriqueció con todos los privilegios de la universidad de París.
En la docencia quemará diez años de su vida. Ocupa una
habitación funcional que es a la vez lugar de reposo-estudio-oratorio, y allí
hace además cestillos que son parte de su limosna a los pobres: los da para que
con su venta se ayuden a vivir.
A los 35 años se retira a Burgos con la intención de
prepararse al sacerdocio abandonando la fama, el honor y prestigio que se ha
bien ganado con la docencia. Vive con el fiel criado Lesmes a orillas del
Arlanzón en intensa vida de oración, mortificación y estudio hasta que en 1166
es ordenado sacerdote. Los alrededores de la capital burgalesa son los primeros
beneficiados de su apostolado.
Pero al poco tiempo decide ampliar el campo de su predicación.
Con un crucifijo, una estampa de la Virgen y una muda está convertido en
misionero tierras abajo hasta la Córdoba averroista ¡Cuánto bien hizo con su
bien formada cabeza! Está misionando en Toledo cuando el arzobispo Don Martín
López le nombra arcediano de la catedral.
La excursión misionera ha durado veinte años. Ahora,
en la nueva situación, alterna las tareas de gobierno con la predicación, la
administración de los sacramentos, y la santa manía de fabricar cestillas para
los pobres, junto a la oración y penitencia que ama vivamente y a las que se
dedica de modo especial una temporada en determinados días cada año.
Alfonso VIII lo obliga a aceptar la diócesis de Cuenca
a la muerte de su primer obispo. En 1196 es consagrado obispo vencida su resistencia.
Y comienza un nuevo cargo pastoral en la hosca y brava sierra, el altozano de
la Alcarria y los llanos de la Mancha donde ha de cuidar del complejo mosaico
de musulmanes, judíos y cristianos que su diócesis encierra.
Se preocupó de modo exquisito de los sacerdotes que
son su mano larga para llevar a Cristo al pueblo. La caridad con los pobres, y
la atención a los descarriados destacan bases que consiguen para Dios una
parcela cristiana. Los biógrafos hacen sobresalir dos momentos de su vida de pastor
en los que demostró virtudes heroicas: la hambruna y la peste que sufrió el
pueblo y en las que su generosidad y entrega no tuvo límite a favor de sus
fieles.
Murió en el 1208.
Sus atributos son con propiedad episcopales, la mitra
y el báculo al que se añade un cestillo testigo de su caridad. Ordinariamente
se le representa sentado ante su mesa de trabajo.