BAUTISMO
DE JESÚS
En
aquel tiempo proclamaba Juan:
Detrás
de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle
las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu
Santo.
Por
entonces llegó Jesús de Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el
Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia
él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: <<Tú eres mi Hijo amado, mi
preferido>> (Marcos 1,6– 11 ).
JESÚS
BAUTIZA CON ESPÍRITU SANTO
Antonio Pagola
El
bautismo de Jesús encierra un mensaje nuevo que supera radicalmente al
Bautista.
El
mensaje es claro: con Cristo, el cielo ha quedado abierto; de Dios solo brota
amor y paz; podemos vivir con confianza. A pesar de nuestros errores y nuestra
mediocridad insoportable, también para nosotros <<el cielo ha quedado
abierto >>. También nosotros podemos escuchar con Jesús la voz de Dios:
<<Tú eres para mí un hijo amado, una hija amada>>. En adelante
podemos afrontar la vida no como una <<historia sucia>> que hemos
de purificar constantemente, sino como el regalo de la <<dignidad de
hijos de Dios>>, que hemos de cuidar con gozo y agradecimiento.
Para
quien vive de esta fe, la vida está llena de momentos de gracia: el nacimiento
de un hijo, el contacto con una persona buena, la experiencia de un amor
limpio… que ponen en nuestra vida una luz y un calor nuevos. De pronto nos
parece ver <<el cielo abierto>>.Detrás de esas experiencias está
Dios amándonos como Padre. Está su amor y su Espíritu <<dador de
vida>>.
ESCUCHAR
LO QUE EL ESPÍRITU DICE A LA IGLESIA
La
mutación cultural sin precedentes que estamos viviendo nos está pidiendo hoy a
los cristianos una fidelidad sin precedentes al Espíritu de Jesús.
En
vez de lamentarnos una y otra vez de la secularización creciente hemos de
preguntarnos que caminos nuevos anda buscando hoy Dios para encontrarse con los
hombres y mujeres de nuestro tiempo; como hemos de renovar nuestra manera de
pensar, de decir y de vivir la fe para que su Palabra pueda llegar mejor hasta
los interrogantes, las dudas y los miedos que brotan en su corazón.
Necesitamos parecernos más a Jesús. Dejarnos trabajar por su Espíritu. Solo Jesús puede darle a la Iglesia un rostro nuevo. Lo que nos parece <<crisis>> puede ser tiempo de gracia. Una Iglesia más frágil, débil y humilde puede hacer que el Espíritu de Jesús sea entendido y acogido con más verdad.
MEDIOCRIDAD
ESPIRITUAL
Hace
unos años, Karl Rahner se atrevía a afirmar que el problema principal y más
urgente en la Iglesia de hoy es su <<mediocridad espiritual>>.
De
poco sirve reforzar las instituciones, salvaguardar los ritos, si falta en la
vida de los creyentes una experiencia viva de Dios.
Si
la Iglesia quiere ser fiel a su misión y no asfixiarse en sus propios
problemas, tiene que redescubrir una y otra vez que solo en Dios encarnado en
Jesús está su verdadera fuerza. La Iglesia habla mucho. Pero ¿Dónde y cuando
escucha a Dios? ¿ Dónde y cuándo se coloca humilde y sinceramente ante Jesús,
su único Señor?.
En
nuestras comunidades hablamos de Dios. Pero, ¿buscamos al que está detrás de
esa palabra?. ¿Hablamos alguna vez desde la propia experiencia? ¿Gozamos y
padecemos la presencia de Dios en nuestras vidas?.
Reconocer
nuestra mediocridad espiritual no transforma nuestras vidas, pero puede
ayudarnos a vislumbrar hasta que punto necesitamos <<ser bautizados con
Espíritu Santo>>.Tal vez esa es la primera tarea de la Iglesia.
RENOVACIÓN
INTERIOR
Para
ser humana, a nuestra vida le falta una dimensión esencial: la interioridad. Se
nos está olvidando escuchar la vida con un poco de hondura y profundidad. El
silencio nos podría curar, pero ya no somos capaces de encontrarlo en medio de
nuestras mil ocupaciones.
Pero
lo triste es observar que, con demasiada frecuencia, tampoco la religión es
capaz de dar calor y vida interior a las personas. En un mundo que ha apostado
por lo <<exterior>>, Dios resulta un <<objeto>>
demasiado lejano y, a decir verdad, de poco interés para la vida diaria. Y
quizá la primera tarea de la Iglesia actual sea precisamente la de ofrecer ese
<<bautismo de Espíritu Santo>> a los hombres y mujeres de nuestros
días.
Necesitamos
ese Espíritu que nos enseñe a pasar de lo puramente exterior a lo que hay de
más íntimo en el ser humano, en el mundo y en la vida. Un Espíritu que nos
enseñe a acoger a ese Dios que habita en el interior de nuestras vidas y en el
centro de nuestra existencia. ¿Podrán ser nuestras comunidades cristianas un
espacio donde vivamos acogiendo el Espíritu de Dios encarnado en Jesús?
NUEVA
EXPERIENCIA DE DIOS
Son
bastantes los cristianos que no saben muy bien en qué Dios creen. Su idea de
Dios no es unitaria. Intentan conciliar de muchas maneras amor e ira de Dios,
bondad insondable y justicia rigurosa, miedo y confianza. No es fácil. En el
corazón de no pocos subsiste una imagen confusa de Dios, que les impide vivir
con gozo y confianza su relación con el Creador.
Por
lo general las religiones tienden a introducir entre Dios y los pobres humanos
muchos cultos, ritos y prácticas. Pero su cercanía amorosa corre el riesgo de
diluirse. La actitud religiosa hacia un Dios patriarcal se funda en la
convicción de que el ser humano ha de existir para Dios; la actitud de Jesús
hacia su Padre arranca de la seguridad de que Dios existe para el ser humano.
El
evangelio de Marcos narra el bautismo de Jesús en el Jordán sugiriendo la nueva
experiencia que Jesús vivirá y comunicará a lo largo de su vida. Según el
relato, el <<cielo se abre>> pero no para descubrirnos la ira de
Dios, que llega con su hacha amenazadora, como pensaba el Bautista, sino para
que descienda su Espíritu, es decir su amor vivificador. Del cielo abierto solo
llega una voz: <<Tu eres mi Hijo amado>>.
Es
una pena que, a pesar de decirnos seguidores de Jesús, volvamos tan fácilmente
a imágenes regresivas del Antiguo Testamento, abandonando su experiencia más
genuina de Dios Padre.
José Antonio Pagola