Un hermoso servicio
Estuve
enfermo,
y
me llamaste por mi nombre,
y
venias cada mañana sonriente
a
decirme : ¡Buenos días!
Y
fui para ti alguien pero no algo,
y
aceptaste con paciencia
mis
impaciencias,
y
siempre que venías a verme
me
dabas paz.
Yo
llegué con miedo
y
asustado a tu encuentro,
y
me acogiste con paz y con cariño.
Y
diste la vuelta a mi almohada
para
que estuviera mejor.
Y
me tratabas con competencia.
Y
me diste lo que más necesitaba:
cariño,
comprensión,
escucha
y amor.
Y
me distes a Dios.
Por
eso, algún día,
Dios
te tenderá la mano
para
decirte:
Vengan,
benditos de mi Padre,
reciban
la herencia del Reino
preparada
para ustedes (Mt 25,34)
Palabras
para el silencio