"La
unidad de las ovejas, el ecumenismo de los humildes"
"Aquel
pájaro carpintero... marca con el trabajo cotidiano el signo del ecumenismo y
la hermandad universal"
"Quiero
referirme a la parte de la unidad de las ovejas, al ecumenismo de los humildes,
de los que colocan, una tras otra, las bases de la unidad
caribeña/latinoamericana y mundial"
"Trabajemos
por un solo rebaño en que las ovejas reconozcan la voz del buen pastor y
rechacen las mentiras de los ladrones; los engaños de salteadores que se
disfrazan para saquear y destrozar a los humildes"
"Esta sociedad postmoderna necesita aprender a contemplar y admirar lo que somos y lo que nos rodea"
21.02.2021
| Pedro Rafael Ortiz, sacerdote
La promesa de Jesucristo de que “habrá un solo rebaño y un solo pastor” anima mucho la noción del ecumenismo, la búsqueda de formas de unidad entre los cristianos e, inclusive, entre las diversas religiones de nuestro mundo en una gestión para el diálogo Inter-religioso. Sin restarle importancia al propósito noble de que las distintas jerarquías religiosas se reúnan en sus particulares experiencias litúrgicas, quiero referirme a la parte de la unidad de las ovejas, al ecumenismo de los humildes, de los que colocan, una tras otra, las bases de la unidad caribeña/latinoamericana y mundial.
Por
supuesto, el ejemplo educador de leer en “Fratelli Tuti” cómo nuestro querido
hermano Papa Francisco se reunió con un jerarca musulmán para expresar juntos
palabras de luz y esperanza, nos hace recordar la Palabra sagrada de que “habrá
un solo rebaño y un solo pastor”. Ese mensaje de unidad ecuménica debe
servirnos de inspiración para continuar con una agenda de trabajo más valiente
aún, comprometido, que trascienda las diferencias de formas particulares de adorar
a Dios y busque la unidad solidaria del pueblo, de unos con otros, como lo que
estamos llamados a ser.
Trabajemos
por un solo rebaño en que las ovejas reconozcan la voz del buen pastor y
rechacen las mentiras de los ladrones; los engaños de salteadores que se
disfrazan para saquear y destrozar a los humildes. Son los propagandistas de
los dioses falsos, de los ídolos, que quieren dar rango divino a las
acumulaciones de riquezas, que endiosan los imperios y las dictaduras, que
pretenden disfrazar de palabra sagrada las agendas de los ricos para quedarse
con lo que con mucho sacrificio producen los pobres. Son los promotores de la
gritería consumista que busca ensordecer el alma de nuestros pueblos.
No se trata de que no haya ruido, sino de aprender a callarnos para escuchar, para meditar. Hay que emular el silencio de San José, de aquel santo carpintero, profeta del silencio. Un rato de silencio nos puede llevar a contemplar y aprender de la belleza sencilla que siempre nos acompaña. Esta sociedad postmoderna necesita aprender a contemplar y admirar lo que somos y lo que nos rodea.
Uno de esos momentos me ocurrió el otro día. Desayunaba junto a un muy querido matrimonio (Jenniffer & Ramón) en una panadería de la comunidad en medio del monte donde se unen los pueblos de San Lorenzo y Gurabo en el área centro oriental de nuestro archipiélago borincano; cuando mi amigo, Ramón me alertó sobre un detalle que me llamó la atención; y era el ruido trabajador y sublime (sí, porque el trabajo siempre es sublime) de un pájaro carpintero. Me quedé contemplando su obra infatigable, su trabajo decidido en el viejo tronco duro de un árbol. Aquel “pequeño pájaro” no se rendía y no parecía intimidarse por lo imposible que a cualquiera le hubiese parecido una tarea tan titánica.
¡Que
hermoso el sonido del trabajo! Pica, pica y pica el pájaro carpintero y en mi
corazón resuena el sonido mezclado con sudor de tantos y tantos trabajadores humildes
de mi Puerto Rico, del Caribe, y de la
inmensa tierra latinoamericana. No me importa si son cristianos, si su
referente cultural espiritual es la “Pacha Mama” o si se sienten hijos de
Obatalá, si tienen pasaporte legal o si su pasaporte es sólo el del trabajo
esforzado en busca de un porvenir. Pica, pica y pica el pájaro carpintero, que
en Argentina arrea ganado y en Bolivia y Perú extrae riqueza mineral, que pesca
en las aguas salpicada de islas en mi Caribe, que carga los barcos, limpia los
edificios, teclea en las computadoras de las oficinas y socorre a los enfermos
en los hospitales o le enseña a los estudiantes.
Trabaja
nuestro pájaro carpintero en el esfuerzo de padres y madres por la crianza de
sus pajaritos, en el verdadero amor entre los casados, en el cuido de los
viejitos, en el constante esfuerzo por perdonar las deudas, en el esfuerzo
santo que da olor a ovejas en la lucha evangelizadora.
Así,
no me canso de decir que pica, pica y pica el pájaro carpintero y talla nuestro
tronco caribeño/latinoamericano que vibra con cada continente que Dios no ha
“regala’o”.